Netflix está a punto de estrenar una nueva película animada, protagonizada por perritos y con un estilo colorido y vintage que recuerda a clásicos como Tom y Jerry (1940-1967) o Droopy. Los primeros minutos arrancan con una familia que adopta un tierno cachorrito. Inmediatamente una elipsis nos muestra lo que pasó años después, cuando el mismo perrito ya está crecido y alzado, intentando montarse la pierna de la abuela. Ahí es cuando nos enteramos que Fixed es una comedia sexual grotesca y desfachatada.
Dentro del círculo reducido de los fanáticos de la animación, cada vez que se anuncia una nueva producción de Genndy Tartakovsky es una razón para celebrar. No es para menos: Tartakovsky fue una de las figuras más representativas del renacimiento de la animación que se dio en la década del noventa en los Estados Unidos. Particularmente, fue central en la Powerhouse Era del canal Cartoon Network.
En ese periodo que abarcó la segunda mitad de los noventas y la primera mitad de la del 2000, los directores de programación de este canal dedicado exclusivamente a la animación decidieron ampliar su catálogo, que hasta ese momento retransmitía clásicos animados de Hannah Barbera, Warner Brothers y MGM, para incorporar producciones originales, en su mayoría surgidas de la usina creativa que eran los jóvenes egresados del California Institute of The Arts.

El laboratorio de Dexter (1996-2003), basada en uno de sus primeros proyectos universitarios, se transformó en la serie emblema de la señal, y consolidó ese estilo visual tan característico que bebía de maestros como Tex Avery con figuras simples de contornos bien definidos, expresiones extremadamente dinámicas, humor irreverente y un uso explosivo y experimental del color.
Esta fórmula casi lisérgica, alimentada a base de las hormonas de un pibe de 25 años, subrayaba la diferencia con respecto a la competencia, rompiendo con el sentimentalismo ochentoso de las series animadas de Nickelodeon y el puritanismo de Disney, apuntando a un público más amplio.
Con el correr de los años, Tartakovsky siguió siendo una de las principales fuerzas creativas del canal, desde la producción de series como Las Chicas Superpoderosas (1998-2004) -de otro colega de CalArts, Craig McCracken– o la creación de su segunda serie, Samurai Jack (2001-2017), que marcó un tono más ambicioso y experimental en pleno amanecer de la era digital de la animación. La historia del samurai que viaja en el tiempo para evitar que una fuerza oscura y poderosa domine el futuro se transformó en una serie de culto gracias al dominio narrativo de sus escenas de acción, que priorizaban el silencio y los precisos efectos de sonido por sobre el diálogo exacerbado de otras series de animación para niños.

Esto llamó la atención de George Lucas, quien lo convocó para la serie animada que expandiría las precuelas de la saga de Star Wars: Star Wars: Clone Wars, estrenada en 2005. Sin saberlo, Tartakovsky indirectamente abriría la puerta a un mundo animado de Star Wars que se extendería durante las décadas del 2010 y el 2020. Pero durante aquellos años Genndy intentó varios proyectos animados que fracasaron, hasta que finalmente logró volver al reconocimiento masivo con la saga Hotel Transylvania que empezó en 2012 y transportó su característico estilo a la animación 3D. Esto le permitió costearse otra de sus obras maestras recientes, Primal, que volvió a las raíces de Samurai Jack pero con un tono mucho más maduro en el que la violencia y la emoción comparten un mismo espacio.
Pero fue durante los años de incertidumbre y proyectos fallidos cuando fue concebida Fixed, allá por el 2008, y quedó guardada en un cajón hasta que Sony Pictures volvió a interesarse en el trabajo del animador en 2018 después del éxito de Hotel Transilvania 3 (2018), Primal (2019-) y el revival de Samurai Jack.
LA NOCHE SALVAJE DE LOS PERRITOS
Por esas vueltas es que la película, que va a tener su estreno mundial en Netflix el próximo trece de agosto, parece un retorcido viaje en el tiempo. Aunque tiene un estilo de animación clásico de Hannah Barbera que nos remite a la época en la que quienes hoy tenemos más de treinta crecimos viendo dibujos animados en la televisión, los simpáticos perritos

