El corazón sobre todo

Jerry Maguire: el antídoto de Cameron Crowe contra el cinismo, en retrospectiva

La película del realizador, protagonizada por Tom Cruise, no pierde vigencia a 26 años de su estreno y en esta nota te contamos por qué.

por | Feb 22, 2023

Jerry Maguire: el antídoto contra el cinismo de Cameron Crowe, en retrospectiva

Cuando Jerry Maguire (Tom Cruise) le declara su amor a su esposa Dorothy (Renée Zellweger) en la película de Cameron Crowe que lleva su nombre, es imposible no recordar dos frases icónicas de ese instante. Por un lado, “You complete me”. Por el otro, “You had me at Hello”.

La primera, dicha por Jerry, es un guiño al momento en que decidieron con Dorothy, casi sin conocerse, patear el tablero juntos y empezar profesionalmente de cero. La segunda, es la catarsis que hace la joven no solo por el impacto de todo lo que su esposo le profesa sino también por la incertidumbre en la que estuvo sumida por meses de distanciamiento.

Asimismo, ese monólogo de Jerry tiene otra frase que vale la pena rescatar. Ese agente deportivo que sintió en carne propia la desilusión le expresa a su esposa cómo todos “vivimos en mundo cínico” y trabajamos “con competidores duros”, antes de manifestarle que es ella su pieza faltante.

A 26 años de su estreno, Jerry Maguire sigue siendo, independientemente de las inspiraciones que tomó para su estructura narrativa, una obra que alude -sin necesidad de disimular su sensibilidad- a lo díficil que es hallar lo genuino en un universo que está contaminado, que ocasionalmente nos empuja a desconfiar, a desviarnos de nuestro objetivo o, mejor dicho, a tener un objetivo a secas para ser “alguien”.

Un nuevo ciclo

La llegada de un nuevo año propulsa, en la mayoría de los casos, el balance sobre el año que despedimos, una tentación que nos hace medir esos 365 días en éxitos y fracasos, dependiendo de la mentalidad de cada factótum. De esta forma, las preguntas nos aplastan como una avalancha e incluso las agendas nos interpelan al llegar a la última página.

¿Acaso logré todo lo que me propuse? ¿Qué me quedó fuera de la lista? ¿En qué cosas mejoré en relación al año previo? ¿Por qué tengo que agradecer? ¿En qué tengo que poner más empeño? ¿Cómo debería encarar lo que se viene?

Si bien es una experiencia introspectiva -y también necesaria-, los balances son intensos. Si dejamos a un costado la vida personal, allí se asoma la laboral para hacernos pensar y repensar, como en un ciclo infinito, con la exigencia sobrevolando cada paso que se ha dado o bien cada ítem al que no se le pudo poner esa tranquilizadora tilde al costado.

Jerry Maguire: el antídoto contra el cinismo de Cameron Crowe, en retrospectiva

Jerry Maguire (1996) comienza con un hombre que lo tiene todo. Es representante de deportistas en una de las agencias más reconocidas de los Estados Unidos, está comprometido, tiene un plan que le está funcionando sin disrupciones, es “exitoso”. Pero Jerry, como todos, no es una isla y trabaja -como él mismo lo verá tiempo después- en ese mundo de “competidores duros”. Y en ese mundo siempre hay alguien que está moviendo los hilos.

En su caso, son sus jefes, quienes mandan al protegido de Jerry, Bob Sugar (Jay Mohr) a despedirlo. Incrédulo, Jerry mira el agua que yace dentro de su vaso como si estuviera viviendo una experiencia paranormal. Como si lo que allí está aconteciendo fuera irreal. En cambio, el protagonista se choca, a sus 35 años, con lo más real posible: la decepcion.

No quiero guardar nada, no quiero callar más

Hasta ese momento bisagra, la vida de Jerry se desarrollaba como una ecuación matemática, con la filosofía de “si hago esto, entonces me conducirá a esto otro”, como si el factor humano (o inhumano, para el largometraje de Crowe) no fuera definitorio y él fuera a estar exento de lo impiadoso del capitalismo.

