En la Islandia rural, una pareja de granjeros carga con una herida. Maria (Noomi Rapace) e Ingvar (Hilmir Snær Guðnason) ahogan su dolor en silencio, las múltiples tareas de su granja manteniendo sus mentes y corazones ocupados. Cuando llega la temporada de nacimiento de los corderos, los vemos impasibles mientras ayudan a las ovejas a parir, el evento nada más que otra labor. Pero es entonces cuando sucede lo imposible: una de las crías nace con cabeza de cordero y cuerpo humano.
Si bien podemos clasificarla como terror folk, la aproximación de Lamb (2021) al género es más cercana a aquel ahora denominado como horror elevado, pero inclusive dentro de ese estándar resulta particular. Su búsqueda se funda en un muy lento deshilar de un relato en donde lo desconocido se enfrenta a lo mundano, distorsionando la realidad como la conocemos. Sus personajes pueden abrazar lo que sienten como erróneo, pero el aire continúa cargado con una sensación perturbadora. Aunque se domestique o, por el contrario, sea la situación que los domestique a ellos, ¿qué consecuencias pueden venir de un afuera que no encaja?
La propuesta podemos decir que es, por lo menos, bizarra y en las manos de otro director quizás no hubiese funcionado, pero la ópera prima de Valdimar Johansson logra encontrar un balance entre el inevitable humor absurdo que genera con la solemnidad de los temas que toca. La ilusión de humanidad que se proyecta en la sumamente expresiva mirada de los varios animales que retrata es impresionante. Esto combinado con efectos prácticos y un CGI mucho más limitado que aquel utilizado en las producciones como Prometheus (2012) o Rogue One: A Star Wars Story (2016), películas en donde el islandés participó en el departamento de efectos especiales.
El clima es un aspecto fundamental y lo más cuidado, con una fotografía impecable que logra plasmar lo vasto de los paisajes vikingos, remarcando la quietud y silencio que profundiza tanto la sensación de soledad como la de un inminente peligro acechando en las afueras. La naturaleza tiene tanta presencia que irrumpe como otro personaje más en la historia.
Se nota además lo comprometida que Rapace está con el material. Si bien el elenco es limitado y todos están más que correctos en sus papeles, la interpretación de la actriz sueca destaca con facilidad. Rapace, la chica del dragón tatuado en la adaptación sueca del libro homónimo, comentó en múltiples entrevistas que el guion la había fascinado por sus oscuras peculiaridades y que la oportunidad de filmar en Islandia, tierra en la que creció, sumó a su interés por formar parte del proyecto. Según ella, era común que en el campo de esa tierra se hablase de la convivencia entre seres humanos, duendes, elfos y otras criaturas que consideramos de cuento.
Y es que Lamb es sin duda una fábula moderna, con todo lo que eso conlleva. Los simbolismos cristianos, como el nombre de la protagonista, la misteriosa concepción de su hija Ada y la figura del cordero, son más que evidentes. Pero la historia va por supuesto mucha más allá de las referencias bíblicas. Como todo cuento hay mensajes morales entre líneas que nos harán replantearnos lo que vimos al comienzo.
La dualidad de la naturaleza y civilización se encapsulan en Ada, este ser antropomórfico, híbrido que nos hace constantemente preguntarnos a qué mundo realmente pertenece. ¿Son sus pares aquellos que comparten su rostro o los padres que utilizan a sus congéneres como meros recursos? En Lamb la apropiación y explotación de la naturaleza convive con un estudio sobre el peso de los vínculos filiales, el duelo y lo terrorífico de enfrentar aquello en lo que nos podemos convertir cuando el anhelo nos ciega.
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