La barrera de una pulgada

“Drive My Car” de Ryūsuke Hamaguchi: La mirada de los Oscar vuelve hacia el Este

La película japonesa basada en un relato de Murakami competirá en la próxima entrega de los Oscars con un recorrido similar al de Parasite, aunque no sea seguro el mismo resultado.

por | Feb 24, 2022

Drive My Car de Ryūsuke Hamaguchi: La mirada de los Oscar vuelve hacia el Este,Hidetoshi Nishijima, Tōko Miura

Galardonada en el Festival de Cannes y en la última entrega de los Golden Globes, Drive My Car (Doraibu mai kā, 2021) competirá en la entrega de los Oscars no sólo en la categoría de mejor película extranjera, sino también en mejor dirección, mejor adaptación de guion y, repitiendo la historia de Parasite (2019), mejor película. Esta producción japonesa, coescrita y dirigida por Ryūsuke Hamaguchi, está basada en el cuento homónimo de Haruki Murakami (Hombres sin mujeres, 2014). Si bien no sigue al pie de la letra el relato original, el director se inspira en este para extender la historia en una película en tres actos y un epílogo, que logran atrapar al espectador a pesar de los 180 minutos de duración.

La historia se centra en un actor y director de teatro, Yūsuke Kafuku (Hidetoshi Nishijima), quien lleva adelante una representación experimental y multilingual de la obra teatral Tío Vania (1899, Antón Chéjov). Él está casado con una ex actriz y ahora guionista de televisión, Oto (Reika Kirishima), con quien lleva una vida tranquila pero un poco monótona. El matrimonio sigue en pie luego de la muerte de su pequeña hija dos décadas atrás, pero lentamente vemos que la esposa siente el peso del hastío.

[Los siguiente párrafos contienen spoilers de la película]. 

Oto se siente sofocada y eso se refleja en la historia que inventa en la cama: una joven se mete en la casa de un compañero de la escuela del que no puede dejar de pensar y cada vez que va deja un token para establecer que estuvo allí. A su vez, la joven un día recuerda que en su vida pasada fue una lamprea aferrada a una roca, que no molestaba a nadie pero tampoco vivía. Yūsuke se da cuenta de lo que la esposa le intenta decir, pero decide no hablarlo con ella a la mañana siguiente. La tragedia los golpea nuevamente y los créditos iniciales aparecen a los cuarenta minutos.

Lo descrito en el párrafo anterior es solo el primero de tres actos. Los 180 minutos apenas se sienten. La narración avanza con fluidez, historias abren otras, un mapa que se ramifica, pero que no se enreda y se pierde. Historias de dolor, pérdida, frustración y reconciliación se exploran en esta película que a veces se siente como una obra de teatro por la fuerte base del guion que sostiene la estructura de imágenes cautivantes. Las palabras toman el rol de las acciones, las historias narradas de forma anecdótica suplen la falta de acción de los personajes suspendidos en el duelo, y lo que se dice mueve la trama cuando se descubre el pasado y se detiene para las reflexiones.

Luego de dos años, Kafuku toma un trabajo de dirección para montar la obra de Chéjov fuera de Tokyo. Allí deberá conducir todos los días una hora hacia el teatro, pero como norma del complejo él no puede conducir su auto sino una conductora designada, Misaki Watari (Tōko Miura). Watari es una mujer joven y callada, muy eficiente para el traslado del director metódico que repasa el libreto con la grabación que le hizo su mujer antes de morir.

Todo el segundo acto de la película sucede en Hiroshima, con toda la carga emocional que eso implica. El dolor y cómo seguir luego de la pérdida es algo constante en todos los personajes de la historia: Kafuku perdió a su hija y su mujer, la conductora perdió a su madre y su casa, Kōji Takatsuki (Masaki Okada) pierde su carrera como actor y luego su libertad al asesinar a un joven, Lee Yoo-na (Park Yoo-rim) -quien interpreta a Sonia en la obra- perdió a su bebé y su voz. El mismo sentimiento de pérdida atraviesa también a los personajes de la obra a representar, Tío Vania: tanto el tío Vania, como Sonia y Elena sufren la pérdida de algo, de alguien o de un futuro, mientras que el hastío y el desencuentro llenan el vacío. 

