Ambientada en 1866, a finales de la Guerra de la Triple Alianza, El Escuerzo (2024) parte de un dato trágico y silenciado en nuestra historia: la desaparición de gauchos, forzados a estar al frente en el campo de batalla por un gobierno que, sin escrúpulos y sin importar la manera, conseguía hombres para mandar a luchar en su nombre. Este es el drama que vive Venancio (Cristóbal López Baena) tras la desaparición de su hermano mayor. Como si esa realidad no fuese lo suficientemente terrible, un accidente en apariencia insignificante con un escuerzo lo lleva a creer que ahora carga con una maldición.
Basada muy libremente en el cuento homónimo de Leopoldo Lugones, estamos ante una película que podríamos reconocer como nacida del encuentro entre varios géneros. Porque este western argentino tiene bastante de road movie, literalmente mostrando el viaje que hace Venancio en la búsqueda del paradero de su hermano. Al mismo tiempo, es una aventura surrealista en donde en boca en boca se convierte en leyenda, y la leyenda da paso a la locura.
Soldados, clérigos, chamanes e inclusive amores se cruzarán en el camino del joven, mostrando cómo la fe, política y el amor lo irán formando como hombre. Pero la mirada del propio Venancio nos llevará a preguntarnos qué cosa es real, qué es superstición, y cuál es el destino de aquel que se metió con fuerzas para las cuales el pensamiento racional no encuentra explicación.
–“¿No sabes que es un escuerzo –replicó en tono misterioso mi interlocutora– y que este animalito resucita si no lo queman? ¡Quién te mandó matarlo! ¡Eso habías de sacar el fin con tus pedradas! Ahora voy a contarte lo que le pasó al hijo de mi amiga la finada Antonia, que en paz descanse.”
El escuerzo, Leopoldo Lugones
Decir que la ópera prima de Augusto Sinay es una película ambiciosa es quedarse corto. Si bien en los últimos años hemos disfrutado grandes títulos del cine de terror folk argentino como Muere Monstruo Muere (2019) o la internacionalmente ovacionada Cuando Acecha la Maldad (2023). En este caso, la labor de Sinay esconde una tarea de investigación enorme, resaltando una sensación de realismo que, al ser atravesada por la fantasía, da lugar a que la intervención se sienta más contundente. Incluso cuando esa realidad puede resultarnos tan distante.
PopCon estuvo presente en el Festival de Cine de Terror Etreum 2024, en donde El escuerzo fue proyectada por primera vez en Buenos Aires junto a buena parte de sus realizadores y elenco. Terminada la función, compartieron con su audiencia anécdotas del rodaje, así como también las dificultades que se presentaron durante la producción. Durante los siete años dedicados tan solo a su guion, el principal foco estuvo en la búsqueda de autenticidad a la hora de recrear el contexto histórico, desde el vestuario hasta las costumbres de la Córdoba colonial.
Uno de los mayores retos fue descifrar el lenguaje coloquial de la época, del cual no hay muchos registros, debido al analfabetismo en las zonas rurales. Al fin y al cabo, de este obstáculo dependía algo tan básico como los mismos diálogos. Fue a través de escaso material de archivo en donde se encontraron textos periodísticos, algunos libros y cartas que resultaron la base del trabajo de reconstrucción.
Un viaje surreal
Uno de los aspectos más logrados de la película está en las herramientas narrativas de las que hace uso. El complejo trabajo visual que utilizan se vuelve casi fundamental para representar esta aventura de un joven al que acompañamos cuando abandona por primera vez el hogar materno.
Mientras más nos adentramos en la historia, aquel incidente aparentemente insignificante que Venancio tiene con el escuerzo, va ganando poder de la misma forma en que lo hacen las leyendas. Empieza como un murmullo, con imágenes que inquietan al pasar. Pero los signos de que quizá no todo sea simple superstición se multiplican medida que su escepticismo se afloja y cae en un peligroso espiral.
Sinay no limita el peso de la autenticidad histórica al guion, sino que continúa incorporando elementos identitarios de nuestra cultura como lo es la pintura tradicional. De esta manera, la fotografía aparece fuertemente influenciada por los motivos gauchescos, los paisajes y las escenas costumbristas. Por más que no tengamos un conocimiento detallado de nuestro legado pictórico como pueden ser los nombres de los artistas, es fácil reconocer ciertos aspectos como sus paletas de colores o sus personajes.
Igual de cuidado es el uso del sonido para crear sus climas y reflejar la psiquis del protagonista. Es a través de lo que oímos en donde la presencia de todo lo que representa el escuerzo va ganando fuerza. Es una sensación de acecho constante que no se empeña en mostrar, pero que resulta contundente. Sinay hace uso del sonido para recordarnos de la presencia de dos terrores que puede no sean tan distintos uno del otro: por un lado, la guerra de gobernantes que desconocen a quienes luchan en su nombre. Por el otro, cómo las creencias que el mismo hombre construye van ganando poder cuando nos sometemos al miedo.
Un futuro prometedor para el cine de género
Sorprende que sean tan las pocas ocasiones en que hemos visto lo heredado de la tradición oral en pantalla. Cuando son bien aprovechadas, aquellas leyendas autóctonas nos recuerdan su riqueza. Es el caso de Leonardo Favio y el mito del lobizón en Nazareno Cruz y el Lobo (1975), o cómo Armando Bo nos mostró al terrible Pombero en Embrujada (1976), ambas películas emblemáticas dentro de nuestro legado cinematográfico.
El escuerzo hace lo suyo con una leyenda ficticia basada en el cuento de Lugones. Explorando la forma en que las creencias pueden resultar (para bien o para mal) transformativas, utiliza el realismo mágico tan característico de la literatura latinoamericana. Así como Guillermo del Toro lograba mostrar la crudeza de la guerra civil española y el escapismo a través de la fantasía en El laberinto del fauno (2006), Sinay lo logra desde un lugar más desconcertante y pesimista, en un cuento moderno igual de atrapante y con gusto borgeano.
El escuerzo es una de esas películas en donde el minucioso trabajo detrás de cámara se transmite completamente en aquello que terminamos viendo en la pantalla. Desde el excelente trabajo de casting, que fue todo un logro al encontrar a un actor como López Baena, que -a pesar de su edad y el estar llevando su primer protagónico en cine- se carga la tarea sobre el hombro exitosamente y con total naturalidad. Su Venancio es silencioso, pero los diálogos no hacen falta cuando se logra transmitir tanto con el simple uso de la mirada.
Igual de prometedor resulta el futuro como cineasta de Sinay, cuya pasión es palpable en el producto de esos más de diez años trabajando en esta historia. Llegados los créditos, deja la sensación inequívoca de tener todo el potencial de unirse a las grandes ligas de algunos de nuestros mejores guionistas y directores. Al menos, deja hambre de más. Dan ganas de ver a dónde nos llevará la próxima vez que su nombre sea suficiente motivo para ocupar una butaca.
El recorrido arrasador de El escuerzo por diversos festivales y los varios premios que lleva ganando es un paso lógico para una película que apareció silenciosamente, pero se convirtió en una de las mayores sorpresas del 2024. Esta coproducción argentino-española es sin duda uno de los nuevos grandes exponentes del infravalorado género fantástico y de terror local. Así como también de nuestro cine federal. Este mes de Enero es posible verla todos los sábados en el Cine Gamount.
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