Lo primero que llama la atención de esta película es la capa de humor edgy extremo y deliberadamente desagradable que lo recubre todo. Es una historia de perritos, sí, pero que hace foco sobre el lado de los perritos que preferimos ignorar a propósito, en función de una visión idealizada y más agradable.
La obsesión sexual, la caca, el olor, los parásitos y todo el lado oscuro de la perritud están expuestos en una catarata de chistes gruesos que contrastan notablemente con el tono amable de los diseños y la calidez de la animación. Como una especie de película de Pixar maldita, acá conocemos el mundo de los perros, pero a través de un espejo sombrío del mundo humano, donde los vicios más horribles de los adultos tienen su equivalente perruno.
Este tono de mostrar lo que no se suele mostrar llega al extremo gráfico y simbólico de que los testículos de Bull no solo están permanentemente expuestos, sino que también se han transformado en personajes de la historia. Tartakovsky primero usa la animación para hacernos empatizar con sus personajes y luego rompe los esquemas que él mismo supo construir para dar paso a escenas violentas, escatológicas y aberrantes.

Hay muchos ejemplos de esto, con escenas de perros atropellados y ardillas destripadas. Y el colmo está en una impactante escena que tiene lugar en el clímax de la historia, y que estuvo a punto de ser eliminada a pedido de los productores, pero quedó en la película por insistencia de Tartakovsky, que la consideraba “esencial para la trama”. Ese momento en particular, que puede leerse como una humorada más que hace referencia a la conducta sexual de los perros machos, va a generar muchísima polémica por el nivel de mal gusto e impacto que produce a pesar del humor.
Tartakovsky no fue el primero en hacer humor animado extremo, ni será el último. La animación para adultos estadounidense tiene una tradición que se remonta a películas de culto de la década del setenta como Fritz the Cat de Ralph Bakhsi, y que en los noventa tuvo su auge con series surgidas en la factoría de canales como Fox y Comedy Central.
Hoy ese tipo de animación está muy vigente, y persiste en el segmento Adult Swim y la actual submarca de Hulu, Animayhem. Pero sí sorprende la sordidez de Fixed dentro de la producción de Tartakovsky que, si bien siempre incluyó guiños adultos en sus series, nunca había llegado a esos niveles. La razón de esto quizá se deba a Jon Vitti, pionero de series como The Simpsons (1989-), The Critic (1994-2001) y King of The Hill (1997-), quien colaboró en la escritura del guion.

Fixed se puede colocar en la lista de esas producciones de Clasificación R que hacen todo lo posible para exagerar y subrayar su contenido “adulto”, a través de esa visión de la adultez que la reduce al sexo, el consumo de estupefacientes y la violencia extrema. Pero pese a ese registro, en el fondo esta es una historia que tiene dulzura y corazón, y cuando esas capas aparecen al descubierto, se transforma en una película memorable.
Así como Superbad (2007), producida por Judd Appatow, era una comedia sobre la crisis que genera el pase a la adultez y la pérdida de las amistades que nos acompañaron durante los años formativos de nuestra adolescencia, Fixed es acerca de la crisis de un perro ante la aparente pérdida de su propia masculinidad. Bull deberá tomar coraje para confesarle sus sentimientos a Honey, la lebrel afgana de la que está enamorado, interpretada por la genial Kathryn Hahn, y ganarle a su rival, el galgo ruso con voz del también comediante Beck Bennett.
Make animation great again
Si se logra ver debajo de su superficie, aparece un claro interés en hacer que esta historia no sea solamente una oda a lo desagradable por lo desagradable en sí mismo, sino una historia de personajes queribles atravesando su propio desarrollo personal. Esto se dejó más en claro en la conferencia de prensa que dio su mismo director en la proyección de la película el pasado sábado 2 de agosto en el teatro Paris, en la ciudad de Nueva York, a la cual PopCon tuvo la posibilidad de asistir.

