La primera película de la escritora y directora Celine Song estrenó a mediados del 2023 en Sundance y, desde el inicio, cosechó excelentes críticas, llegando a ser considerada uno de los mejores debuts del festival en años. Con un claro sesgo autobiográfico, la película sigue las vidas de Na Young (Greta Lee) y Hae Sung (Teo Yoo). De niños eran compañeros de clase en Corea del Sur y ya entonces se gustaban, pero Na Young y su familia se mudan a Canadá y pierden el contacto.
No volverán a encontrarse hasta 12 años más tarde. Como muchos inmigrantes asiáticos, Na Young eligió para sí misma un nombre occidental, Nora. Y es ahora una asimilada estudiante y aspirante a escritora en Nueva York, cuando por casualidad descubre que Hae Sung trató de encontrarla sin éxito. Mensaje privado de Facebook mediante, comienzan una amistad basada en llamadas por Skype en los horarios que las 14 horas de diferencia les permiten.
Para sorpresa de nadie, las conversaciones llenas de glitch y cortes de internet pronto renuevan los sentimientos que creían haber dejado atrás al despedirse al pie de una escalera. Sin embargo, es una relación frustrada desde un inicio: Hae Sung está a punto de partir en un viaje a China y Nora tiene una residencia para escritores en Montauk (donde transcurre Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, le dice ella tratando de ayudarle a visualizar el lugar, pero él no vio la película). Nora, frustrada por la distancia y los sentimientos que no se pueden concretar, le pide dejar de hablar por un tiempo.
Otros doce años pasan y Nora está casada con Arthur (John Magaro) un escritor judío de Nueva York a quien conoce en su residencia literaria. Se despierta en su departamento neoyorkino y sale a encontrarse con Hae Sung, quien voló a los Estados Unidos por vacaciones. Un par de horas con él le llevan a confirmar que está ahí por ella. En la última noche de Hae Sung, los tres van a cenar juntos, volviendo a la primera escena de la película, en la que unas chicas al otro lado del bar intentan imaginar cuál es la historia detrás del grupo.
En muchos sentidos, Past Lives es una película pequeña. No solo por su presupuesto o por su naturaleza indie. Tampoco por lo reducido del elenco, casi enteramente compuesto de tres personajes, ni por los extensos silencios. Lo que la hace una película pequeña es su atmósfera íntima y su ausencia absoluta de espectacularidad. No hay grandes gestos románticos, no hay declaraciones a la llegada del año nuevo ni besos que quiten el aliento. A la vez que los cines presentan la comedia romántica Anyone but you, protagonizada por dos estrellas hollywoodenses súper hegemónicas, los personajes de Past Lives son completamente normales.
Pero que sea una película pequeña no quiere decir que no tenga mucho que decir. Es una historia sobre el amor, es cierto, pero sobre la vida. Sobre el amor de una vida. O de varias vidas. Es un triángulo amoroso en el que no es claro quién está de más. La respuesta obvia parece ser Arthur, el esposo con el que Nora se casó para obtener la ciudadanía en los Estados Unidos. Después de todo, Hae Sung y Nora tienen una historia que va más allá del tiempo y del espacio. Una historia que se remonta a cuando ella era Na Young. Pero ese es quizás el argumento más fuerte en contra de Hae Sung. No es casualidad que, al intentar reconectar con su noviecita de infancia, no pudiera encontrarla: Nora ya no es Na Young.
Un tema recurrente a lo largo de la película es el concepto coreano de in-yeon, similar a la idea de destino, que plantea que para que dos personas se casen deben haber coincidido en 8000 vidas pasadas. En una escena hacia el final de la película, en un diálogo a medias entre coreano e inglés -porque ninguno maneja del todo el idioma del otro-, Hae Sung le dice a Arthur que ellos dos también tienen in-yeon. Que también hay capas sobre capas de vidas en las que ambos estuvieron conectados.
Para Nora, su relación con Hae Sung tiene ese gusto a casa que tantos inmigrantes podemos reconocer fácilmente: él es la única persona, aparte de su mamá, con la que habla en coreano. Todo en él evoca una identidad que ha ido perdiendo en sucesivas vidas lejos de Corea. “Él es tan coreano” le dice a Arthur poco después de reencontrarse, a lo que su marido responde poniéndose a la defensiva. No es como sus amigos coreano-americanos, dice ella.
Y no lo dice explícitamente, pero está claro que tampoco es como ella. Los sentimientos de nostalgia por ese amor infantil se mezclan entonces con el dolor por la vida que no fue, la vida pasada, la que terminó cuando aterrizó en Canadá. Para Na Young, el amor de su vida es Hae Sung. Para Nora, esa una pregunta a la que deberá buscar respuesta.
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