Denis Villeneuve es uno de los directores más interesantes del momento, su manera de entender el género sci-fi es hermosa de ver, y su épica para contar una historia en la pantalla grande es realmente alucinante. Dueño de un sello personalista y majestuoso, nos regaló algunas de las mejores películas del último tiempo: Arrival (2016) y Blade Runner 2049 (2017). Hoy vuelve a deleitarnos con una epopeya visualmente arrolladora. Dune es una aventura hipnótica que te invita a sumergirte en un mundo completamente nuevo, complejo, rico y con sus propias reglas.
Basada en la novela que Frank Herbert escribió en 1965, Dune (2021) es más relevante en la actualidad que en el momento de su creación. La explotación de los recursos naturales, la guerra entre la política y la religión o el impacto del colonialismo son algunos de los temas que toca esta historia y que vemos en auge en nuestro presente. Todo comienza con la Casa Atreides, a la cual se le da la tarea de administrar el planeta Arrakis y controlar la producción de la “especia”, la sustancia más valiosa de la humanidad. Este elemento hace posibles los viajes interestelares y le atribuye a los seres humanos ciertos poderes especiales.
En este contexto, conocemos a Paul Atreides -un sólido Timothée Chalamet-, el heredero de la Casa y un héroe perdido que todavía busca su lugar en el mundo. Paul comienza a tener sueños extraños que parecen profetizar un peligro inminente que arrasará con su familia. Este es el puntapié inicial para que el protagonista tome cartas en el asunto y comience a descubrir su verdadero propósito en esa aventura.
Dune es la apuesta más arriesgada y ambiciosa del año, busca encontrar su lugar en el género de ciencia ficción homenajeando sagas inmensas como Star Wars, que- al mismo tiempo- encontró inspiración en la obra de Herbert. Una de las piezas claves de esta cinta es Greig Frase, su director de fotografía, un artista que trabajó en Rogue One y The Mandalorian, dos de las producciones más aplaudidas por los fans de la galaxia muy, muy lejana. El apasionante despliegue visual, la brillante
fotografía y los acordes de Hans Zimmer logran sumergirnos en una experiencia completamente cautivadora.
Denis Villeneuve redefine el género con planos intimistas y solemnes, que por momentos pueden sentirse lentos pero son sobre todo sublimes. La cantidad de información puede resultar apabullante, pero hay que tener en cuenta que esta película es un primer acto, una introducción de un mundo nuevo tan fascinante como inmenso. Los fans más acérrimos de los libros seguramente puedan disfrutar más de los detalles, pero de todas maneras Dune sale airosa en la creación de este universo que te deja con ganas de mucho más.
No hay manera de hablar de esta cinta sin destacar a su poderoso elenco. Timothée
Chalamet demuestra que está a la altura de las exigencias de la industria,
dejando en claro por qué es una estrella en ascenso. Rebecca Ferguson es la que más se
destaca, siendo una enigmática Lady Jessica y robándose todas las escenas en las
que aparece. Oscar Isaac como el Duque Leto Atreides está muy bien y Stellan
Skarsgård nos da escalofríos con su interpretación del villano.
Pero, sorprendentemente, es Jason Momoa quien tiene el mayor éxito conectando con la audiencia. Su personaje es una bocanada de aire fresco que le pone todo el corazón a la Casa Atreides, que por momentos se siente distante. Mientras que Zendaya es una promesa, su Chani no tiene injerencia en esta primera parte, pero sí todas las cartas para ganar en la secuela.
Dune logra completamente su objetivo, abre las puertas de un nuevo universo y deja sus fichas listas para una épica trilogía que ojalá tengamos el placer de ver. Una película sobre el descubrimiento que te invita a perderte entre las infinidades del desierto, en la pantalla más grande posible.
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