Allí, Tartakovsky reveló la influencia del cine de Appatow en su película, y cómo muchas de las escenas tienen que ver con experiencias que él tuvo con su grupo de amigos. También contó que Kathryn Hahn aceptó la invitación para hacer la voz de Honey con la condición de que se aseguraran de que su personaje sea tan obscena y graciosa como los muchachos.
Sinceramente, haciendo un visionado atento de la película, y superando el impacto inicial, se nota un cuidado del contenido. Pese a todas las provocaciones, los genitales de los perros nunca se exponen, y las escenas sexuales y violentas están dosificadas, buscando siempre crear un efecto cómico. Entonces, ¿se podrían haber ahorrado las peores escenas, no? ¿Por qué irse tanto al carajo? ¿Por qué la escena más gruesa de todas es para Tartakovsky la más importante?
Las respuestas a todas estas preguntas probablemente se encuentren al observar el estado de la animación estadounidense actual. Y es por eso que esta película es relevante más allá de si vaya a generar polémica o vaya a ser olvidada como una película más. No solo va a pasar a la historia por ser la primera película de animación de Sony Studios, sino que además que es una de las pocas películas de animación que están estrenando en este momento en los Estados Unidos.

En la nota de Ro Tapias a propósito de la categoría de mejor película animada en los Oscar de 2022, contó acerca de cómo Disney acapara las salas de cine y las ceremonias de premios, dejando afuera del espectro de la atención pública otras apuestas que apunten a demostrar diversidad de técnicas, estilos, representación y experiencias de vida. Si observamos los números y los estrenos, es fácil afirmar que tres años después de la publicación de la nota, la situación sigue igual o peor.
En su entrevista, Tartakovsky llamó la atención sobre este fenómeno y lo atribuyó a diversos factores. Por un lado, a una crisis en la industria, en la que canales como Cartoon Network han decidido retirar gran parte de su contenido animado clásico. Para él puede tener que ver con un cambio en la demografía: la animación para niños con un promedio de doce años, como existía anteriormente, ya no es viable y no existe más.
La animación “seria”, destinada a un público amplio o directamente adulto, no es bien recibida por el público general estadounidense, que tiende a rechazar un enfoque más experimental, solemne o dramático en las producciones animadas. El mercado de la animación adulta entonces está restringido a la comedia sórdida, un nicho que en Estados Unidos está super consolidado y tiene un público cada vez más grande, como evidencia el espacio considerable que tuvo Animayhem dentro de los paneles de la última San Diego Comic-Con.

En su entrevista, Tartakovsky se lamentaba de que no existiera en los Estados Unidos una apreciación de la animación “para adultos” tan amplia como existe en Japón, donde autores como Hayao Miyazaki pueden apelar a la emoción y a temas oscuros y sensibles sin sacrificar la recepción de la audiencia; o como Europa, en la que el cine de animación de todos los tipos, técnicas y orígenes tiene su público fiel y su lugar reservado en los festivales:
“Tengo en mente producciones animadas con el dramatismo y la complejidad de contrucción de mundo de Blade Runner, pero sé que no va a haber público para recibirlas […] Sin embargo, la audiencia que disfrutó de Primal destacó el modo en el que expresamos emoción a través de la animación. Por eso quise que esta película también expresara emoción, y pusiera a los personajes en primer plano.”
Habiendo atendido a esas declaraciones, la incómoda escena climática del final puede que adquiera otro sentido: Tartakovsky quiso combinar lo sórdido y lo emocional en una misma escena. Si el corazón está censurado pero no las tripas, Genndy optó por hacer de tripas corazón.
Si lo logró o no, esa es una discusión para otro día, y quedará en la historia saber si esta película será recordada o no. De lo que no hay duda es de que, aunque le quieran cortar los testículos, el maestro que supo deslumbrar a toda una generación con sus historias va a seguir intentando hacer la animación grande de nuevo, tomando todos los riesgos que haya que tomar en el camino.
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