El gabinete de curiosidades parece ser tanto un artefacto como un concepto que hace tiempo interpela a Del Toro, ya que fue tanto el título de uno de sus libros como puede ser una fantástica definición para su filmografía. En cada introducción, la oscuridad lo rodea mientras el director y este museo en miniatura se encuentran, haciendo alusión a la manera en que el maestro del terror Alfred Hitchcock alguna vez presentó su propia serie antológica.
Es un homenaje que al mismo tiempo reafirma que el director mexicano es una de las nuevas eminencias del género fantástico y terrorífico, ya que por más que su nueva creación tiene una destacada lista de colaboradores, es a Del Toro a quien reconocemos como sinónimo de calidad. Es razón suficiente para adentrarnos en esta colección tan diversa como cuidadosamente diseñada, que está disponible en Netflix.
Lot 36
La antología empieza confiando su primera historia a Guillermo Navarro, el director de fotografía que acompaña a Del Toro desde prácticamente sus inicios. Este comienzo es uno triunfante, haciendo uso magistral de la estética tan marcada del dúo mientras adaptan un guión original de otra de sus colaboradoras, Regina Corrado (The Strain).
Con el entonces presidente Bush dando un discurso por televisión, se nos da a entender que el episodio transcurre a comienzos del nuevo milenio y durante la invasión estadounidense a Iraq. Poco tiempo tardamos en comprender como ese tiempo tan caldeado se refleja en Nick Appleton (Tim Blake Nelson) un desencantado veterano de guerra que está hasta la médula en deudas y tiene poca empatía por la desgracia ajena.
Y esa desdicha es lo que lleva al episodio a convertirse en el típico pero apreciado relato con una moraleja, con la xenofobia y codicia siendo el crimen de un personaje principal que lleva a que disfrutemos sádicamente de su desgracia. Con una historia dinámica que aprovecha miedos básicos como al de la oscuridad y lo oculto, Lot 36 entrega una enorme introducción al supuesto antagonista del episodio. Un comienzo impecable.
Graveyard Rats
Masson (David Hewlett) está atrapado. Debiéndoles dinero a delincuentes mucho más peligrosos que él, el destino lo lleva a una vez más a profanar tumbas para robarle a los muertos sus objetos de valor. Pero las ratas parecen ser más rápidas que él, devorando los cuerpos y haciendo desaparecer sus pertenencias.
En este episodio Vincenzo Natali se reencuentra con Hewlett y Julian Richings, tras haberlos dirigido en la película de culto The Cube (1997). Tal como en ese proyecto que tuvieron en común, prepondera la sensación de claustrofobia que genera el laberinto metafórico del cual Masson intenta escapar. Natali demuestra su claro gusto por un terror entretenido y lleno de efectos prácticos, uno que puede que lleve a los fans de Tales From the Crypt (1989-1996) a sentir un placentero deja vu. Su fotografía se luce por momentos, logrando mostrar un extraño encanto dentro de lo grotesco. Como extra, en el menú de la serie podemos encontrar una versión en blanco y negro de este capítulo.
The Autopsy
Todo comienza con un misterio, inexplicables muertes en una mina llevan a que el Sherrif Craven (Glynn Turman) discuta el caso con el médico forense Carl Winters (F. Murray Abraham). Eventualmente el camino nos lleva a la morgue, a un Winters haciendo su labor para una cámara que no tiene el menor reparo al mostrarnos, de manera clínica pero no por eso menos incomoda, la autopsia del título. Con un piso solido dentro de una historia que se siente realista y terrenal, se abre camino a lo oculto, en un relato que esconde tintes mucho más abstractos que los demás.
El haber elegido a David Prior (The Empty Man) para dirigir el episodio demuestra el ojo entrenado de Del Toro. Porque si bien la película debut de Prior, The Empty Man (2020), decae un poco por un guion que necesitaba ser pulido, la película es una clara prueba de su potencial tanto respecto a sus ideas surrealistas como a sus maneras de representarlas. En este episodio Prior cuida tanto los aspectos importantes como los mínimos, desde la paleta de colores a las interpretaciones, hilando de manera tan fina que hasta simples gestos dan profundidad a sus personajes. Abraham destaca ampliamente, recordándonos de su gusto por la teatralidad al entregar monólogos que resultan atrapantes hasta el final. El episodio es una prueba de como historias que parecerían imposibles de llevar a la pantalla no solo pueden hacerse bien, sino que también pueden hacerse sacándole jugo a todas las posibilidades que se le presentan.
The Outside
Stacey (Kate Miccuci) no se siente especial. Empleada de un banco y aficionada a la taxidermia, hace todo lo posible para intentar integrarse a su grupo de compañeras, femeninas y exitosas, perfectas a sus ojos. Pero algo más comparten ellas: la fascinación por una crema estética. La misma crema que una publicidad por las noches le dice a ella, a Stacey específicamente, que debe comprarla para convertirse en todo lo que quiere ser.
Lily Amirpour hace foco en temas simples y claros, utilizando personajes caricaturizados para hablar alegóricamente sobre la disforia y el a veces tortuoso deseo de pertenencia. Mientras su opera prima, A Girl Walks Home Alone at Night (2014) brilló por la atmosfera tan particular que la directora construía, su ambigüedad y los géneros fílmicos de los que se alimentaba, The Outside es un experimento que se nutre de lo contrario. Al episodio parece sobrarle metraje, cayendo en la redundancia solo para llegar a lo realmente experimental y trascendente en su final.