Ya lo dijo una vez el escritor David Foster Wallace: “Yo valoro mucho mi condición de ser un ser regular”. Esa valoración es la que nos recuerda diariamente que -aunque estemos en lo más alto de nuestros objetivos- hay cosas que están fuera de nuestro control. Y eso asusta. Jerry, de hecho, entra en pánico y -en una lucha frenética por retener a sus clientes- descuida al que sería el más importante, al que se queda a su lado porque ve que él es mucho más que un traje.

Nada personal

En el camino a ese único deportista que queda en línea, se suman más decepciones y se le presenta, clara como nunca antes, la ingenuidad con la que había estado moviéndose en un microclima de tiburones, en un contexto donde la plata, donde los entramados empresariales, pesan por sobre cualquier relación.

El famoso “No es personal, son negocios”. Pero si Jerry fue ingenuo es porque nunca fue como ellos y, al quedarse solo, lo vamos conociendo en profundidad, sobre todo cuando toma coraje y escribe ese “mission statement” en el que expone su deseo de ámbito de trabajo ideal: uno que priorice los vínculos, porque son ellos los que generarán mejores resultados en la cancha. Maguire no se calla, pero sí paga el precio.

En una oportunidad, iba caminando con un amigo a quien le compartía mi noción del lugar al que quería llegar a nivel profesional. Fue hace años, pero Jerry Maguire siempre logra retrotraerme a ese momento y a cómo, aunque quisiera evadirlo, era imposible no establecer ciertas metas para mi vida. Hoy, mientras escribo esto en el primer día de un nuevo año, advierto algunas cosas de ese proceder.

Primero, que sigo sin poder escapar de la necesidad de trazar planes (solo que ahora soy consciente y veo cuándo es conveniente). Segundo, que todo lo que me estaba proponiendo no consideraba el factor del ingreso de un tercero que pudiera subir o bajar el pulgar. No estoy sola en el mundo. No soy una isla. Van a decepcionarme. Tercero, que aunque haga mis balances laborales y -como Jerry– crea que vivimos en un mundo cínico, también considero que el tiempo es valioso.

Jerry Maguire: el antídoto contra el cinismo de Cameron Crowe, en retrospectiva

Por lo tanto, cuando me pregunto sobre el lugar al que quiero llegar, contemplo mi propio rol en el gran esquema. Ahora hay solo palabras en un papel o en una computadora. Eso es lo que vale. La palabra. Lo demás, me excede.

Eso, a su vez, es lo que me conmueve de Jerry Maguire (película y personaje), no solo cómo se entrega a la cursilería sin restricciones, sino también cómo nos interpela sobre el valor del amor y la amistad en la cotidianidad, aquello que Jerry daba por sentado en la vorágine de los planes y la puja por ese Santo Grial que no es más que una quimera.

Sobre el final de la película, ya con su propia empresa sostenida a pulmón, con Rod (Cuba Gooding Jr.) todavía como su cliente estrella y con Dorothy y su hijo demostrándole qué es lo que realmente importa, Jerry, como en todo su derrotero, recuerda las palabras que le dijo su mentor, Dicky Fox (Jarred Jussim), personaje que iba a ser interpretado por el gran Billy Wilder:

“No tengo todas las respuestas. En la vida, para ser honesto, fallé tanto como triunfé, pero amo a mi esposa, amo mi vida, y te deseo la misma clase de éxito”.

El balance perfecto para un mundo que no está en nuestras manos, salvo por algo clave: cómo nos comportamos con el otro. Jerry lo toma al pie de la letra, agradece tácimente ese despido inesperado y todo lo que le trajo, y en el último fotograma del largometraje en el que lo vemos no está trabajando, en oposición al inicio, en el que medía sus logros exclusivamente en función de su carrera.

Por el contrario, Jerry está disfrutando de una salida con Dorothy y el pequeño sabio Ray (Jonathan Lipnicki) y ratificando aquello que le dijo a su esposa cuando tuvo su primer gran triunfo por fuera de la agencia que lo descartó.

“Nuestro pequeño proyecto, nuestra compañía, tuvo una gran noche, pero no estuvo ni cerca de sentirse completa porque no pude compartirla con vos”. El abrazo en el momento justo. El antídoto contra el cinismo. Lo simple que nos lleva más lejos y nos sostiene en cada salto al vacío. El ser libre. Now I’m free, I’m free fallin’.

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Milagros Amondaray

Más de 20 años de experiencia en crítica de cine y TV, redacción y edición editorial en medios digitales e impresos.