David es todo menos hegemónico. Es judío, gay y gordo. Un día, después de una fuerte separación, vuelve de Europa a Buenos Aires para asistir al funeral de su tío Pocho. Tras la incomodidad del episodio fúnebre, no le queda otra que admitir lo inevitable: su padre, que está en coma desde hace años, también va a morir. Cuando su madre revela que ha decidido desenchufar el respirador de su padre, el fantasma de la muerte y la soledad acecha a la familia.
Los días siguientes David se verá a la deriva, tratando de encontrar su lugar dentro de su propia historia y la de su familia. Está caliente, deprimido y confundido. Ni el sexo casual, ni la terapia, ni las lecciones de manejo, ni mucho menos la relación con su madre podrán aplacar su incertidumbre.
La película fue escrita, dirigida y protagonizada por Iair Said, una figura multifacética que el público general conoce más por haber participado de la serie Tiempo Libre, con Martín Piroyansky, o por su papel de Ariel Kermann en División Palermo. Pero su carrera como guionista y director tuvo un hito en el 2015, cuando su cortometraje Presente Imperfecto compitió por la Palma de Oro en el prestigioso Festival de Cine de Cannes.
Entre la realidad y la ficción
Su primera película, Flora no es un canto a la vida, fue un documental que planteaba la relación entre él y su tía, que decide alejarse de sus familiares y aislarse en su departamento para planificar su propia muerte, siendo Iair su propio nexo con la vida y el mundo exterior. En cada uno de esas primeras incursiones cinematográficas, Said buscó una voz personal que presentaba un tono intimista y una reflexión existencial acerca de la muerte, no exenta de humor. Y con la tradición judía como telón de fondo.
Lo mismo se repite en esta película, en la que, al poner el cuerpo, el director expone sus propias inseguridades y búsquedas personales, sin miedo a parodiarse a sí mismo. Porque el protagonista de la historia es un alter-ego del propio director. Y la muerte que atraviesa la trama hace ecos con la muerte de su propio padre.
En un momento en el que el antisemitismo está en sus niveles más altos a nivel mundial, Los Domingos mueren más personas nos trae la representación de una identidad judía que no solo se define por el sufrimiento de su pueblo, ni que lo utiliza como chivo expiatorio para hablar de la banalidad del mal, como pasaba con películas como La Zona de Interés.
En esta película los personajes están atravesados por un problema universal: la inevitablidad de la muerte. Pero el modo en el que transitan ese problema no deja de vivirse a través de las tradiciones y la historia de su colectividad. Por eso es una película reparadora en los tiempos que corren, que no asume al judío como un otro, pero tampoco desconoce su identidad. Al contrario, hace algo muy judío: replantearse las propias costumbres, y reinterpretarlas. Y ahí es donde entra el humor agridulce que caracteriza la película y que es tan sutil que es fácil de perder si no estamos en la misma sintonía.
Como el mismo director ha mencionado en entrevistas, es tanta la gente que se ríe con la película como la que llora o se emociona con ella. Hasta incluso alguien puede llegar a reírse en un momento emocionante o viceversa. La película nos muestra que la vida real no es tan seria como la imaginamos en los dramas, pero quizá igual o más dura. Porque la ausencia de solemnidad hace que la historia sea más efectiva al tratar temas tremendos como la eutanasia o la soledad de la última etapa de la vida.
El personaje de David, interpretado por el propio autor del film, es quizá el elemento más dificil de digerir, ya que deambula entre la simpatía y el patetismo. Rita Cortese, en el papel de la madre, es un buen contrapunto y termina presidiendo la dinámica familiar.
El casi-debut de la cantante Juliana Gattas como actriz, interpretando a la hermana de David, así como la participación de la actriz chilena Antonia Zegers interpretando a su tía, conforman un elenco muy equilibrado, y que maneja bien el tono moderado de la película, que nunca llega ni hacer llorar desconsoladamente ni hacer reír a carcajadas, pero invita a pensar temas extremadamente serios con una sonrisa en la cara.
Premiada en todo el mundo
La película, financiada por el INCAA antes de la crisis que está atravesando en este momento, tuvo un recorrido exitoso en festivales internacionales, lo que demuestra la importancia de esta institución. El Festival Internacional de Cine de la Provincia de Buenos Aires premió su guion, y también fue nominada a varias distinciones, que incluyeron la Palma Queer en Cannes, y la inclusión dentro de la sección de “Horizontes latinos” dentro del Festival de San Sebastián. También ganó a mejor película en la competencia internacional del Jerusalem Jewish Film Festival, y estrenó en el Miami Jewish Film Festival, uno de los más importantes festivales de cine de las comunidades judías de los Estados Unidos.
Desde la independencia y la autenticidad de contar la experiencia propia a través del poder de la ficción, esta película es otra señal de que hay muchas historias que necesitan ser contadas. No por fines económicos, sino porque nos permiten lidiar con las contradicciones de nuestra existencia y nuestra identidad. Es por esa razón que el cine argentino ha triunfado en todo el mundo, y probablemente lo siga haciendo, aunque en este momento no tenga un viento a favor.
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