Pickman’s Model
Adaptar la obra de un autor tan abstracto como H.P. Lovecraft nunca es tarea fácil y si bien Keith Thomas (The Vigil, Firestarter) hace lo que puede, los fallos del episodio demuestran que menos hubiera sido más. Con un diseño de producción muy cuidado, se destaca el objeto central del relato: las macabras pinturas diseñadas con una estética que emula a la serie de Goya conocida como sus pinturas negras. Los espacios que plantea Thomas son en momentos enigmáticos, claustrofóbicos, habitaciones angulares y claroscuros que generan el marco ideal para una historia sobre la locura humana. Pero el uso innecesario del CGI junto a los ritmos irregulares quiebran los climas del que podría haber sido uno de los mejores episodios de la antología.
Si bien Ben Barnes (Westworld) esta impecable es Crispin Glover (American Gods) quien se roba el capítulo. Escenas de simples conversaciones entre ambos, o sutilezas que resultan irregulares dentro de la cotidianeidad son lo mejor del episodio. Parece ser una cuestión de dirección lo que juega en contra. Es muy notoria la desconexión emocional entre los actores y personajes que sufren atrocidades construidas en post-producción. Se desaprovecha la oportunidad de entregar escenas que podrían haber sido mucho más dramáticas y por consiguiente, demostrativas de los verdaderos horrores a los cuales Lovecraft logra llevar a sus lectores. Un episodio que entrega un golpe final excelente pero que tenía mucho más para ofrecer.
Dreams in the Witch House
El segundo intento de la antología por adaptar una historia de Lovecraft toma muchas libertades a lo que era el texto original del autor, buscando más profundidad emocional al amoldar el relato al tema que le interesa a la directora: el dolor de un duelo sin resolver. Es por eso que el Walter Gilman de Rupert Grint (Harry Potter) lleva años intentando comunicarse con su hermana gemela, robada por lo que él cree son fuerzas sobrenaturales. Por esa razón investiga a médiums y ocultistas, dispuesto a intentarlo todo con tal de una vez más ver a su hermana.
A diferencia de lo que hizo Thomas en el episodio anterior, Catherine Hardwicke (Red Riding Hood) comprende que el núcleo de la historia se encuentra en el recorrido emocional de los personajes y Grint definitivamente da una correcta interpretación. Si bien visualmente la directora logra algo interesante, el guión parece querer unir dos historias de manera inconsistente. El episodio intenta ser un profundo drama mientras busca el tono de los clásicos del terror de Sam Raimi (Evil Dead), pero solo logra dejar apenas un gusto a ambas propuestas.
The Viewing
Dirigido por Panos Cosmatos (Mandy), este episodio es sin duda aquel en el cual la impronta del director es la más evidente. Así como uno de los personajes en un momento habla de la experiencia artística como un “momento de nostalgia por algo que jamás sucedió”, las producciones de Cosmatos tienen una sensación retro, espacios minimalistas pero filmados de manera en que rozan con lo atemporal y lo onírico. Los personajes parecen transparentes por momentos, sumándole a la sensación de que lo que vemos es un sueño que de a poco se convierte en algo más oscuro.
Tan pesimista como fantástico, este capítulo logra dar en la tecla de lo que una gran producción de horror puede ser, haciendo que un relato simple sume puntos a través de su forma. Imágenes únicas y memorables, lo monstruoso funciona desde tanto lo literal como lo metafórico. Cosmatos se toma su tiempo, una charla volviéndose el pilar de la historia. Con un anfitrión que tranquilamente podría ser el diablo engolosinando a sus invitados con regalos, este promete cumplirles sus sueños, satisfacerlos terrenalmente a cambio de sus talentos. Es una promesa de un pequeño intercambio, de ver algo distinto y fuera de este mundo. El director entrega justamente esto último: una experiencia.
The Murmuring
El tema de estudio de Nancy Bradley (Essie Davis) y su marido Edgar (Andrew Lincoln) es muy específico: aquellos patrones creados por los pájaros en vuelo y sus comportamientos. Aceptando la oferta de observar a los correlimos en una isla, la pareja se queda en una casona abandonada en donde Nancy empezara a notar sutiles señales, patrones que poco tienen que ver con sus queridas aves.
Un final triunfante para una temporada ecléctica de una antología que parece no haber dejado tema o estilo sin tocar. El Murmullo es sin duda el episodio más refinado, en donde la dupla formada por Jennifer Kent (The Babadook) y Davis se reúne para una vez más demostrar la gran sensibilidad que saben explotar al trabajar juntas. Poniendo énfasis en la edición de sonido, es el silencio aquello que cobra más peso, lo que le da más eficacia a los diálogos una vez que se reconoce aquello que los personajes no se atreven a decir. Esos silencios se trasladan a lo visual, casi traduciéndose como esos espacios oscuros de la casa, tan ordinarios como amenazantes. Kent nos recuerda que el terror es un género con múltiples aristas, capaz de horrorizarnos pero también emocionarnos hasta las lágrimas.
Una cuestión curatorial
Es evidente que Del Toro, con su pesado curriculum está en una posición de poder darse todos los gustos. Y en su Gabinete de curiosidades lo hace, entregando una antología con altibajos pero que todo fan del horror puede disfrutar, ya que da la sensación que su creador la hizo tanto para el goce de su público como el propio.
Son muchas las antologías de horror que llegaron a televisión, con series como Fear Itself (2008) o la reciente Creepshow (2019-), con el mismísimo Greg Nicotero (The Walking Dead) a la cabeza, pero en general estas series sufrieron una falta de recursos para contar algo más que historias entretenidas y pasajeras. Esta producción hace algo distinto, con una calidad que recuerda a cuando Spielberg nos entregó Cuentos asombrosos (1986-1987).
Independientemente de los resultados, la curaduría de Del Toro habla de su conocimiento y cariño por las historias tenebrosas. Es por eso que en sus mayores aciertos al elegir a los narradores y rostros ideales para dar vida a estos relatos para no dormir, el director logró contar historias que trascienden al formato televisivo.
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