Arte vs espectáculo

El dilema del ‘live-action’: Dos puntos de vista de un mismo género

Reinvención para una nueva generación o falta de originalidad. Con cada nuevo estreno nos preguntamos: ¿son necesarios los live-action?

por | Sep 9, 2025

¿Qué hace a un buen live-action serlo? La pregunta es más pertinente que nunca, a medida que el género se ha vuelto la caja mágica de hacer dinero en Hollywood. Mucho más, la respuesta a un éxito relativamente sencillo, con un público asegurado y sin duda, altas posibilidades de ser un éxito de taquilla. Una combinación de factores que han convertido a las múltiples cintas que reinventan clásicos animados o simplemente, reconstruyen el lenguaje de la animación para otra audiencia, en material controvertido.

El fenómeno moderno de los remakes tomó impulso en 2014 con Maleficent. Disney probó suerte reinterpretando un clásico desde el ángulo de la villana, encarnada por Angelina Jolie. La idea no era repetir lo ya visto, sino ofrecer un giro narrativo distinto. El experimento funcionó lo suficiente para justificar una segunda parte en 2019, aunque con resultados menos entusiastas. 

Angelina Jolie protagonizó Maleficient (2014, Walt Disney Pictures)

Aun así, la decisión marcó un precedente: si el público respondía, la compañía estaba dispuesta a revisar su catálogo más célebre, sin importar el riesgo de diluir lo que hacía especiales a esas historias. Desde entonces, llegaron más de una docena de reinterpretaciones, con resultados irregulares.

Algunas excepciones mostraron que el concepto podía tener mérito. The Jungle Book (2016), de Jon Favreau, es quizás el ejemplo más claro: equilibró fidelidad a la trama original con innovaciones técnicas y narrativas que sumaron valor. En contraste, muchos otros títulos quedaron a medio camino, atrapados en una tierra de nadie.

Ni lograban emular la frescura de la animación clásica ni ofrecían una identidad propia que justificara su existencia. La crítica los recibió con indiferencia y, en ocasiones, con dureza, acusándolos de meros ejercicios comerciales. La magia del recuerdo se convertía en un espectáculo sin alma, demasiado preocupado por replicar escenas icónicas, sin aportar un motivo real para volver a verlas.

El live action de The Jungle Book encontró el balance perfecto entre fidelidad a la original con innovación visual y narrativa.

La dificultad radica en que la animación no puede trasladarse de manera transparente a la acción real. Las versiones originales no solo triunfaron por sus guiones, sino porque el dibujo animado transmitía vida, ritmo y una expresividad imposible de copiar con realismo digital.

Algo que lleva a la cuestión más compleja. ¿Cómo lograr superar los problemas de producción de un live-action? Este año, brindó la posibilidad de explorar sobre el tema con dos propuestas distintas. Por un lado How to Train Your Dragon y al otro, Lilo & Stitch. Uno y otro demostraron dos fórmulas distintas y complejas para analizar el controvertido tema de la adaptación.

Exactamente igual al original

El regreso en acción real de Cómo entrenar a tu dragón (2010) llega con una rapidez que desconcierta: apenas han pasado unos años desde la última entrega animada, demasiado poco tiempo para que la nostalgia funcione como motor. Aun así, la propuesta se justifica con la idea de revitalizar una saga que ya tenía, desde su concepción, todos los elementos de una superproducción de fantasía: héroes jóvenes, batallas espectaculares y dragones que se convierten en parte central del relato.

El live action de How To Train Your Dragon hizo énfasis en el espectáculo visual (2025, Universal Pictures)

Lo interesante es que, aunque la primera película animada había establecido un estándar alto, este remake apuesta por reforzar la escala visual, recreando un universo vikingo de gran detalle y con criaturas más físicas, diseñadas para impresionar a una audiencia acostumbrada a efectos de última generación. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿era necesario rehacer un relato tan reciente y con tanta fuerza todavía en la memoria colectiva? Esa tensión entre necesidad y exceso atraviesa toda la película.

Dean DeBlois, al frente de la dirección, mantiene la fidelidad casi absoluta al guion y puesta en escena que ya funcionaron en la original. Eso permite entender por qué aquella historia se convirtió en un clásico instantáneo: la estructura narrativa sigue siendo sólida y emocionante.

Sin embargo, el intento de actualizar la estética choca con la cercanía temporal de la animación original, que aún luce moderna y visualmente potente. Las escenas de vuelo, por ejemplo, pierden parte de la ligereza que tenía el trazo animado; ahora los cielos están llenos de efectos digitales que, paradójicamente, hacen más evidente la pantalla verde que los sostiene.

