Mientras su hermana Marissa (Chloe Bailey) pasa tiempo con su pareja y se ocupa de pagar el alquiler, Dre (Dominique Fishback) se oculta en su habitación, saca una reluciente tarjeta de crédito, entra a una página para comprar tickets para el concierto de la estrella pop Ni’Jah (Nirine S. Brown) y sonríe aliviada cuando la adquisición se finaliza.
Un día menos para estar cerca de esa mujer a la que posiciona en un altar, cuya música significa para ella mucho más que una vía de escape. Es una filosofía de vida, un alimento para empoderarse que la disocia de su realidad y, en consecuencia, una forma de fanatismo que se va volviendo cada vez más extremo.
Swarm (2023), la serie creada por Donald Glover y Janine Nabers, cuyos siete episodios ya se encuentran disponibles en Prime Video, está fuertemente inspirada en el famoso fandom de Beyoncé llamado BeyHive, esa colmena famosa por la férrea defensa de la artista en redes sociales.
Los showrunners no solo no intentan ocultar los paralelismos -los videos de Ni’Jah remiten a la estética de los discos Beyoncé (2013) y Lemonade (2016), con esas coreografías perfectas en las que su factótum marca el ritmo, los movimientos, y el discurso que hay detrás de esos bailes embriagadores- sino que también lo revelan a través de una placa que aparece en cada capítulo.
“Esta no es una obra de ficción. Cualquier similitud con personas reales, vivas o muertas, o eventos es intencional”, nos advierten Glover y Nabers en el preludio a una suerte de road trip macabro que emprende Dre cuando halla muerta a su hermana y siente que ella misma no tiene motivos para vivir.
Sin embargo, allí está la imagen hipnótica de Ni’Jah en un afiche que brilla para recordarle que una de las cosas que compartía con Marissa era su devoción por la cantante. Así, Dre deja de mostrarse vulnerable y pone en marcha un siniestro modus operandi: el asesinato de personas que hayan ofendido, a través de las redes, los medios o en comentarios casuales, a la cantante que, en su cabeza, suple el rol de su fallecida hermana.
La premisa, el mostrar los extremos del fanatismo con la comedia negra como base, les permite a los showrunners concebir secuencias de impronta indie (estéticamente podríamos emparentarla con Atlanta) en las que la mayoría de los gags funcionan, como el sonido recurrente de las abejas que escuchamos antes de que Dre aceche a una nueva víctima o su obsesión con la búsqueda en Twitter de comentarios despectivos hacia Ni’Jah.
“¿Quién es tu artista favorito?”
La pregunta esbozada por la protagonista es un golpe de efecto que va en la línea del humor negro del primer tramo de Swarm. Cuando la respuesta no es la que Dre espera, su rostro gira, sus ojos se abren, y podemos dilucidar qué sucederá luego. Por lo tanto, Glover y Nabers apuntan al cómo, construyendo escenas en las que se lucen figuras como Paris Jackson y, en especial, la cantante Billie Eilish en su auspicioso debut actoral.
Ese cuarto capítulo en el que aparece la joven artista (un guiño en sí mismo) termina de configurar la psiquis de Dre. Cuando se siente atrapada en un lugar idílico, sin posibilidad de acceder a ese celular con el que se comunicaba con su hermana (el trauma es un tópico que le da una capa extra a Swarm cuando corre el riesgo de volverse reiterativa), la joven arrasa con todo lo que implique una traba, un impedimento, un obstáculo en su búsqueda del Santo Grial: el concierto de Ni’Jah donde la disociación pasa a ser definitiva.
A medida que Dre se ve acorralada, la serie vira hacia el terror psicológico con un interesante estudio de su personaje central y una interpretación simplemente extraordinaria de Fishback, cuyo talento ya despuntaba en la película Judas and the Black Messiah (2021). La actriz debe atravesar diferentes estadios, desde mostrar el frenesí por su sacrosanta cantante favorita con cierto infantilismo hasta transmitir temor cuando su rostro se desfigura y, en medio de un ataque de llanto, comete uno de los asesinatos más espeluznantes y angustiantes de la ficción.
Previamente, Swarm incluye un falso documental, el mockumentary que vemos en el brillante episodio “Fallin’ Through the Cracks” en el que una detective se pone al hombro la búsqueda de Dre. Es su investigación, donde el humor nuevamente aliviana momentos duros, la que arroja luz sobre el pasado de esa joven, directamente relacionado con una dinámica familiar agobiante y perturbadora.
Swarm, una de las grandes sorpresas en lo que va del año, se podría haber quedado en lo anecdótico -hay una recreación de un episodio que habría vivido Beyoncé filmada magistralmente por Adamma Ebo-, en la acumulación sistemática de guiños cancheros (que los hay, solo que bien dosificados) y, sin embargo, al llegar al final de su historia, demuestra que puede moverse en diferentes terrenos con la misma inteligencia.
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