Ya son varias las historias que llegaron al cine acerca de infantes y su relación con seres imaginarios que esconden algo mucho más oscuro. Al fin y al cabo, hay algo bastante aterrador en ver a un niño con la mirada perdida, teniendo una conversación con algo o alguien que no podemos ver. Pero ¿y si de pronto escucháramos a ese alguien? ¿Y si viéramos signos de que cosas inexplicables suceden y comenzáramos a sospechar de ese ser invisible? Esa es la premisa básica de Imaginario (2024).
Estos son días difíciles para Jessica (DeWanda Wise). La hija adolescente de su marido (Tom Payne) no la acepta, haciendo que el estrés de la mudanza se incremente. Volver a la casa en la que se crió le recuerda la pérdida de su madre, y cómo su padre perdió la cordura. Pero mientras sufre de pesadillas cada noche, por lo menos encuentra consuelo en como su relación con la más chica de la familia, Alice (Pyper Braun), se va volviendo más estrecha.
Las cosas mejoran de a poco, al punto de que los juegos de la nena con su oso de peluche llegan a inspirar las ilustraciones de su nuevo libro infantil. Pero la atmosfera en la casa empieza a cambiar, así como lo hace el comportamiento de Alice. La nena empieza a darle voz a su amigo imaginario, comportándose agresiva en ocasiones. Al mismo tiempo, sus juegos también se están volviendo más peligrosos. ¿Y por qué es que Jessica parece no recordar ciertas cosas de su infancia?
Un mundo no tan de ensueño
Para una historia que habla de la importancia de nuestra relación con la imaginación, la película no llega a hacer honor a su título. Su repetitivo uso de clichés no tenía por qué condenarla si la ejecución fuera buena, pero Imaginario carece la chispa que tuvo otra de las producciones de Blumhouse, M3GAN (2022), con su humor bizarro y basado en combinar un slasher con la generación criada al ritmo de coreografías de TikTok. A medida que se desarrolla la película, más va dependiendo de un sobrio suspenso y sustos no del todo sorpresivos, dando lugar a muchos casos de risas involuntarias en lugar de escalofríos.
Es llegado al tercer acto cuando el elemento sobrenatural gana más peso, saliendo un poco del molde, pero no de la manera más airosa. La potencialidad de crear un mundo abierto a la imaginación queda desaprovechada, entregando a cambio un pastiche de referencias a otras películas. Nos encontramos con puertas dibujadas en las paredes y ojos que parecen salidos de Coraline (2009), así como ciertos paisajes que se asemejan a una cruza entre la tierra de los muertos de La noche del demonio (2010) con el laberinto en el que David Bowie era un rey de los goblins.
Esa creatividad que el desenlace demandaba se muestra limitada y desprovista del surrealismo que no solo hubiera salvado a la película, sino que daba carta abierta a un sinfín de posibilidades. Todo lo que podría haberla hecho destacar se pierde en un guion que no se atreve a ser diferente.
A su favor, es más que rescatable el peso que se le dio a los efectos prácticos sobre el CGI, un logro de la compañía de efectos especiales Spectral Motion, con una colaboración de James Wan (El Conjuro), uno de los nombres más grandes del cine de horror contemporáneo. La solidez de los monstruos es algo a apreciar en tiempos en donde aquellos hechos por computadora se sienten planos e irreales. No serán la epitome de la originalidad, pero muchos de estos diseños parecen sacados tambén de un cuento infantil o un comic de terror para jóvenes lectores.
En lo que respecta al elenco, todos están correctos, con una Wise que en su papel protagónico trata de ponerle la máxima emoción dramática al material que tiene para trabajar. Pero el eslabón más fuerte termina siendo la actriz que interpreta a la pequeña Alice. Para su edad, Braun logra demostrar un rango bastante amplio, con una actuación que se siente muy natural para una niña de su edad y que en los momentos más dolorosos logra que queramos darle un abrazo a la pobre chica.
Con Truth or Dare (2018) o la remake de Fantasy Island (2020) en su repertorio, se puede decir que Jeff Wadlow logra entregar una película mucho más redonda que sus trabajos previos, pero con más posibilidades perdidas que aciertos. Imaginario no funciona para un público adulto que busca asustarse o ver algo nuevo, pero si el marketing se hubiese enfocado en fans del género más joven la cosa podría haber sido distinta.
No está tan lejos de la que fue uno de los títulos más exitosos del estudio, Five Nights at Freddy’s (2023), que fuera del lore del exitoso videojuego no era una propuesta muy terrorífica, pero que en los adolescentes logro encontrar a su público. Este es un terror igual de juvenil y desprovisto de sangre o escenas gráficas, pero en una pijamada podría resultar lo suficientemente entretenida.
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