El paralelismo con la obra que ensayan no es no solo temático, los personajes de Drive My Car se transforman en aquellos personajes de Tío Vania en varios momentos. En la audición del elenco, Kakuku se encuentra con el joven Kōji Takatsuki, actor protegido de su esposa y amante. Takatsuki interpreta a Astrov, el joven que avanza sobre Elena y la besa, pero en la naturalidad de la escena Kafuku recuerda cuando lo encontró con su esposa e interrumpe la actuación, tal como lo hace el Tío Vania (el personaje interpretado por Kafuku) en la obra. No es casual que todo esto ocurra con un espejo detrás, haciendo alusión a la galería de espejismos y paralelismos que introduce la obra al film, una visión atenta del director. Lo mismo se puede decir de otro momento, cuando Takatsuki interpreta una escena violenta del Tío Vania para luego ser arrestado por la policía. 

Este juego de espejos entre la obra y la vida es acentuado en algunos momentos con un juego de cámaras muy sutil del director, pero que despiertan la mirada del espectador. Cuando ensayan la obra al aire libre para que Watari pueda verlos, las actrices que interpretan a Elena y Sonia logran un momento de gran intimidad, mientras le dan la espalda al elenco que hacía de espectador y en cambio nos ofrecen su escena a nosotros, los otros espectadores. 

La obra, y el film, termina con un Vania (Kafuke) y una Sonia (Lee Yoo-na) desconsolados, pero que se prometen mutuamente trabajar con esfuerzo hasta que al fin llegue su momento de descanso. El plano se mueve y nos muestra a ellos de espalda mirando hacia el público o la cuarta pared. Nosotros vemos cómo el público ahora es parte también de esa gran intimidad que se logra entre Sonia y el Tío Vania. En el final, las líneas de Chejov toman el comando, pero sacan todo lo que la actriz surcoreana y el director japonés ya habían transitado en la película. Las palabras finales del personaje de Sonia toman un segundo sentido ante el dolor de la pérdida del director:

SONIA. -¡Qué se le va a hacer!… ¡Hay que vivir! (Pausa.) ¡Viviremos, tío Vania!… ¡Pasaremos por una hilera de largos, largos días…, de largos anocheceres…, soportando pacientemente las pruebas que el destino nos envíe!… ¡Trabajaremos para los demás, lo mismo ahora que en la vejez, sin saber de descanso!… ¡Cuando llegue nuestra hora, moriremos sumisos, y allí, al otro lado de la tumba, diremos que hemos sufrido, que hemos llorado, que hemos padecido amargura!… ¡Dios se apiadará de nosotros, y entonces, tío…, querido tío…, conoceremos una vida maravillosa…, clara…, fina!… ¡La alegría vendrá a nosotros y, con una sonrisa, volviendo con emoción la vista a nuestras desdichas presentes…, descansaremos!… ¡Tengo fe, tío!… ¡Creo apasionadamente! ¡Ardientemente!…

Sorprendería que esta película no ganara el Oscar a la mejor adaptación de guion, ya que el trabajo de Hamaguchi y Takamasa Oe con el texto original, no solo de Haruki Murakami, sino también del libreto de Tío Vania, es extraordinario. Ni Chéjov (por razones obvias), ni Murakami participaron en la adaptación del guion, sin embargo, la cinta nos ofrece una versión extendida y elaborada de una obra en cuatro actos y un cuento de menos de cuarenta páginas, como si los autores mismos la hubieran dirigido. El texto de Chéjov se introduce en el de Hamaguchi, y el de Murakami se extiende de una forma muy natural. Los diálogos íntimos, las historias extrañas que conectan a personajes, las mujeres misteriosas que dejan a hombres preguntándose qué es lo que pasa en verdad, son algunos de los puntos esenciales en la literatura del escritor japonés.

