Muchos conocimos Despertar de primavera en 2010, cuando Cris Morena Group y RGB Entertainment la adaptaron y trajeron a Argentina por primera vez. Aquel montaje marcó un antes y un después en la escena local. Fue protagonizado por un joven Fer Dente, quien hoy vuelve a ponerla en escena, esta vez desde la dirección. Pero… ¿de dónde salió esta historia?
Spoiler: no nació como musical.
El origen
Despertar de primavera es una obra de teatro escrita por el dramaturgo alemán Frank Wedekind. Alemania, 1891. Un contexto sociocultural marcado por la represión hizo nacer esta pieza tan controversial protagonizada por adolescentes en su pleno despertar sexual.
La obra aborda con crudeza temas como la homosexualidad, la represión del deseo, la crítica al sistema educativo autoritario, el miedo al sentir, la desinformación sobre nuestros cuerpos, el suicidio, el peso de la expectativa social, el maltrato y el abuso intrafamiliar. Y, como si fuera poco, hasta el aborto.

Sí, incluso hoy muchos de estos temas siguen siendo tabú. ¿Se imaginan cómo reaccionó la sociedad de 1891? Exactamente: con censura, escándalo y persecución. El título no es metafórico: no se puede evitar el despertar.
Prohibida, atacada y resiliente
Despertar de primavera fue censurada desde su nacimiento. Recién se pudo estrenar en Berlín en 1906 con escándalos, protestas, y ataques públicos durante las funciones. En muchos países esta lectura estuvo prohibida durante décadas, y solía ser destruida si la encontraban. Pero, como sucede siempre, lo que proscriben, se vuelve más fuerte.
La obra se transformó en un símbolo de resistencia artística frente a la hipocresía social y moral. 134 años después de su escritura, sigue interpelando generaciones. El sentir de estos jóvenes todavía nos incomoda, nos refleja, nos sacude… y nos invita a cuestionarnos el sistema de creencias en el que estamos inmersos.
Ahora si… lo prometido es deuda.

El musical que lo hizo todo más punk
En 2006, la historia se transformó en musical gracias al compositor Duncan Sheik y el letrista Steven Sater. Spring Awakening (su título en inglés) se estrenó en Broadway y fue un éxito total: ganó 8 premios Tony, incluida la categoría a Mejor Musical.
La propuesta fue simple y poderosa: jóvenes del siglo XIX que, al no poder expresarse en palabras, toman un micrófono y estallan en canciones de rock alternativo. Este recurso sirvió para romper la distancia temporal con ese siglo y conectarnos de forma rápida y sentida con el ahora.
Es el momento de hablar del hoy: del escenario local, del elenco que la encarna, y del montaje actual dirigido por Fer Dente, que vuelve a poner esta historia en el centro de la conversación.

volver al lugar donde todo comenzó
Para Fer Dente, dirigir esta obra no es solo un desafío artístico. Es, también, una vuelta al origen.
En 2010, fue él quien interpretó a Melchior en la primera versión argentina del musical. Hoy, más de una década después, asume la dirección general con una sensibilidad distinta: con la experiencia y la sensibilidad del actor que vivió la historia en carne propia, entendiendo que la obra no puede tratarse con tibieza.
Algo que caracteriza a esta nueva puesta son las decisiones que tomaron. Comenzando por la previa del show, donde se pueden ver los trajes que van a llevar los personajes, y por detrás los niños jugando mientras el público se sigue acomodando en sus butacas.

La muestra de los trajes puede ser referencia a la construcción social de la edad independientemente de los cambios del cuerpo. Llevan ropas de niños, son niños. Llevan ropa de adultos, de mujer o de hombre, son aquello que la ropa comunica que son.
Pero también se nos hace imposible no pensar en la muestra que se dio en Pensilvania en el 2022 en la conferencia sobre la prevención de abusos donde se colgaron vestimentas de víctimas de abusos sexuales subrayando la estupidez de aquellos que decían que la ropa que llevaban insinuaba y predisponía a los agresores.
Fer Dente también tomó la decisión de no respetar la época de 1891en el vestuario, si no que lo situó en un tiempo especulativo: la ropa puede remitirnos a cualquier momento, pasado, presente o futuro. Es protocolar y básica. Manteniendo los colores azules para los adolescentes, los rojos para los adultos, y el gris para aquel personaje que se salió de la normativa.

Otra decisión impactante fue deshacerse de las míticas sillas de escuela que, disponiéndolas de diferentes maneras, componían todos los escenarios. En esta versión, diseñaron un dispositivo escalar con estilo brutalista que gira sobre su eje y, en forma de gradas, imitan esa escuela, ese bosque, y esas casas. Al hacer este cambio, todas las coreografías donde se usaban las sillas tuvieron que reinventarse.
No abusa de escenografía ni efectos: pone el foco donde debe estar, en los cuerpos, las voces, y las interpretaciones. La tensión está en lo que no se dice. En lo que se canta a gritos porque no se puede hablar.
El montaje plantea un espacio-tiempo ambiguo, como si esos adolescentes vivieran en un limbo entre 1891 y el presente. Porque, de algún modo, eso es exactamente lo que somos: una generación atrapada entre lo que heredamos y lo que todavía no nos animamos a romper.

Una obra que sigue doliendo
A más de un siglo de su escritura, Despertar de primavera sigue incomodando. Y esa es su mayor virtud. En un contexto donde la educación sexual aún es discutida, donde las adolescencias siguen siendo infantilizadas, y donde el acceso a la información y al deseo libre aún está marcado por la desigualdad, esta obra es urgente.
No habla sobre adolescentes, son adolescentes hablando. Les da la voz. Y eso, tanto en 1891 como hoy, sigue siendo revolucionario. En esta puesta actual, no solo se revive un clásico. Se hace cuerpo una herida colectiva. Se baila, se grita, se ama, se muere, se resiste. Se vuelve a despertar.
0 comentarios
Trackbacks/Pingbacks