El apocalipsis es real desde las primeras escenas de The Last of Us (2022-), la nueva serie de HBO basada en el videojuego homónimo. Sin embargo, el brillante argumento del primer episodio no lo muestra per se. Solo deja indicios, casi accidentales, de que una tragedia de proporciones incalculables está a punto de ocurrir. Por un lado, está la percepción de tensión que el guion desarrolla con cuidado. Austin, una ciudad como cualquier otra, brinda a la historia un escenario desolado en el cual desarrollar sus primeras secuencias.
Pero lo más asombroso es que, de hecho, la narración ya anunció lo que sucederá. Lo hace con una conversación casual en un programa televisivo de 1968, en el que se pondera sobre las infecciones. Una especie de especulación incierta, borrosa, sin mayor importancia. “La amenaza está en todas partes”, dice el experto encarnado por John Hannah. Sin embargo, su percepción parece lejana, ensamblada con algo más elaborado que una meditación pesimista. Un paso a la distopía que está por venir.
El guion de Craig Mazin y Neil Druckmann es consciente de que esa conversación casual se convertirá en una involuntaria predicción. Pero el argumento construye la tensión poco a poco. La especulación sobre la muerte y la desolación, que será un escenario real después, parece inofensiva. “¿Qué nos espera en unos años?”, dice el científico, en un estudio televisivo, décadas antes del desastre total. “Quizás, lo inimaginable”.
Un recorrido a través de la oscuridad
Para cuando la serie avanza varias décadas en el futuro, las palabras del experto parecen casi olvidadas. El 26 de septiembre del 2003, Sarah Miller (Nico Parker) recorrerá la ciudad de Austin como cada día de su vida. La producción hace énfasis en el aire cotidiano y corriente de todo lo que hace el personaje. Solo que, en esta ocasión, será la última vez que haga cada cosa. El mundo está a punto de derrumbarse, aunque ella no lo sospeche.
Quizás, uno de los elementos más reconocibles de la serie de HBO, sea su pesimismo total. No hay posibilidad de salvación y la premisa queda clara en el primer tramo del capítulo. El ataque del hongo cordyceps convierte a los seres humanos en simples criaturas residuales. Irreconocibles, en un proceso rápido hacia la transformación en monstruos caníbales. Pero la historia evita que ese puro horror, sea el centro de su relato.
De la misma manera que en el juego homónimo, la adaptación aclara sus reglas con rapidez y pulcritud. Todo lo que acontecerá será narrado por testigos y a fragmentos. A través de Sarah, aterrorizada y confusa. De su padre Joel (Pedro Pascal) que tendrá que enfrentar lo inimaginable, lo mismo que su hermano Tommy (Gabriel Luna).
La pequeña familia intenta escapar sin saber de qué lo hace. Conduce en medio de disparos, alaridos de dolor y la persecución de vecinos que muestran indicios repugnantes de alguna infección. La historia The Last of Us usa escenas visualmente confusas y la constante sensación de la vulnerabilidad de sus protagonistas, para afianzar el terror. El mundo colapsa por una amenaza desconocida que actúa con letal precisión.
Con una habilidad que sorprende, el argumento evita los lugares comunes y clichés de dramas basados en la destrucción, para hacerse preguntas. ¿Cómo escapar a lo desconocido? ¿Cuál es el momento en que el mundo se desploma? Para Joel, será sufrir una tragedia absurda en medio la noche del estallido de la infección. La premisa del conocido juego de Naughty Dog, se convierte, entonces, en un argumento poderoso y sólido. A la vez, en una exploración acerca de la desolación y la pérdida. Todo en una colección de pequeños detalles que hacen del primer episodio de The Last of Us, quizás uno de los mejores pilotos de la historia de la televisión.
El tiempo transcurre para destruir
Veinte años después de la última noche del mundo, tal y como lo conoció, Joel (Pedro Pascal) es un espectro. Un hombre con un pasado malogrado, conmocionado y traumatizado que sobrevive al día. La acción se traslada a Boston, convertido en un enclave fortificado, protegido bajo un régimen básico y totalitario. La historia atraviesa plazas cubiertas de maleza, ejecuciones con aire medieval, los edificios que se derrumban a la intemperie.
En The Last of Us, la distopía es fría, destartalada, sin atisbo de esperanza. En ese paisaje creció Ellie (Bella Ramsey), tan joven como para no conocer algo más que el mundo en cenizas. Que la posibilidad que monstruos sin rostros acechen en la oscuridad. La diferencia esencial entre los personajes es, precisamente, cómo contemplan la realidad. La adolescente puede enfrentar el futuro, incluso el peor posible, porque es la época en que nació. Joel no deja de recordar la que vivió y lo que perdió en ella.
El encuentro entre ambos — casual y con aires de suceso menor — marca un cambio de tono en la serie. Como en el juego, a partir de entonces, Joel tendrá que lidiar con sus propios recuerdos, el duelo y el sufrimiento. Y lograrlo para proteger a Ellie, que más que una oportunidad de redención, es también un punto de inflexión en la historia. ¿Podría ser la posibilidad de un nuevo comienzo?
El primer capítulo de The Last of Us termina con una brillante percepción del duelo y la desesperación. Por un lado, Joel, que debe avanzar más allá de la fractura de su devastación emocional para proteger a una niña. Una que, inevitablemente, le recuerda todo lo que la infección le arrebató. Por el otro, Ellie, que descubre que el mundo puede ser algo más que un paisaje desolado. El viaje comienza. La posibilidad de la esperanza, también.
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