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Anora: Por qué la película de Sean Baker merece el Oscar y todos sus premios

Al igual que cada año, la ganadora del Oscar fue diseccionada y criticada, poniendo en tela de juicio si es digna del premio de la Academia.

por | Abr 18, 2025

Todos los años surge la misma conversación alrededor de la ganadora de los Oscar: si la película en cuestión resistirá la prueba del tiempo. Ya sea que se trate de un título muy popular o de una tapada, el mismo debate se repite una y otra vez, poniendo en tela de juicio la calidad de la película en función de su “recordabilidad”.

Anora (2024) no fue la excepción, y ya desde antes de la entrega de premios se intuía un discurso muy dividido entre quienes la consideraron una obra maestra y los que la vieron como una más del montón, sin cualidades suficientes como para alzarse con el premio de la Academia.

Mucho menos, con los 6 reconocimientos que se llevó, convirtiendo a su director Sean Baker (también guionista, productor y editor de la película) en el ganador con más victorias en una sola noche desde Walt Disney en 1954… y el primero en la historia en ganarlos por una sola película.

Lo curioso es que la película que disparó la popularidad del cineasta fue -precisamente- The Florida Project (2017). Una exploración sobre las carencias de una vida en los márgenes del lugar más feliz del mundo. La cámara se Sean Baker seguía el día a día de una madre soltera y su pequeña hija en un motel de mala muerte con ínfulas de castillo en Orlando.

En el rol de encargado el hotel, un brillante Willem Dafoe -que fue nominado a Mejor Actor de Reparto en los Oscar ese año- sobrevolaba las vidas de las protagonistas, mientras cumplía tareas de mantenimiento y cuidaba de sus inquilinos más desfavorecidos. Un cuento sin hadas, pero con personas compasivas y otras que hacían lo posible para sobrevivir en las circunstancias más adversas.

Los olvidados por la sociedad son los personajes preferidos de Sean Baker, con especial interés por las trabajadoras sexuales. Según él, narrar sus historias ayudaría a remover los estigmas aplicados a la profesión más antigua del mundo.

Bajo esta visión, el director descubrió que en el submundo de la prostitución se hallan millones de historias para contar. Historias humanas que, él espera, reflejen conflictos universales. Así lo declaró cuando ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, pavimentando su camino al Oscar.

Pero hasta que Anora no estuvo nominada a los Premios de la Academia, no se pusieron bajo la lupa del ojo público los temas de la película, las declaraciones del director y su protagonista, las decisiones de la actriz y productores en el set, la supuesta apología de la prostitución y todo lo que tenía para decir cualquiera que tuviera una conexión a internet.

En PopCon, elegimos a Anora como una de las mejores películas del año pasado y predijimos sus nominaciones, incluso su victoria en los Oscar. Pero una vez que la película comenzó a sonar fuerte en la temporada de premios y reestrenó en los cines, fue debatida hasta el hartazgo por mucho más que sus cualidades cinematográficas. Los días siguientes a los Oscar, el discurso en las redes sociales giró en torno a la moral de la historia, algo como lo que ocurrió en su momento con Poor Things (2023).

La historia de Anora, que muchos interpretaron como básica y sin matices, tiene en realidad una gran amplitud de lecturas para ofrecer. En primer lugar, la lucha de clases. La película habla -antes que nada- de las diferencias sociales insalvables entre la protagonista y su “príncipe encantado”, donde no hay finales felices posibles, no hay calabazas que se convierten en carrozas, hadas madrinas ni zapatos de cristal. Y mucho menos, ascenso social.

Anora es, precisamente, el anti-cuentos de hadas perfecto. Una protagonista marginal que sueña con mejorar su suerte casándose con un joven príncipe moderno, alguien que le promete todo lo que nunca podrá llegar a tener. Sean Baker juega con el tropo del clásico cuento de princesas y castillos, en una historia trágica y cargada emociones intensas en la que Ani incluso se compara con “Cenicienta o alguna mierda así”.

El director neoyorquino retrata la felicidad y la suerte como lo que son: una cuestión de clase. Especialmente en un presente como el nuestro, en un mundo cruel que nos vende desde muy chicos fantasías inalcanzables, en la sociedad del sálvese quien pueda. Pero Baker sabe que nadie se salva solo. Y así, con esa mezcla de cinismo y ternura, cuenta las historias más dolorosas y necesarias.

