Decidido a recuperar el brillo y los “valores” tradicionales del Hollywood clásico, Donald Trump pone un pie firme en el mundo del cine y presiona directamente a sus amigos empresarios para que produzcan películas. Así, a la noticia de que el estudio Paramount revivirá la franquicia de Rush Hour por estricta intervención suya, en los últimas días se conoció la intención del presidente republicano de meterse en la controversial compra que Netflix hizo de la totalidad del legendario estudio Warner Bros.
Trump había anunciado que bajo su segunda incursión en el poder buscaría devolver a Hollywood el lugar de protagonismo que había perdido a manos de otros jugadores como el mercado asiático. El negocio está en disputa en el siglo XXI y el líder del Make America Great Again quiere extender esa consigna al sistema de producción del que Los Angeles supo hacer gala desde la época de sus grandes clásicos.
Desde ese punto de vista, Rush Hour no parece ser el mejor lugar para empezar. Pero al menos es un comienzo, podría decir Trump. No por nada el presidente republicano eligió la franquicia con Jackie Chan y Chris Tucker para volver a poner en marcha la maquinaria. Una pareja que exprese la diversidad. Como las viejas buddy movies. En momentos de división, Hollywood tiene que volver a representar a todos.

Y lo hizo, como se sabe, al mejor estilo Trump: el presidente es aliado de David Ellison, el actual CEO de Skydance, la megacorporación audiovisual que se fusionó con Paramount para la producción de películas. Y no solo eso: Skydance también es propietaria de la cadena de noticias CBS. Larry Ellison, el padre de David, es un magnate que fue un aportante fijo en las campañas electorales del republicano.
Según informó Variety, el propio presidente intervino ahora para solicitar la cuarta entrega de Rush Hour. El director Brett Ratner, que estuvo a cargo de las tres primeras entregas en 1998, 2001 y 2007, volverá a ponerse detrás de cámaras. Este realizador, que no trabaja desde Hercules (2014) por denuncias del colectivo #MeToo, dirigió para Amazon el documental Melania, sobre la primera dama de Estados Unidos y que se estrenará el 30 de enero.
En un momento de nostalgia y sobreexplotación de las secuelas y comebacks, Trump quiere volver al cine popular que metió a Hollywood en los hogares de todo el mundo. Sobre todo en China, donde Rush Hour fue especialmente exitosa y ante la que el que el presidente epublicano parece estar jugando una lenta partida de ajedrez por el dominio cultural en el siglo XXI.
Un silla en la mesa entre netflix y warner

Pese a no tener problemas con la concentración de la economía, hasta al propio presidente le parece que la compra de Warner por parte de Netflix podría representar un “problema”. Por eso quiere tener voz en esa transacción que promete cambiar las reglas en el consumo del cine y el entretenimiento.
«Tienen una cuota de mercado muy grande y, cuando tienen a Warner Bros, esa cuota sube mucho, así que no lo sé. También estaré involucrado en esa decisión. Pero tienen una cuota de mercado muy grande».
De esta manera, Trump puso un manto de duda sobre si el Gobierno aprobará la fusión, valuada en de 72.000 millones de dólares. De todos modos, el presidente se había reunido con Ted Sarandos, el CEO de Netflix, el 5 de diciembre en la Oficina Oval, antes de que se anunciara públicamente la compra.

Pero un día después de que Donald Trump brindara esas declaraciones en la entrega de premios Kennedy Center, el estudio Paramount Skydance lanzó el lunes último una oferta pública de adquisición sobre Warner por 103.000 millones de dólares. La misma Paramount a la que el presidente norteamericano había presionado para revivir Rush Hour. En su comunicado oficial, el estudio dejó a la negociación con un final abierto:
“La oferta es estratégica y financieramente atractiva para los accionistas de Warner Bros y ofrece una alternativa superior a la de Netflix, que ofrece un valor inferior e incierto y expone a los accionistas de Warnes a un prolongado proceso de autorización regulatoria multijurisdiccional»
Un dislate sobre Rob Reiner
En otro orden, el presidente estadounidense volvió a hacer gala de sus habituales exabruptos y de su ánimo por agitar la división en el país al afirmar que el cineasta, actor y activista Rob Reiner murió asesinado por la “obsesión desenfrenada” que tenía en su contra.

