Deseo y dominación

“Babygirl” de Halina Reijn: el poder del sexo y la fragilidad del amor

El thriller erótico protagonizado por Nicole Kidman explora en la naturaleza del deseo y el consentimiento a través de una relación de dominación.

por | Ene 2, 2025

En buena parte de la película Babygirl (2024), Romy (Nicole Kidman, de premio) intenta comprender el motivo de su insatisfacción sexual, intelectual y moral. Su personaje, una ejecutiva de alto nivel de una compañía especializada en robótica, parece tener un férreo control en cada aspecto de su vida. Mucho más, cuando buena parte de su esfuerzo cotidiano consiste en dejar claro qué tan capaz es de ser igualmente eficiente en el ámbito doméstico como en el corporativo. Romy es brillante en negociaciones y organización de alto nivel, también es buena madre y esposa. Por lo que el esfuerzo de mantener ese lugar intocable e impoluto en su vida, consume su identidad y también, su percepción del futuro. El éxito, por tanto, es un límite invisible, que la sujeta a cierto espacio muy definido.

Por lo que el guion — que también escribe la directora — dedica tiempo e interés en reflexionar sobre cómo concibe Romy su poder. Una premisa intrigante que permite a la historia abarcar varios lugares distintos. Por un lado, la capacidad del personaje por tratar de entender lo que necesita para ser feliz y al otro extremo, cómo esa búsqueda, puede volverse un punto de vista codicioso y retorcido, que implique pulverizar sus propios prejuicios. La cinta profundiza entonces en la forma en que Romy intenta encontrar un lugar en que no se le exija otra cosa que simplemente entregar el control. Un pensamiento que al principio le resulta insoportable, pero que en realidad es más profundo y sensible de lo que puede suponerse.

Uno de los puntos más interesantes de Babygirl reside en el hecho de asumir la idea que hay una parte oscura e intocada en cada persona. Un lugar que pocas veces sale a la luz y que, cuando lo hace, puede ser tan destructor como vivificante. El argumento explora en la necesidad de ser comprendido, pero al mismo tiempo, en un tipo de libertad tan total, que resulta terrorífica por ser un terreno desconocido. Entre ambas cosas, la cinta enlaza la idea del placer absoluto, con la de la necesidad de ser comprendido en cada aspecto secreto posible.

Una historia retorcida y llena de belleza 

La película, que transcurre a través de un largo mes de diciembre, es sofisticada y elegante al mostrar el centro de su dilema. De la primera escena en que muestra un desnudo explícito y analiza la naturaleza del anhelo y lo erótico en una serie de imágenes rápidas, la cinta está concentrada en mostrar a detalle el motivo por el cual Romy será infiel a su esposo Jacob (Antonio Banderas). 

No se trata de un problema romántico, ni tampoco una subversión directa al mero hecho del compromiso. La trama se aleja de esas explicaciones sencillas, para profundizar en algo básico: no es la falta de amor, alicientes o calidez lo que incita a Romy a la infidelidad. Y ese elemento subversivo y extraño es la propiedad y el derecho sobre el cuerpo. Un tópico que puede parecer abstracto, hasta que la directora y guionista demuestra las posibilidades de su historia.

El argumento no es tímido al mostrar el complejo dilema al que Romy se enfrenta. Por lo que sigue al personaje en escenas incómodas y plenas de significado. Desde masturbarse con pornografía en línea, hasta encontrar la satisfacción en la transgresión. Babygirl analiza la posibilidad del deseo como una puerta abierta a terrores y éxtasis misteriosos. Pero no lo psicoanaliza ni tampoco los convierte solo en ideas. Antes que eso, la película es inusitadamente carnal y sensitiva, con escenas gráficas en las que el sexo se muestra crudo y cercano. Por lo que la vida cotidiana de Romy desaparece por minutos en una búsqueda urgente de plenitud. 

La mujer y el deseo, un giro complejo 

De hecho, Babygirl juega con el símbolo de la mujer voraz y peligrosa, del espíritu intrépido que atraviesa sus propios temores para encontrar el placer. Eso, cuando Romy accede a una relación de sumisa, en la que se convertirá en un objeto del deseo y se permitirá perder todo el control y el poder, que ejerce en otros espacios de su vida. El debate sobre el sexo en Babygirl no es de naturaleza intelectual, sino que es una interpelación a cómo se concibe el deseo femenino y bajo qué ámbitos, se puede explorar. 

De modo que la directora imagina el lado más salvaje de Romy. En sus encuentros sexuales no tiene medida, pierde el pudor y se hace cada vez más sincera en su anhelo. En la medida que el personaje es libre y es objeto del deseo, puede asumir su propio lugar en el mundo, más allá de los requerimientos de la sociedad. La película aborda lo femenino más allá de la idealización. Sobre todo, a través de un análisis simbólico de las desigualdades en la percepción del sexo. Lo que le permite reconstruir el tópico sobre la mujer elemental y lo transforma en algo mucho más complejo, a través de un personaje que no se atiene a los habituales estereotipos acerca de la mujer. 



Aunque Babygirl no busca sermonear, no puede evitar ser una reflexión acerca de la importancia del sexo, la libertad, la individualidad y la búsqueda de un espacio vital e intelectual de enorme importancia para la mujer. Por lo que Romy es una nueva forma de personaje que sostiene la cualidad de ser arrolladora y vulnerable a la vez, como una idea que sobrepasa la construcción social y se convierte en un escenario por completo nuevo. El punto más relevante de una película esencial para comprender el cine 2024. 

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