Antes de los Oscar, solo se escuchaban y leían elogios para Anora. Cuando fui a verla al cine, allá a principios de año, me encontré con algo todavía mejor de lo que esperaba. Las expectativas ya eran altísimas, pero también el miedo de estar ante otra película inflada por Cannes y los críticos de turno.

Por el contrario, Anora me emocionó hasta las lágrimas, me dio una de esas películas que te transforman y te cambian la vida. De esas que cada vez, a medida que vamos creciendo, se hacen menos frecuentes y se van volviendo cada vez más preciadas. Anora encuentra lo extraordinario en medio de lo ordinario, nos muestra una New York casi irreconocible desde sus márgenes y revierte todos los tropos del género con un guion que se sostiene en la genialidad de sus interpretaciones.

Anora baila y sonríe, mientras le brillan el pelo y las uñas, con un himno pop como telón de fondo. Pide que la llamen Ani, trabaja de noche, vende fantasías, charla con amigas y vuelve a su casa. Se queda dormida en el transporte público, fuma en la escalera, se pelea con su roommate. Ani brinda una perfo, ofrece su cuerpo, pero pone límites. Parece inteligente, experimentada, independiente, hermosa y empoderada. Parece todo menos ingenua.

Pero Ani es una chica. Y las chicas nos enamoramos. Vestimos armaduras de guerreras fuertes e independientes, luchamos contra dragones y derrotamos villanos, pero en el fondo también soñamos con ser una princesa de Disney. Lo damos todo y a veces no pedimos nada, nos olvidamos de poner límites y de nosotras mismas. Ani es todo eso y mucho más, es un personaje tan realista que se asemeja a una persona, en su complejidad y en su simpleza.

Ani busca reclamar su agencia en una sociedad que la olvidó, que nunca le regaló nada, ni siquiera el derecho a existir y ser respetada. También opera como retrato de su generación, traicionada por el sistema, abandonada a su suerte. Pero con una tenacidad y conciencia de su propio valor individual que en el pasado era interpretado cono soberbia y aplacado a fuerza de vergüenza. Ani sabe que tiene derechos, y los exige. Pero su lugar en el mundo se los niega.

Como cineasta independiente, Sean Baker siempre eligió narrar estas historias, y se mantuvo fiel a su visión hasta que el mundo eligió premiarlo. Su esposa, socia y directora Samantha Quan comparte esa búsqueda y lo acompaña a llevar a cabo su visión. Pero el director no tiene ninguna intención de adaptarse a los cánones de Hollywood ni de pasarse a un cine más comercial: valora demasiado su libertad. Y también milita el cine en el cine, como muchos de sus colegas en una cruzada cada vez más activa.

“Este es mi grito de batalla: Cineastas, sigan haciendo películas para la pantalla grande. Sé que yo lo haré.”

Actualización

Mikey Madison, por su parte, trabaja solo en proyectos que la interpelan y ya rechazó sumarse al universo de Star Wars junto a nombres de la talla de Ryan Gosling y Shawn Levy. También se rumoreaba que se sumaría a Reptilia, un thriller fantástico del director brasileño Alejandro Landes, donde interpretaría a una sirena, junto a Kirsten Dunst en el protagónico.

Por ahora, está confirmado que la veremos en The Social Reckoning (2026), la secuela de The Social Network (2010) que estará a cargo de Alan Sorkin, guionista de la original ahora además en la silla de director. También podemos verla en La dama del lago (2024-), una serie de Apple TV+ protagonizada por Natalie Portman. Y está rumoreada su participación en The Masque of the Red Death (2026-), un drama de época ambientado en un reino medieval azotado por una plaga, escrito y dirigido por el novel cineasta y actor independiente Charlie Polinger.

Tanto actriz como director podrían transar con Hollywood y cobrar cachés extraordinarios gracias a sus premios, pero prefieren seguir haciendo el arte que los moviliza e interpela. Nosotros, del otro lado de la pantalla, agradecidos. 

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Ana Manson

Editora