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F1: La Película – Brad Pitt y pura adrenalina en la sala de cine a 300 km por hora

El dream team de Lewis Hamilton y Joseph Kosinski lleva la velocidad al cine con una belleza sensorial que se filma como se corre: sin margen de error.

por | Jun 25, 2025

Hay una curva en Silverstone donde la cámara se clava justo al ras del piso. El auto pasa en un parpadeo. El ruido lo cubre todo y te desorienta. Por un segundo, no hay historia, no hay actores, no hay guion: solo velocidad pura, real, sin filtros. Eso es F1: La película (2025).

Como era de esperar, Brad Pitt está increíble y Damson Idris es magnético. Pero lo que queda en tu cabeza después de los créditos no es solo lo que actuaron, sino cómo fue filmado. Cómo se sintió. Cómo sonó. F1 no solo muestra el vértigo: lo traduce al lenguaje del cine, lo convierte en un plano a través de la cámara, en ritmo y respiración gracias a la edición.

Brad Pitt interpreta a Sonny Hayes, un ex piloto que vuelve del retiro a pedido de Ruben Cervantes (Javier Bardem) para sumarse a un equipo independiente llamado APXGP (un equipo que no existe en la vida real, sino que fue creado para la película de la mano de Mercedes para armar el auto).

Su misión: acompañar y entrenar a Joshua Pearce (Damson Idris), una joven promesa con talento pero no la actitud necesaria para triunfar en la competencia. La dinámica entre ellos funciona porque no intenta forzar una pelea generacional, sino que construye desde el respeto y la desconfianza, desde los silencios y las heridas viejas.

Hay una melancolía contenida en Pitt, una calma que parece esconder un pasado que todavía duele, una herida sin sanar que vemos seguido en las películas de dramas deportivos. Mientras, hay algo eléctrico en el personaje de Idris: una mezcla de orgullo, inseguridad y hambre.

Lo que se genera entre ellos no es un simple arco de mentor-aprendiz, sino un vínculo incómodo y verosímil, lleno de dudas, roce y una especie de ternura disimulada. Quienes conozcan sobre F1 sabrán que es normal ver una existente rivalidad entre los miembros de un mismo equipo. Al final del día, pese a ser del mismo grupo, son tu competidor más directo. 

La narrativa es conocida: el regreso, el relevo, los fantasmas del pasado, la segunda oportunidad. Pero el mundo en el que se inscribe —la Fórmula 1 real, con sus circuitos, sus reglas, sus egos, sus marcas, sus cámaras— convierte cada escena en algo completamente distinto. Porque aunque estemos viendo una ficción, todo lo que la rodea es verdad. 

La fotografía del año 

Podríamos decir que F1 es la película más impresionante visualmente del año sin miedo a exagerar. Joseph Kosinski y Claudio Miranda (el mismo dúo de Top Gun: Maverick) no solo logran planos hermosos: logran algo todavía más raro, que es hacernos sentir la velocidad.

No hay pantalla verde. No hay simuladores. Lo que se ve es 100% real: autos en pista, motores encendidos, cámaras pegadas al casco, al alerón, a la vibración del suelo. Todo está coreografiado con precisión quirúrgica pero sin perder espontaneidad. Filmada durante fines de semana reales de Grand PrixSilverstone, Spa, Las Vegas—, la película convierte el vértigo en lenguaje cinematográfico. No se filma desde la tribuna, se filma desde adentro.

Cada plano parece diseñado para que el corazón te lata un poco más fuerte. No solo por lo que se ve, sino por lo que se escucha, por lo que vibra, por cómo se articula el movimiento con el sonido y la tensión narrativa. Hasta el humo de los neumáticos parece dirigido. La belleza no está en detenerse a mirar: está en no poder dejar de moverse.

Todos están ahí (Sí, todos)

No es solo un decorado. No son extras con trajes de piloto. Están todos: Leclerc, Verstappen, Norris, Sainz, Alonso, Checo, y por supuesto, Hamilton. Algunos saludan a cámara. Otros pasan por detrás. Pero todos forman parte de este universo que por primera vez se deja ver desde adentro sin que parezca un comercial.

La película no los usa como gancho, los incorpora como parte del mundo que narra. Y ese gesto —el de dejar entrar la realidad— transforma la experiencia. Lo que podría haber sido un desfile de cameos sin peso termina funcionando como un retrato íntimo del paddock contemporáneo. Como un documental encubierto. Y para los fans, es un juego: ver quién aparece, en qué circuito, en qué escudería. Para quienes no son fanáticos, es simplemente un acto que suma. Porque eso que vemos, realmente sucede.

El alma secreta del proyecto

Lo de Lewis Hamilton no es un cameo más. El campeón más grande de la historia, Sir Lewis Hamilton fue productor, asesor creativo y consultor de la película. Se encargó personalmente de que lo que viéramos en pantalla representara de verdad lo que se vive en una pista de Formula 1. Y eso se nota incluso cuando no está en cuadro.

Se nota en los detalles. En cómo se filma una parada en boxes. En lo que se dice —y en lo que no se dice— antes de una largada. En la forma en que se retrata a los pilotos, no como divas, sino como personas que se juegan la vida cada domingo por unas décimas de segundo. Se nota en cómo se filma el miedo, el peso de fallar, la belleza de ir al límite.

Su presencia —sobria, elegante, justa— le da a la película algo que ninguna otra ficción sobre F1 había logrado: legitimidad emocional. No solo verosimilitud técnica, sino algo más profundo. Una especie de amor silencioso por un mundo que él conoce como nadie. Joseph Kosinski desde el minuto cero quiso que se sume al proyecto y, según declaró Brad Pitt, es el corazón detrás del proyecto que hace de esta película lo que es. 

Final de carrera

F1 es una de esas películas que salen una vez por década. No por la historia que cuenta, sino por cómo decide contarla. Porque mezcla cine clásico con tecnología de vanguardia. Porque no le tiene miedo a la emoción ni al espectáculo. Y porque logra algo que muy pocas películas deportivas consiguen: recordarte que la verdadera velocidad no está solo en los motores, sino en las decisiones que uno toma cuando ya no queda más pista.

Es una película para ver en pantalla grande. Para escuchar fuerte. Para quedarse quieto, pero sentir que se está moviendo. Y para salir del cine un poco distinto: más alerta, más vivo, más emocionado. 

¿Te gustó Top Gun: Maverick? Esta te va a dejar con el mismo nudo en el pecho. ¿No te interesa la Formula 1? No importa. Cuando salgas, vas a googlear cuánto sale una entrada para el próximo Grand Prix.

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Euge Capisce

Si no estoy trabajando en un show de música, me encontrás con un té en la mano maratoneando una serie o leyendo un libro.