Tecno-Revolución

“Resistencia” de Gareth Edwards: Humanos versus máquinas en clave Zen

Con una impactante propuesta visual, la película busca responder preguntas filosóficas mientras hace fuerte hincapié en su mensaje antiimperialista.

por | Sep 28, 2023

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Décadas de convivencia con la robótica la volvieron algo ordinario. Pero cuando la inteligencia artificial parece estar detrás de la explosión que destruyó a buena parte de Los Angeles, la guerra contra las máquinas se declara inevitable. Los Estados Unidos invaden territorio asiático, cuyas políticas aún abrazan el progreso de la IA. Los rumores del desarrollo de una super-arma hace que Occidente redoble la apuesta.

Joshua (John David Washington), un agente de la marina infiltrado, pierde a su esposa Maya (Gemma Chan) en un ataque precipitado. Tras ser convencido de que ella no murió y ahora es alidada de un grupo terrorista, decide cooperar con el ejército una vez más, jugándose todo a cambio de verla al menos una última vez. Es así como, en un laboratorio fortificado, Joshua encuentra a una androide en forma de niña, la supuesta arma secreta de sus enemigos.

De Oriente con amor

La influencia de Rogue One: A Star Wars Story (2016), la obra más conocida de Gareth Edwards, es fácil de reconocer con tan solo ver el tráiler de Resistencia (2023), pero sorprendentemente quizá no sea su referente más fuerte.

Apocalypse Now (1979) y Blade Runner (1982) vienen inmediatamente a la mente por los temas que aborda y su estética. Pero al momento en que aparece la fortaleza que esconde a la pequeña robot, cuyos poderes parecen telequinéticos, podemos reconocer a la obra maestra de Katsuhiro Otomo: Akira (1988).

Distintas producciones de anime con las que creció la generación de Edwards parecen ser algunas de las fuentes de inspiración. Pero su Akira, la pequeña Alphie (Madeleine Yuna Voyles), dista mucho del ser el emblemático chico que aterraba a la milicia japonesa. La filosofía en la que la película se sostiene es clara: por tentador que pueda ser utilizar los poderes de la pequeña para dominar a las fuerzas invasoras, ese no es el camino que busca.

La mejor arma de los oprimidos no busca someter, sino reafirmar el derecho a coexistir. Si bien la violencia es una constante en la historia, es refrescante que no caiga en la tentación de corromper al personaje en pos del espectáculo visual.

Muchas de las cuestiones que Ghost in the Shell (1995) o Neon Genesis Evangelion (1995) se plantearon con originalidad y sofisticación, Edwards parece querer replicarlas en lo visual y en las temáticas que aborda. Pero las formas en que sus diálogos plasman estas preguntas en su gran mayoría no resultan orgánicas, sino que se apresura y parece querer cumplir con el requisito de que estén presentes.

Es la cinematografía la que hace un mejor trabajo a la hora de transmitir parte de estos mensajes. Cuanto más avanza la trama, más se nota el problema de los ritmos, con un tercer acto que puede que logre emocionar, pero lamentablemente se siente apresurado y un poco tosco.

Una postura muy clara

La inversión de los roles entre las máquinas y los humanos es lo más interesante. Occidente se muestra déspota e implacable, jugando a ser Dios mientras reina en el cielo como una nueva Estrella de la Muerte. Por otro lado, la inteligencia artificial busca su utopía en la filosofía oriental. Lejos está de la perfección y la letalidad del T-800 que perseguía a Sarah Connor. Estos autómatas son imperfectos y empáticos.

No los vemos usar su fuerza sobrehumana para atacar, por lo cual no los relacionamos a esos miedos tan reales que hoy día causa el avance de la tecnología. Irónicamente, la inteligencia artificial está muy arraigada a la tierra. Está en la ciudad, pero también con el granjero y el monje, coexistiendo en espacios rurales o buscando la iluminación en sus templos, desarrollando sus propias creencias.

El vínculo entre el director y Star Wars reaparece así, recordando que para George Lucas los Rebeldes representaban a los vietnamitas, mientras que Estados Unidos era la inspiración detrás del Imperio opresor. Esto se refuerza en la similitud que hay entre el atentado adjudicado a la IA  y el ataque a las Torres Gemelas, con las subsecuentes denuncias de cómo esa tragedia se instrumentalizó a la hora de crear un “monstruo” en oriente e invadir el territorio.

El enfrentamiento geopolítico es un tema central que se refleja constantemente hasta en sus recursos visuales. Los títulos mismos de cada uno de los capítulos en los que se divide la historia aparecen también subtitulados al japonés, así como los nombres de las locaciones. Independientemente de que sea una herramienta estética, esto habla también de la psiquis de su protagonista, una identidad dividida entre dos mundos y culturas.

Adiós a la pantalla verde

Lo verdaderamente revolucionario fue el proceso de producción de la película y su presupuesto de 80 millones, muy reducido comparado al de otras producciones de este estilo. Estamos acostumbrados a que Hollywood abuse de la pantalla verde y a que los artistas de efectos especiales trabajen a la par de la postproducción o hasta de la filmación misma. Resistencia hizo el camino opuesto.

Trabajando con un equipo reducido y en locaciones reales, el CGI se añadió recién después de que la película fuera editada. Esto no solo le brinda un realismo muy palpable, sino que garantizó que no habría cambios en el guion a último momento. Esas decisiones tienden a malgastar el trabajo de sus artistas, cuyas animaciones en muchos casos son suprimidas y deben volver a hacerse.

A pesar de estos puntos a favor, a este método no le faltó la controversia. Para lograr una de las explosiones al comienzo de la película se utilizó material real de un accidente en Beirut en 2020, una tragedia en la cual fallecieron más de 200 personas. Resulta muy cuestionable la falta de ética detrás de esta decisión, así como irónica en su discurso.

A pesar de sus altibajos y de pecar en querer abarcar mucho, el mayor fuerte de la película es la riqueza del mundo que construye. Este universo se siente tan visualmente sublime como sucio y real. Es un mundo que se percibe verdaderamente habitado, con objetos desgastados por el uso diario y tecnología que podríamos vislumbrar como algo posible en un futuro cercano. Está construido sobre las preocupaciones que discutimos a diario en las redes sociales.

Edwards está lejos de la elegancia de Ridley Scott a la hora de explorar el costado más metafísico de su historia, pero aborda su militancia política con la misma firmeza que algunos de los títulos más relevantes de la ciencia ficción.

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Ro Tapias

Artista visual. Madre de dragones, gatos y un corgi. Hablo de cine, a veces demasiado.