Comenzando cada capítulo con un detrás de escena, observamos a miembros de la producción, anónimos detrás de sus barbijos, acompañando a los protagonistas a sus respectivos lugares mientras se preparan para adentrarse en sus roles. Como espectadores vemos esta conversión, entrando rápidamente en el juego de la ficción como si de una metamorfosis por parte de los actores se tratase.
La química entre Jessica Chastain y Oscar Isaacs es innegable, disparadora de videos y memes que invadieron internet luego de que ambos actores caminasen la alfombra roja al presentar la serie en el Festival de cine de Venecia. Esto quizás se deba a haber estudiado juntos en la Juilliard Drama School o haber ya personificado a un matrimonio en A Most Violent Year (2014). Danzando con el discurso del metalenguaje, estos atisbos a los encuentros entre ambos actores parecen reflejar los modos en que Scenes From a Marriage cuenta su historia a través de recortes en la vida de esta pareja, mientras sus dinámicas y relación cambia con el pasar del tiempo.
A veces casi citando palabra por palabra a la original, pero dejando una impronta muy personal en esta nueva versión, cada episodio se compone de pocas pero largas escenas donde el tiempo del relato se vive de manera casi real. Esto deja entrever por qué esta historia fue tan fácilmente trasladada al teatro (en nuestro país fue protagonizada recientemente por Ricardo Darín, Erica Rivas y Valeria Bertucelli). Un guion como este demanda poderosos intérpretes para que funcione y esto se nota al ver la adaptación escrita y dirigida por Hagai Levi, creador de la serie BeTipul (2005) que en su momento HBO americanizó bajo el nombre de In Treatment (2008).
Basada en una producción original del mítico Ingmar Bergman, Scenes From a Marriage (Scener ur ett äktenskap) debutó en los televisores suecos en 1973 como una miniserie de seis capítulos. Editada en un largometraje de aproximadamente tres horas, no le faltaron premios como el Golden Globe o el National Society of Film Critics. Pero la controversia llegó al no haber sido nominada a los Oscar como mejor película extranjera debido a su debut televisivo.
Igualmente el mayor legado de la obra de Bergman se encuentra en la gran influencia que esta tuvo sobre otras grandes historias que exploraron y deconstruyeron vínculos amorosos frente a las pantallas, siendo claros ejemplos la trilogía de Before Sunrise o la reciente Marriage Story (2019) de Netflix. Y es que pocos productos audiovisuales habían mostrado una reflexión sobre aquello que constituye a un matrimonio de manera tan realista y visceral.
Protagonizada por Liv Ullmann en el papel de Marianne y Erland Josephson como Johan, la serie original tuvo tal impacto sobre la sociedad sueca que incluso se le atribuye la gran cantidad de divorcios o visitas a terapia de parejas que se dispararon en el año de su estreno. Reuniendo una vez más a Ullman y Josephson en 2003, Bergman decidió dar una nota final a la historia de Marianne y Johan en Saraband, una secuela en donde los protagonistas se encuentran ya en el ocaso de sus vidas, un poético final, teniendo en cuenta que este es el último largometraje del aclamado cineasta.
Uno de los giros principales de la adaptación de HBO es la evidente modernización de varios de los temas que toca. Conceptos como la monogamia o el poliamor se ponen sobre la mesa cuando antes la abierta discusión respecto a infidelidades sorprendía al espectador. Pero lo que sin duda destaca es la inversión de los roles de género entre Jonathan y Mira. Si bien él continúa siendo un académico tal como el Johan de la original lo fue, Mira es la principal proveedora de su estabilidad económica, cambiando la dinámica de poder entre ambos personajes.
El hogar de la pareja no es más una mera escenografía, ya que a diferencia de los casi minimalistas escenarios de Bergman, Levi convierte a la casa casi en un tercer personaje. Invitándonos a explorar en los créditos los distintos espacios habitados por Mira y Jonathan, podemos ver la huella que estos dejaron así como el peso que la casa y los objetos, recuerdos, tienen en ambos. Levi mimetiza los colores que los protagonistas visten con los empapelados o el exterior de la casa. Esto nos demuestra en qué lugar se encuentran los personajes psicológica y afectivamente en ese momento, a veces fundiéndose con aquel hogar que tanta placidez alguna vez les trajo.
Lo más remarcable de esta nueva versión son las interpretaciones de Isaacs y Chastain. Hilando sutilmente entre los pasajes de la incomodidad a los más intensos exabruptos, ambos actores literalmente ponen cuerpo y alma a sus interpretaciones. En Jonathan se permite encontrar un personaje que, si bien intenta aferrarse a la lógica por sobre la emocionalidad, explora de manera gratificante la sensibilidad masculina. Chastain no se queda atrás, pasando de la represión absoluta al enojo más gutural. Si bien por momentos empatizamos más con uno u otro personaje, la pelota va de un lado al otro de la cancha. Ambos son humanos y tocan temas universales donde todos podemos vernos reflejados.
En un intrincado estudio del significado de la intimidad y los diferentes estadios donde el amor y el duelo convergen, Scenes From a Marriage puede resultar a veces difícil y dura de ver, pero al mismo tiempo ser hipnótica y atrapante. Donde la serie original se acercaba a estos temas con elegancia y desde una frialdad por momentos casi clínica para luego convertirse en una montaña rusa emocional, la adaptación de Levi busca hilar de una manera orgánica una narración más acorde a otra época y cultura.
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