Una joven mujer tucumana concurre junto a su madre a la guardia del hospital por un fuerte dolor abdominal. Luego de ser atendida y de que le hagan las preguntas de rigor la mujer va al baño, y cuando la enfermera la va a buscar la encuentra con una pérdida de sangre vaginal. El médico que la revisó primero la deriva para que sea atendida por un ginecólogo de urgencia, y acto seguido se acerca a conversar con la policía.
Instantes después la policía irrumpe en el quirófano en el que la mujer está siendo atendida, y sin escuchar al profesional presente, la acusan de haberse realizado un aborto y le comunican que va a ir a la cárcel mientras la esposan a la camilla. Todo esto sucede en los primeros minutos de Belén (2025), que instalan de manera muy cruda y precisa lo que será el conflicto desencadenante de la película.

Esta introducción está ejecutada en un plano secuencia que es técnicamente impecable, pero que además cumple con un propósito narrativo muy claro: hace sentir en el cuerpo lo injusto y lo inhumano de la cadena de acontecimientos que llevaron a que Belén (Camila Plaate, que fue premiada en San Sebastián por esta interpretación) quede presa durante tres años por sufrir un aborto espontáneo.
Lo que sigue es el derrotero de una mujer que tiene que demostrar su inocencia frente a un sistema que no le dio ninguna oportunidad, empeñado en creerla culpable desde el principio aún sin tener pruebas. Pero también es la historia de la abogada feminista (Soledad Deza, en la piel de una Dolores Fonzi que brilla delante y detrás de cámara) que toma conocimiento del caso y decide hacerse cargo del mismo en pos de liberar a Belén, y conseguir así que se haga justicia.

La lucha feminista en una actualidad hostil
Hay un paralelismo muy evidente entre el recorrido de Soledad y el de la película misma. Soledad luchó por una causa que tomó estado nacional gracias al movimiento feminista, pero antes de eso tuvo enfrentar el escarnio de una sociedad ultraconservadora que se apuró a condenar a Belén igual que lo hizo la justicia, la cual por otro lado no paró de ponerle palos en la rueda para entorpecer su trabajo.
Belén película, por otro lado, se estrena en un momento en el que el feminismo ya no cuenta con un consenso generalizado de respaldo, en el que se vuelven a dar discusiones que ya se creían saldadas, y eso la hace mucho más valiosa y valiente en su alegato.

“No olviden jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados”
Esta famosa cita de Simone de Beauvoir parece hoy una afirmación más cierta que nunca. El alzamiento de los movimientos de derecha en Argentina y en el mundo, acompañados de fenómenos sociales más recientes que cobraron nombre propio como es el caso de los incels, han contribuido a que en los últimos años se haya demonizado la causa feminista y las conquistas del movimiento.
El mismo presidente argentino ha vapuleado al feminismo en numerosas oportunidades y ha llegado a calificar a la interrupción voluntaria del embarazo de “asesinato agravado por el vínculo”, que es exactamente el nombre de la causa por la que condenaron a Belén.

En este contexto en el que dar pelea no es igual a lo que fue hacerlo en 2018, una película como Belén nos recuerda lo diferente que era la experiencia de las mujeres en relación al aborto antes de 2021 (año en que se promulgó la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, también conocida como IVE), y lo importante que es contar estas historias en una realidad cada vez más hostil, en la que ningún derecho puede ni debe darse por sentado.
La elegida para los Oscars
La batalla cultural se viene dando en muchos frentes, y alcanzó al cine argentino igual que al feminismo. Por eso, que la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina (AACCA) haya seleccionado a una película como Belén para representar a la Argentina frente al mundo en los Oscar y en los Premios Goya cobra otro peso desde lo simbólico. Es una forma de dar la lucha, de discutir ese retroceso que se nos quiere imponer en materia de derechos y de valores, y de decirle al mundo que estas historias son necesarias y merecen ser contadas, hoy más que nunca.

Belén es, en definitiva, una película testimonial sobre un caso real que sacudió a la sociedad y a la justicia de nuestro país, pero que cruzó las fronteras para convertirse en el símbolo de una causa en muchos países más. En ese sentido, el recorrido que hace Soledad en la película es muy similar al de Julio Strassera en Argentina 1985 (2022), películas que comparten muchos puntos en común en términos de estructura narrativa y abordaje.
Además, Argentina 1985 (dirigida por Santiago Mitre, quien es pareja de Dolores Fonzi) fue la última candidata argentina a los Oscar como Mejor Película Extranjera. Esperemos entonces que se siga escribiendo, tal vez, la lista de coincidencias entre ambas películas.
El cine como espejo del cambio
Belén está inspirada en Somos Belén, el libro de Ana Correa sobre el caso de esta mujer que se hizo conocida públicamente bajo un nombre ficticio con el fin de preservar su verdadera identidad. Belén fue encarcelada en 2014 y absuelta en 2017. Su historia coincidió cronológicamente con dos movimientos feministas fundamentales: el #NiUnaMenos (activismo contra la violencia de género) y la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito, que culminó en la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE).

La película retrata muy bien el crecimiento de ese movimiento que comenzó con muy pocas mujeres a las que, tímidamente al principio y masivamente después, se le fueron sumando muchas más. Mujeres que hacían de esa causa de nombre inventado -y, por lo tanto, perteneciente a todas-, una bandera con la cual reclamar no solo justicia si no el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos.
Belén supera lo particular del caso para hablar de la importancia de la organización colectiva como forma de transformar la realidad, y emociona la forma en la que elige hacerlo.

Antes de 1947 las argentinas no podían votar.
Antes de 1971 las argentinas no podían tener cuentas bancarias a su nombre.
Antes de 2021 las argentinas podían ir a la cárcel por abortar.
El cine nos va a seguir recordando de dónde venimos y lo mucho que nuestras vidas pueden cambiar gracias a la lucha de quienes decidieron no bajar los brazos.
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