Sin embargo, en esta entrega fílmica, a diferencia de otras adaptaciones a sus relatos, como es el caso del film surcoreano Burning (2018), el protagonista masculino obtiene una respuesta. Watari conduce a Kafuku no solo en su rutina a su teatro, también lo lleva a descifrar el enigma que era su esposa en sus charlas. Ella logra hacerle ver que Oto era capaz de amarlo profundamente, pero igualmente capaz de tener relaciones con otros hombres. La relación entre Watari y Kafuku es central en esta historia, sus diálogos motorizan la trama que sucede alrededor, a su vez que muchas veces son meros observadores de ella.

Las conexiones humanas presentes en esta película se construyen de una forma sutil, progresiva y armoniosa. Si bien puede que haya un choque cultural entre el público del este asiático y el público acostumbrado al cine hollywoodense, las palabras finales y el epílogo que nos trae a la situación pandémica nos envuelven a todos en un mismo lugar, en un punto de encuentro, el cual es el mayor logro de este film basado en diálogos: el de la esperanza por un futuro mejor, el de seguir avanzando a pesar del dolor y la tragedia. Pero esto no se vuelve un mensaje que roce el cliché, todo lo contrario, la fotografía, los planos, la construcción de los personajes, todo el aparato fílmico está al servicio de no subestimar al espectador.

THE ONE INCH TALL BARRIER

El discurso de Bong Joon Ho al recibir el Oscar en 2020 por mejor dirección fue uno de los momentos más gratificantes que se vivieron en las últimas entregas de premios. “La barrera de una pulgada de altura de los subtítulos” es lo que deben superar los espectadores, dijo el director, y eso se puede ver en esta premiación. Parasite (2019) abrió el camino para que las películas de producción extranjera no sean nominadas solamente a la categoría reductible y se reconozcan los guiones, actuaciones y diseños de producciones no norteamericanas. Este año Drive my car no es la única obra internacional en incluirse en otras categorías, The Wordt Person in the World (Noruega) también cuenta con la nominación a mejor guion original y Flee (Dinamaraca) hace historia con sus nominaciones a mejor documental y película animada.

Esa barrera de subtítulos es ampliamente superada en la mismísima Drive My Car, e incluso se pone en escena. El método plurilingüe que se propone el director Kafuku en la puesta de escena de la obra de Chéjov es algo que traspasa la ficción y hace de la misma película una obra de estas características. Los subtítulos dejan de ser la excusa para la incomunicación. La barrera lingüística se cae entre estos actores/personajes. La actriz surcoreana nos conmueve con su interpretación de Sonia a través del lenguaje de señas, como así también se conmueve el director, y esto se contrasta con la incomunicación con su esposa, a pesar de hablar el mismo idioma.

¿PARASITE CAMBIÓ realMENTE EL PARADIGMA?

Se podría decir que es casi seguro que Drive My Car gane a la mejor película internacional en la próxima entrega de los Oscar, pero difícilmente logre el mismo recorrido que la producción surcoreana Parasite (2019).

La Academia de Hollywood intenta todos los años premiar la popularidad, pero la premiación ha dejado de ser popular. Desde el 2020 con el galardón a Parasite, la institución abrió una puerta para que producciones extranjeras obtengan un reconocimiento, y a su vez la premiación recupere la popularidad que la caracteriza, ya que el film surcoreano ya había ganado entre el público. Este ida y vuelta entre la obra y el premio, no fue tal con la premiación de Nomadland (2020) el año pasado, ya que el voto popular estaba dividido, a excepción de Chloé Zhao como la mejor directora. Por eso mismo, este año es poco probable que la película japonesa obtenga el mismo resultado que Parasite, porque no cuenta con el voto popular, como sí lo hacen otras como The Power of the Dog, que a su vez es candidata a ganar mejor dirección e incluso mejor guion adaptado.

Este año, el intento de la Academia por volver popular la entrega y así obtener un alto número de espectadores, no estará por el lado de premiar films populares extranjeros, sino atraer al público twittero con la recuperación de una categoría que abrió la polémica en el 2018. Este año se abrirá la votación del público a través de Twitter con el hashtag #OscarsFanFavorite, aunque esto no será una categoría oficial. Es probable que las nominaciones de Drive My Car que exceden su categorización como film internacional no resulten en premios, pero eso no quita que el camino que inició Parasite y la necesidad de la Academia por abrirse al cine internacional, a falta de producciones locales de alta calidad, se desestimen por completo.

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