Último aviso: este análisis contiene muchos spoilers. Avanzar a discreción.
Spider-Man: No Way Home (2011) comienza cruzando un umbral que ninguna historia de Spider-Man se había atrevido a tocar en la pantalla grande hasta ahora: la enorme apuesta de revelar al mundo la identidad del héroe neoyorquino. El momento es agridulce para Peter (Tom Holland) ya que esto lo vulnera como nunca antes. Por primera el adolescente vez enfrenta al rechazo del público o hasta las consecuencias legales de su vida como vigilante, mientras termina la secundaria y comienza a vislumbrar un futuro universitario junto a su mejor amigo Ned (Jacob Batalon) y el aún reciente amor que él y MJ (Zendaya) comparten.
Con la ayuda de al principio un dubitativo Doctor Strange (Benedict Cumberbatch), Peter intenta encontrar una salida fácil a sus problemas a través de la magia, cosa que -como era de prever- da lugar a accidentes místicos y el regreso triunfal de antiguos villanos. Es aquí donde, sobre todo, Alfred Molina y Willem Dafoe se lucen en interpretaciones que dejan entrever lo mucho que parece se divirtieron en el rodaje.
Dando cuenta de que, devolviendo a sus enemigos a sus universos originales, los condenaría a una muerte segura, Spidey nos recuerda su enorme empatía al negarse a exterminar al grupo, y prefiere intentar buscar una cura a aquello que los convirtió en los monstruos que son. Por supuesto, la inocencia del chico tiene su precio.
Pero no es solo en los enemigos de Parker en donde se encuentra el peso del camino de la redención. El esperado encuentro de las tres encarnaciones de Spider-Man -que ha tenido en vilo a la internet durante meses- efectivamente se vuelve una realidad, personificando al trío ahora en distintas edades y etapas de sus vidas: el joven e inexperto, el adulto cargando con el peso de sus acciones y el Peter maduro que encontró la paz consigo mismo. Esta es, sin duda, la esperada cereza sobre el postre en la película. Por un lado responde a la antigua pregunta de: ¿Qué enseñanza te darías si conocieras a tu yo más joven? Por otro, logra dar cierre a cuentas pendientes luego que las distintas sagas de los dos primeros Spider-Man terminaran abruptamente.
En un tiempo donde fanáticos pelean arduamente por probar cual interpretación de Peter Parker es la superior, Spider-Man: No Way Home (2021) se da el gusto de nutrirse con la interacción de las tres versiones, convirtiéndose en una carta de amor para los fans de tres generaciones de Spider-Men y sus once películas. La química de Holland, Maguire y Garfield es un placer de observar y sus diálogos parecen tallados a partir de la charla de un grupo de verdaderos fans contemplando cómo sería el encuentro.
Entretenida y ligera en un comienzo, llena de guiños, humor y con corazón de sobra, el capítulo final de la trilogía de Jon Watts es extremadamente indulgente en su fanservice, pero igualmente emocionante. Holland ya había brindado grandes (pero modestos) momentos donde demostró su rango actoral en otras entregas del Universo Cinematográfico de Marvel, siendo su escena final en Avengers: Infinity War (2018) uno de los más memorables. En esta entrega tiene aún más material para exponer su gran talento, en un final que enaltece las crudas realidades que Peter debe transitar, atravesado por tragedias que lo obligan a crecer de golpe y valerse por sí mismo, tomando las difíciles decisiones de un auténtico héroe.
Si bien una puerta enorme se cierra para Peter, sin duda pronto hará ese salto de fe que lo lleve a columpiarse una vez más por la ciudad de Nueva York. Después de todo, Kevin Feige acaba de confirmar que ya se encuentra en negociaciones una cuarta entrega de la historia del más joven Hombre Araña.
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