Fever Dream

Distancia de rescate: cuando lo conocido se convierte en algo extraño

El thriller basado en la novela argentina encabezó el top 10 de Netflix en Estados Unidos, mientras que en nuestro país su estreno pasó desapercibido.

por | Dic 14, 2021

Distancia de rescate: cuando lo conocido se convierte en algo extraño

¿Cuáles son los detalles que realmente importan en una historia? ¿Se puede medir la distancia que necesita una madre para salvar a su hija? ¿Cuándo se corta el hilo que nos une con lo que nos hace humanos? Estas son algunas de las numerosas preguntas que plantea Distancia de rescate (2021), película de la cineasta peruana Claudia Llosa (nominada al Oscar por La teta asustada de 2019), basada en la novela homónima de la escritora argentina Samanta Schweblin, que se estrenó en Netflix el pasado mes de octubre. Luego de su participación en el Festival de Cine de San Sebastián, su llegada a la plataforma de streaming era muy esperada, tanto por la comunidad booktuber, hispanohablante y anglosajona, como por el ambiente académico, ya que el libro había logrado ser un bestseller en su traducción al inglés Fever Dream. Sin embargo, pasó bastante desapercibida en nuestro país.

La historia es introducida a través de la voz en off de Amanda (María Valverde), quien responde a las preguntas insistentes de David, el extraño hijo de Carola (Dolores Fonzi), que parece estar arrastrándola por un bosque en los primeros segundos del film. Todo este comienzo nos adentra como espectadores al unheimlich, perfecta palabra alemana que utilizó Freud para describir la sensación de la inquietante extrañeza que uno tiene cuando algo familiar se presenta como desestabilizado. Este tono se va a mantener a lo largo de la película, en la que lo cotidiano se vuelve extraño, y a partir de eso lo que estaba destinado a permanecer en secreto, sale a la luz. David le exige a Amanda que se fije en los detalles, que vea más allá de su narración, y hacia allí está enfocado también lo visual. La dirección de fotografía eleva las escenas, que tratan de captar fielmente los diálogos originales, o la narración en off, de la cual era tentador abusar, según confesó en varias entrevistas Samanta, quien además participó en la adaptación del guion.

Ver lo común con otros ojos


La historia entre Amanda y David, que desencaja tanto a la protagonista como al espectador, se trabaja desde una perspectiva con larga tradición argentina: lo extraño en lo común. Schweblin con sus curanderas de barrio, el niño-monstruo o el pueblo donde parece que no pasa nada, pero en realidad pasan cosas extrañas que nadie explica, se ubica dentro del imaginario colectivo que tiene tanto a Cortázar con su Bestiario, o a Mariana Enríquez con su Adela, en el que lo familiar incomoda, o lo históricamente conocido se vuelve monstruoso. En esta historia, David es quien se presenta como el niño monstruo, que asusta hasta su propia madre Carola. Su personaje aparece deshumanizado en las escenas que comparte con Amanda y su madre, pero es su interrogatorio incisivo el que nos va guiando hacia la historia, hacia los detalles.

David no es el único personaje que está desnaturalizado y llevado hacia el plano de lo extraño. En una escena con un gran ángulo de cámara podemos ver cómo su propio padre, Omar, se convierte en un semental, en un hombre-caballo, mientras se ocupa de la caballeriza. El resto de los niños del pueblo presentan visualmente los efectos de los pesticidas en los campos, la trama secundaria que en verdad es el punto de la película, al hacer esta denuncia.

Las cosas extrañas que suceden en el pueblo que visita Amanda con su hija de vacaciones no son cuestiones necesariamente ligadas al género de terror, sino algo que comúnmente sucede en los campos de soja (podría ser cualquiera en la Provincia de Buenos Aires), donde hay un uso desmedido de pesticidas: niños nacen con malformaciones o madres pierden embarazos avanzados, o habitantes fallecen intoxicados a causa del agua contaminada.

En el primer diálogo entre Amanda y David, el niño le pide que preste atención a los detalles, que vea para que todos vean. Esa es la premisa de Distancia de rescate: la mirada de Amanda nos guía para llegar a la verdad y ver realmente lo que pasa ambientalmente a través de extrañar su mirada. Esta se presenta febril, casi onírica, y a veces se distrae del punto por recordar lo bello de su pequeña Nina, o la hermosura hipnotizante de Carola. Llosa logra traducir a lo visual el lenguaje desestabilizador de Schweblin, y ambas proceden a generar esa sensación de no saber qué es lo que realmente está pasando para darnos una nueva forma de ver las cosas que naturalizamos.

El hilo que se tensa

Amanda pierde el hilo de la narración en distintos momentos porque recuerda que no sabe dónde está su hija. El hilo que la une a ella, esa distancia medida en metros, en kilómetros o en días, que va calculando constantemente, se va tensando al igual que el hilo de la historia con el espectador. Ya no confiamos en ninguno de los personajes, ni en la narración de Amanda misma. El hilo logra mantenernos atados pero siempre con el constante peligro de romperse y perdernos entre tanta incertidumbre narrativa. Otro hilo que se tensa en la historia es entre Amanda y Carola, quienes parecen acercarse y alejarse constantemente tanto física como emocionalmente. María Valverde logra transmitirnos esa sensación de estar cautivos por la idea que se hace del personaje de Dolores Fonzi. Amanda, como nosotros, escucha la perturbadora historia que le cuenta Carola, pero que se vuelve adictiva a la vez, lo cual hace que no pueda salir a tiempo del pueblo y que la tragedia se produzca.

El temor más normal de una madre es el de perder a sus hijos, pero esto es dado vuelta en la película y la pregunta ya no es ‘¿Qué se hace cuando se pierde a un hijo?’, sino ‘¿Qué se hace si un hijo se convierte en algo que ya no es reconocible como tal?’. Entonces, lo que se nos plantea es qué pasa cuando lo más familiar que puede tener una madre, es decir un hijo, se vuelve completamente extraño para sí, qué pasa cuando se rompe el hilo, el cordón que los conecta; en definitiva la película se interroga: ¿qué pasa si el horror se presenta donde menos lo esperamos?

Esta pregunta es el único constante que se nos presenta de principio a fin. La narración no es lineal temporalmente y el diálogo extraño entre Amanda y David sólo acentúa la incertidumbre de espacio, tiempo y control del espectador. Estos recursos que desautomatizan la mirada son excelentes a la hora de realzar la denuncia ambiental, porque logran despertarnos al mismo tiempo que Amanda. Cuando ella ve, todos vemos.

Es interesante ver que Netflix apuesta a esta película con una directora y una guionista latinoamericanas. Cada vez más plataformas de streaming se vuelcan a producir obras de voces argentinas: pronto llegará a Amazon Prime la serie de Lali Espósito basada en el libro de Tamara Tenenbaum y los productores de Call me by your name (2017) llevarán a la pantalla grande el libro de Mariana Enriquez, Las cosas que perdimos en el fuego.

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