En medio de la conmoción por el crimen de Reiner y de su esposa Michele Singer, Trump no tuvo mejor idea que apelar a su red Truth Social para decir que el responsable de Stand By Me (1986), When Harry Met Sally (1989) y Misery (1990) perdió la vida…
“…debido a la ira que causó a otros con su masiva, inflexible e incurable aflicción por una enfermedad paralizante conocida como Síndrome de Trastorno de Trump”
Se refirió así a las discusiones políticas que el cineasta mantenía con su hijo, Nick Reiner, hasta el momento el único detenido por el atroz crimen.

Pero esa declaración no fue suficiente, porque Trump insistió en la provocación al señalar que Reiner…
“…era conocido por volver loca a la gente con su obsesión desenfrenada por el presidente Donald J. Trump, y su evidente paranoia alcanzó nuevas cotas a medida que la administración Trump superaba todos los objetivos y expectativas de grandeza, y con la Edad de Oro de Estados Unidos acercándose, quizás como nunca antes”.
En definitiva, una declaración que provocó los más transversales repudios de la comunidad artística de Hollywood, inclusive de sus propios partidarios. Como el actor James Woods, reconocido activista de derecha y quien dijo en televisión que Rob Reiner fue una «bendición» para su vida porque «salvó su carrera» y que: «solo porque estés en desacuerdo con la gente no quiere decir que tengas que odiarla».
Con la presión no basta: también sube aranceles

Pero meterse en las negociaciones, los avatares de la comunidad artística y las producciones internas no es todo para Trump. Para proteger e impulsar la industria local, en sus propias palabras, impondrá aranceles del ¡100 por ciento! a todo contenido extranjero que ingrese a los Estados Unidos.
“Nuestro negocio cinematográfico ha sido robado a Estados Unidos por otros países, como si le quitaran ‘un caramelo a un niño’. (…) Por lo tanto, para resolver este problema de larga data, que parece no tener fin, voy a imponer un arancel del 100% a todas las películas que se hagan fuera de Estados Unidos!
Así lo anunció el presidente, que además cuestionó al gobernador de California, Gavin Newsom, a quien trató de “débil e incompetente” por el estado de Hollywood. Según Trump, Hollywood se encuentra “especialmente afectado” por el crecimiento de otros mercados.

Y hasta el momento eso fue todo, porque no se dieron más detalles del anuncio. A su vez, tampoco hubo novedades sobre los aportes de quienes Trump había designado como “embajadores especiales” en Hollywood: Mel Gibson, Sylvester Stallone y Jon Voight. Stallone recibió el fin de semana la medalla de honor del Kennedy Center y poco más.
Actores hechos con IA: otro dolor de cabeza
Como si eso fuera poco, Hollywood también enfrenta el problema de la incursión de la inteligencia artificial ya no como soporte, sino como una adversaria creativa. El Sindicato de Actores de Hollywood (SAG) puso el grito en el cielo por la irrupción en escena de Tilly Norwood, la primera actriz hecha con IA, que apareció en un sketch escrito por chat GPT. Su “llegada al mundo” fue anunciada en el Festival de Cine de Zúrich de septiembre pasado y despertó el rechazo de importantes artistas.

“La creatividad está y debería permanecer centrada en la humanidad. SAG se opone al reemplazo de intérpretes humanos por sintéticos. Tilly Norwood no es una actriz, es un personaje generado por un programa informático que fue entrenado con el trabajo de incontables artistas, sin permiso o compensación».
dijo el sindicato en un comunicado de octubre pasado. Y agregó que la nueva “actriz”
“…. carece de experiencia vital, no tiene emociones y, por lo que hemos visto, a la audiencia no le interesa ver contenido generado por ordenador que carezca de experiencia humana. No resuelve ningún supuesto ‘problema’, crea el problema con el uso de interpretaciones robadas sin permiso para quitar a los actores su trabajo, pone en riesgo el sustento de los intérpretes y devalúa el arte humano».
Confeccionada por la empresa Xicoia, una división especializada en inteligencia artificial del estudio Particle6, Tilly Norwood tiene redes sociales propias -con miles seguidores- y ya anunció su intención de pisar fuerte en el mundo del cine, las series y la publicidad.

“Queremos que sea la próxima Scarlett Johansson o Natalie Portman”, dijo la holandesa Eline Van der Velden, creadora e impulsora del prototipo. El estudio Particle6 busca incluso seducir a las productoras con un ahorro del “90 por ciento” en sus presupuestos al utilizar actores hechos con IA.
Con todo, la situación recuerda a Simone (2002, Andrew Niccol), una película donde un director excéntrico interpretado por Al Pacino encontraba una intérprete virtual como “solución” a un problema de rodaje. Un planteo que sorprendió por haber sido en un tiempo previo a la IA. Como siempre, el cine estuvo para contarlo todo.








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