Cuando Mike Flanagan irrumpió en Netflix con su primera miniserie para la plataforma, The Haunting of Hill House (2018), una extraordinaria adaptación de la novela de Shirley Jackson, en cierto modo estaba anticipando el comienzo de una saga (en espíritu) con temáticas afines. Alejado del tono más indie de sus películas Absentia (2011), Oculus (2013) y las excelentes Hush (2016) y Gerald’s Game (2017), Flanagan estaba abriendo un universo en el que el terror gótico, las reflexiones sobre la fe, los duelos, y las familias desmembradas se entrecruzaban para generar una obra homogénea en temática y estilo, si bien un tanto despareja en sus resultados. Con The Haunting of Hill House, el showrunner puso la vara altísima, al punto tal de que la recepción tibia que tuvo The Haunting of Bly Manor (2020) parecía estar ligada a las comparaciones con la miniserie que la precedió. Luego, llegó la ambiciosa Midnight Mass (2021) con la que Flanagan se emancipaba de grandes autores como Jackson y Henry James, y finalmente este mes estrenó en Netflix The Midnight Club (2022), su traspolación de la novela de terror young adult de Christopher Pike en la que aborda temas ríspidos apuntalado por Leah Fong.
Si hay algo que caracteriza al realizador es su atención al detalle, su concepción minuciosa de esos mundos que resultan imposibles de habitar y, al mismo tiempo, fascinantes a la hora de la contemplación. Por lo tanto, la música, un componente central, tampoco quedó librada al azar y aquí repasamos cinco canciones significativas para los relatos de cuatro miniseries indelebles.
“I Shall Believe” (Sheryl Crow)
Sheryl Crow sí que supo cómo ingresar al mundo del rock pop pisando fuerte. Su álbum debut, Tuesday Night Music Club (1993) es simplemente brillante, con el single “All I Wanna Do” como una mera prueba de todo lo que la artista tenía para dar. Asimismo, el disco concluye casi con un susurro, con esa balada angustiante titulada “I Shall Baby” mediante la cual Crow implora que el amor de su vida se haga presente, que no la abandone. “Tú sostienes la llave”, canta en un tramo, como si se le quebrara la voz. Flanagan y los productores musicales de The Haunting of Bly Manor eligieron el tema de Crow nada menos que para el clímax de la miniserie, para su gran final, todo un indicio del objetivo que el showrunner siempre tuvo con la adaptación de The Turn of the Screw (1898). Nunca se trató de la historia de una niñera, Dani (Victoria Pedretti), que descubre secretos aterradores de la familia Wingrave, o al menos no en su totalidad. El corazón de la miniserie reside en el vínculo romántico que entabla la joven con la jardinera de esa casa, Jamie (Amelia Eve), y en cómo éste se mantiene firme hasta un final desolador en el que la canción de Crow da en la tecla con una letra poderosa que empieza con una frase ídem: “Ven hacia mí ahora”.
“Good Riddance (Time of Your Life)” (Green Day)
The Midnight Club, la flamante ficción de Flanagan (y probablemente la única para Netflix que se corra del formato miniserie ya que se aguarda confirmación de una segunda temporada) es la primera del showrunner en estar protagonizada por un elenco juvenil en el que se destaca Ruth Codd. La actriz interpreta a Anya, una paciente terminal que vive en el hospicio Brightcliffe donde acuden otros adolescentes que quieren vivir sus últimos días con sus propias condiciones. Flanagan se adentra en un terreno áspero pero sale airoso al no recurrir a golpes bajos. Por el contrario, al igual que en The Haunting of Bly Manor, la melancolía prevalece, y nada dice melancolía como el tema de Green Day de su disco Nimrod (1997). La composición es cantada por esos adolescentes que se hacen amigos en el momento más duro de sus vidas y la forma en la que Flanagan aborda ese instante intimista la vuelve esperanzadora, aunque siempre con un dejo de tristeza latente.
“If I Go, I’m Goin” (Gregory Alan Isakov)
Una de las razones por las que The Haunting of Hill House se erigió como la obra más lograda de Flanagan es por la bravura con la que adaptó la obra de Jackson y por la yuxtaposición perfecta de momentos verdaderamente aterradores -las otras miniseries circulan por carriles diferentes- con otros donde salen a la luz la fortaleza de los lazos familiares. Los vínculos inquebrantables se sobreponen a las circunstancias más trágicas y por este motivo la canción del sudafricano Gregory Alan Isakov le brinda otra tesitura al material. El tema que integra su recomendado álbum This Empty Northern Hemisphere (2009) es, al igual que el de Crow, una balada seleccionada por Flanagan para aludir a las despedidas y a la promesa de un reencuentro en otro plano. Así, el director ratifica (con el episodio “Silence Lay Steadily”) que las viñetas horrorosas son parte de un escenario más vasto en el que también hay lugar para tomarse una pausa y procesar los duelos en paz.
“No Rain” (Blind Melon)
Porque pocas cosas dicen “estamos en los 90” como la banda californiana Blind Melon, y Flanagan no se privó de incluir su canción más famosa (si bien trillada, aunque ese es el punto), la imbatible “No Rain”, que forma parte de ese gran disco que marcó a fuego una generación: el homónimo Blind Melon (1992). Como es imposible disociar el tema del extraordinario video de Samuel Bayer, el showrunner toma esa canción para contextualizar la historia y, al mismo tiempo, regodearse momentáneamente en los guiños pop de su más reciente trabajo. Además, “No Rain” (compuesta a raíz del estado de depresión en el que se encontraba el bajista Brad Smith) suena en otro episodio que tiene a Anya como protagonista excluyente. En el brillante “The Two Danas”, la joven reúne a sus compañeros para contar su propio relato inventado (hasta cierto punto) cuyo final es sucedido por el sonido de la guitarra de Rogers Stevens. Un momento perfecto para el segundo episodio de una ficción que tiene otros capítulos menos logrados.
“Soolaimón” (Neil Diamond)
En Midnight Mass las canciones no abundan como en otras ficciones de Flanagan pero, cuando surgen, las secuencias se vuelven notables, especialmente al escucharse a Neil Diamond y a los Newton Brothers, artistas que son piezas fundamentales de este engranaje. La canción de Diamond de su disco Tap Root Manuscript (1970) suena en el primer episodio de la miniserie, “Book I: Genesis”, escrito y dirigido por Flanagan, cuando conocemos a uno de los protagonistas de esta historia, Riley Flynn (Zach Gilford), quien tras salir de la cárcel regresa a su lugar de origen, Crockett Island, un escenario ominoso donde se encuentra con el nuevo cura, Paul (Hamish Linklater, en una actuación increíble). El choque entre ambos, sus prolongadas charlas sobre la fe, son apenas la punta del ovillo de un relato que va in crescendo y que halla en la voz de Diamond -sobre todo en el clima que genera “Soolaimón”– el vehículo ideal para reforzar esa decisión narrativa.
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