Mason Thames como Hipo en el live action de How To Train Your Dragon (2025, Universal Pictures)

Esa mezcla entre grandiosidad y artificio genera un contraste incómodo: el mundo es más grande y detallado, pero menos creíble en lo emocional. La sensación de estar viendo un espectáculo técnico sustituye a la frescura narrativa que caracterizó la primera versión.

Aun con esas limitaciones, hay logros puntuales. La relación entre Hipo (Mason Thames) y Chimuelo conserva su ternura, aunque aquí se intensifica el peligro. Las peleas tienen más fuerza, los rugidos son más intimidantes, y la vulnerabilidad del chico está mejor marcada. Thames cumple, aunque en ciertos momentos parece forzar demasiado la fragilidad de su personaje. 

Gerard Butler, por otro lado, se convierte en el nexo más atractivo con la saga original: su presencia física y energía se adaptan sin problemas al rol de Estoico, aportando carisma y continuidad. Verlo de nuevo con casco y armadura despierta la complicidad del espectador.

Sin embargo, detrás de toda esa construcción épica persiste la sensación de estar reviviendo algo ya contado, con un envoltorio más grande pero con menos alma. El remake funciona como espectáculo, pero difícilmente alcanza la emotividad o la frescura que hicieron inolvidable a la versión animada.

Con muchos cambios, pero sin corazón

El remake en acción real de Lilo & Stitch despierta una pregunta inmediata: ¿era realmente necesario? La producción de Dean Fleischer Camp parece querer convencernos de que sí, pero lo cierto es que la película transmite una extraña sensación de cansancio, como si ni siquiera sus creadores confiaran del todo en el proyecto. La historia, muy similar a la versión de 2002 dirigida por Christopher Sanders y Dean DeBlois, pierde gran parte de su espíritu en el traspaso

El live action de Lilo & Stitch es una adaptación fiel aunque llena de estímulos, que parece perder el alma de la original.

Mientras que en la animación original ofrecía un equilibrio entre locura desenfadada y ternura inesperada, aquí el resultado es una comedia de ciencia ficción más acelerada que divertida. El espectador percibe un intento de cubrir la fragilidad del proyecto con ruido y exceso visual. Puede entretener a los más pequeños gracias a su hiperactividad constante, pero para quienes recordamos el encanto de la original, la ausencia de alma resulta evidente.

El corazón de la primera película radicaba en su aparente improvisación. Lilo & Stitch (2002) se sentía como un juego narrativo libre, una mezcla de géneros que nunca perdía autenticidad. Trasladar esa sensación a un entorno de realismo fotográfico, con escenarios digitales y actores reales, era casi imposible, y esta nueva versión confirma el riesgo.

Lo que antes era una fusión espontánea de humor absurdo, ciencia ficción ingenua y emoción sincera, ahora se convierte en una sucesión de escenas rápidas que buscan llenar cada segundo con estímulos. El resultado es predecible: el ritmo es tan frenético que elimina la capacidad de la historia para respirar.

Maia Kealoha interpreta a Lilo en el live action de Lilo & Stitch (2025, Walt Disney Pictures)

Stitch (Zach Galifianakis en la voz) ya no sorprende como el agente del caos entrañable que irrumpía en el mundo de Lilo (Maia Kealoha); ahora solo parece un efecto especial inquieto al que nunca se le da espacio para que su comicidad funcione. Aunque los actores ponen esfuerzo, y el guion copia con exactitud la estructura de la animada, la emoción queda diluida.

El remake se conforma con la superficie: criaturas realistas, escenarios detallados y una sucesión de secuencias ruidosas. Pero lo que distinguía a la película de 2002 — su capacidad para sorprender, emocionar y hacer reír al mismo tiempo — se esfuma en este intento. El resultado final es un producto vistoso, pero incapaz de capturar la irreverencia y la melancolía que hicieron del original un clásico.

Zach Galifianakis le da su voz a Stitch en el live action de Lilo & Stitch (2025, Walt Disney Pictures)

¿Qué hace a un buen live-action serlo? Es una pregunta complicada que sigue sin resolverse. Y es probable que mientras que este género con cierto aire de bastardía no encuentro su lugar, siga sin respuesta.

💡PopCon Tip:

Si quieres formar y compartir tu propia opinión sobre uno de los grandes dilemas del cine contemporáneo, Disney+ acaba de estrenar el live action de Lilo & Stitch (y la original también está disponible en el catálogo de la plataforma para comparar). ¡Contanos en los comentarios qué te pareció!

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