El concepto del éxito en el mundo contemporáneo está ligado al trabajo. Tanto, como para que la percepción de la identidad sea un análisis tácito de nuestro triunfo en diversos ámbitos empresariales y financieros. Este año, la serie The Dropout (2022) de Disney + analizó con cuidado el contexto dentro de un detallado relato acerca del caso de la ex empresaria Elizabeth Holmes y su caída en desgracia. El personaje interpretado por Amanda Seyfried logró encarnar una percepción oscura acerca de Silicon Valley y el éxito contemporáneo. También, diseccionar los secretos de uno de los grandes fraudes de la última década. Para el guion, fue de especial interés analizar la personalidad de Holmes y, en especial, qué provocó su sonado fracaso.
Por otro lado, WeCrashed (2022) de Apple TV+ es una oda al desastre y al fracaso, también analizado desde la óptica del mundo corporativo. De hecho, la serie comienza por un punto de desastre. En septiembre del 2019, WeWork está a punto de desplomarse en medio de la arena corporativa. En especial, cuando Adam Neumann (interpretado en la serie por Jared Leto) es destituido como director ejecutivo de su propia invención empresarial. Se trata de una tragedia, que la serie narra de manera rápida, elusiva y cruel.
En varios varios de sus momentos más duros y en un primer episodio de antología, la serie deja claro lo evidente. WeWork y Neumann estaban condenados al desastre con una rapidez de pesadilla. En medio de la posibilidad que el miedo y la percepción sobre el éxito perdieran poder y sentido a medida que el fracaso se hace más obvio. ¿Qué ocurre para que una empresa que durante dos años había sido un ejemplo de gestión caiga a pedazos? WeCrashed ofrece algunas visiones, pero su primer capítulo deja claro lo inminente: el triunfo económico, financiero y social de nuestra época, depende de la imagen. De la credulidad del otro, del miedo a perder vinculado con algo más grande, codicioso y, al final, insustancial.
En el caso de Netflix, su interés parece relacionarse con la connotación de lo exitoso a través de todos los desvíos peligrosos y violentos que puede acarrear la ambición contemporánea. Creada por Chris Smith (Tiger King), la docuserie Bad Vegan: Fame. Fraud. Fugitives (2022) es una exploración tortuosa de un desastre previsible. La serie se centra en la angustia Sarma Melngailis, ex celebridad del jet set financiero de Nueva York. La antigua chef trata de describir cómo llegó a creer en Fox a un nivel alarmante, que la empujó incluso a dar por ciertas fantasías conspirativas. En mitad de una situación cada vez más tensa, extraña y confusa, el proyecto de su vida se derrumbaba con una rapidez impensable.
Todo lo anterior se resume en la serie Severance (2022) de Apple TV+ dirigida por Ben Stiller. Pero a una dimensión y a un nivel desconocido, que sorprende por ponderar sobre la conciencia colectiva desde una amplia consideración acerca del bien y del mal. Trabajar no es solo una forma de sustento. También, es una manera de definir la identidad, lo cual, por supuesto, no es poco frecuente en el mundo corporativo actual. Lo que sí es una idea singular e inquietante, es la posibilidad que la personalidad laboral pueda ser escindida de la cotidiana. Y no desde un punto vista de metafórico, sino a través de un procedimiento que bifurca el cerebro del empleado en dos funciones distintas. En otras palabras, convertir al empleado en dos personas a la vez, atrapadas en un único cuerpo. Ambas personalidades, con objetivos, inclinaciones y deseos distintos, a menudo opuestos.
La serie explora su extrañísima premisa con una frialdad de pesadilla. Los Innies, la personalidad laboral que resulta del procedimiento, permanecen horas en las oficinas. Programados para repetir tareas sin quejas ni preocupaciones. Disfrutando de la rutina y con la sensación que trabajar — incluso hasta la extenuación — es un privilegio del que deben disfrutar. Por otro lado, los Outies o el resto del individuo que disfruta la vida fuera de la oficina, es un autómata confuso. Tanto, como para los que personajes vayan de un lado a otro tropezando entre sí, con una felicidad fría que aterroriza por su siniestra cualidad confusa.
El mundo de los terrores corporativos
Severance aborda ese mundo doble, entre espejos desde la percepción de un mundo que recuerda inevitablemente a los relatos más claustrofóbicos de Franz Kafka. Toda la atmósfera es pulida, simétrica, limpia, tan pulcra que cualquier elemento fuera de lugar, remite a un mundo que no existe. Lumen Industries, el escenario de buena parte del argumento, es una eficaz cárcel en la que los Innies permanecen confinados por horas. Jornadas extenuantes que disfrutan sin quejas ni tampoco matiz. En esta superestructura empresarial, el trabajo es una condición que se conecta con lo físico. Que define, sostiene y elabora una mirada sobre lo que somos, despiadada y pulcra.
Mark es el protagonista encarnado por Adam Scott que se sometió al proceso después de la muerte de su esposa. Y lo hizo con toda la intención de obtener en su “innie” un espacio de paz mental en medio del duelo. La decisión terminó por sacudir su percepción sobre el dolor hasta transformarlo en otra cosa. Una especie de empujón desagradable y angustioso hacia un silencio mental y emocional con tintes de alienación a gran escala. A medida que la serie avanza, es evidente que Lumen Industries canibaliza la personalidad de sus empleados. No se trata solo de lo que ocurre puertas adentro de su estructura, sino como devora poco a poco, la humanidad de su ejército de trabajadores perfectos.
Hay un elemento decididamente retorcido en esta sátira en que trabajar, es la media entre dos mundos. De hecho, los cuestionamientos que se plantean puertas adentro de Lumen Industries no trascienden más allá. Pero en el momento en que el yo laboral toma forma, todo se desdibuja hasta convertirse en un objetivo. Eso permite a la serie no solo sus mejores momentos, sino plantear sus elementos más extraños a través de puntos emocionales inesperados.
Como la amistad entre el maniático y agotado Irving (John Turturro) con Burt (Christopher Walken), sombras de los hombres que son más allá de la oficina. O la angustiosa pregunta de Helly (Britt Lower) cuando comprende el verdadero y terrorífico alcance de su personalidad, rota en dos partes irreconciliable. “¿Será así de ahora en adelante?”, pregunta en voz baja. “¿Soy ganado?”
Puertas abiertas, mentes fracturadas
También hay mucho de Orwell en este espacio en apariencia feliz, que se retroalimenta de su propio ritmo y pequeños engranajes de la locura. El control es completo, la vida es una percepción ilusoria. Una y otra vez Severance recuerda que su metáfora sobre el trabajo y la obsesión moderna por la eficiencia es más que un argumento. Es una composición durísima sobre lo que a la cultura contemporánea confiere importancia, peso y poder.
Poco a poco, los empleados “perfectos” comienzan a comprender lo que subyace bajo la entrega completa de su personalidad. Y es entonces, cuando la serie alcanza su punto más oscuro, más extraño y el que muestra su verdadero músculo. Un espacio en que la idea sobre el trabajo como elemento total, puede volverse una monstruosa necesidad de control. Con su tono pausado, sentido del humor burlón, pero en especial, rarísima versión del miedo, Severance sorprende y desconcierta. Una durísima combinación para una serie que transcurre en su mayor parte dentro de las puertas cerradas de la compulsión moderna por el éxito.
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