En uno de los últimos episodios de Love, Victor (2020-2022), el protagonista de la historia, Victor Salazar (Michael Cimino), es convocado por su profesor de básquet para una reunión improvisada. En el pasillo del colegio, le cuenta que mandó a hacer un trofeo a su nombre con el que lo premiará por su “valentía”. El joven no tarda en advertir lo que está sucediendo: “Me están dando un premio por ser gay”, replica. Su profesor no se atreve a desmentirlo. No se trata de un capítulo más de la serie: es el que engloba varios dilemas que sufre la comunidad LGBTQ+. En sintonía con esto, el conflicto de Victor pasa de ser individual a polifónico. Su amigo y ex interés romántico, Rahim (Anthony Keyvan, una fresca incorporación a la serie), le aconseja no aceptar el trofeo, mientras que un chico con el que empieza a salir piensa que debería hacerlo.
“¿Acaso las personas heterosexuales reciben premios por eso?”, se cuestiona el protagonista, quien termina dándole un giro a su disyuntiva. Para él, no está recibiendo un premio por ser gay sino por haberse equivocado y salido adelante en ese sinuoso camino que implica el coming out. Su discurso incentiva a sus seres queridos a tomar decisiones incómodas, en una suerte de efecto dominó, y es imposible no recordar el origen de todo.
Love, Victor se estrenó en 2020 con Isaac Aptaker & Elizabeth Berger como showrunners. La dupla se inspiró en Yo soy Simón (2018), la película de Greg Berlanti que ponía al cine queer en el podio mainstream, y que a su vez se basaba en Simon vs. the Homo Sapiens Agenda, la novela young adult de Becky Albertalli. El impacto que tuvo el largometraje de Berlanti fue tal, que un director como el franco-canadiense Xavier Dolan (Laurence Anyways, Mommy) confesó haberse emocionado por lo que Yo soy Simón representaba: una ficción apta para todo público de un gran estudio como Fox y una amplia llegada a una audiencia teen.
El discurso “ojalá esta obra hubiese existido en mi adolescencia” dejó de ser un cliché para pasar a percibir la importancia de la visibilización. También lo notamos con el éxito de Netflix, Heartstopper (2022-), con Yo soy Simón, y con Love, Victor, la serie que logró emanciparse de su película madre, pero también rendirle tributo. Nick Robinson, protagonista del film, oficiaba de confidente de Victor, quien asiste a su misma escuela secundaria de Atlanta y teme hablar de su verdadera orientación sexual con su entorno, especialmente con sus padres.
En su segunda temporada, la serie se despide de Simón en un epílogo un tanto nostálgico pero necesario. Victor, ya libre con su sexualidad y en un triángulo amoroso, sabe que debe resolver sus conflictos internos solo, y elegir entre Benji (George Sear) y Rahim, dos jóvenes muy distintos que generaron un cliffhanger que se resuelve en el primer episodio de la última temporada. Victor elige a su ex novio Benji, pero eso mismo representa otro problema: la adicción al alcohol de su pareja y cómo ésto afecta una relación que atraviesa muchas turbulencias.
De esta forma, la serie adquiere una madurez que traslada al resto de sus tramas, como la de Lake (Bebe Wood, una comediante nata) y el descubrimiento de su bisexualidad, y la de Isabel (Ana Ortiz), la madre de Victor, quien cuestiona su catolicismo al notar el daño que ciertos representantes de la Iglesia le hicieron a su hijo. Aptaker y Berger le encuentran el tono justo a todos los personajes que orbitan alrededor del protagonista, e incluso se animan a un giro argumental agridulce al separar a la pareja de Felix (Anthony Tupel, en un excelente personaje) y Pilar (Isabella Ferreira), mejor amigo y hermana de Victor, respectivamente. Por miedo a perder a esa familia que le dio un hogar cuando él no lo tenía, Felix sacrifica su noviazgo, con la comprensión de Pilar. Todo sucede en el último episodio, quizá de un modo apresurado, pero sí consecuente con ese personaje que siempre halló en los Salazar la contención que su madre no pudo brindarle cuando lo conocimos.
Love, Victor también contribuyó a la representación de las familias latinas en Estados Unidos y exploró su cultura con respeto y sin pasos en falso, como también hizo con la de Rahim, un joven musulmán al que se le otorga un espacio fundamental. Por lo tanto, aunque la serie concluya con un guiño a la película de la que nació con un beso en la ferris wheel, la historia de esta ficción entrañable siempre fue de naturaleza expansiva.
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