Una mente sin límites

David Lynch y todo lo que nos enseñó sobre el cine, el arte y la vida

A los 78 años falleció el director estadounidense que revolucionó el cine moderno con sus propias reglas y nos enseñó a experimentarlo de otra forma.

por | Ene 16, 2025

Había una cuestión. Para ver una película, leer un libro o lo que fuera tenías que entenderlos. Principio, nudo y desenlace. Así nos formamos y así empezamos a consumir historias mientras nos dejábamos maravillar por el cine, esa máquina de sueños que nos abrazó desde la primera hora. Y eso fue así hasta más o menos la etapa de la juventud. Hasta que apareció David Lynch.

Lynch nos enseñó a ampliar nuestra mirada a la hora de ver cine. No hay límites en la mente humana y por eso tampoco tiene que haberlos en el arte. ¿Por qué atarnos? Su obra siempre pareció querer decirnos eso: no se preocupen, sé que la experiencia humana en el mundo tiene un límite (la muerte, esa que lamentamos hoy), pero ¿saben qué? Siempre tendremos nuestra mente. Siempre tendremos París. Y ese fue el cambio radical que sus películas introdujeron en las inmensas olas de espectadores que lo siguieron maravillados hasta el final, esperanzados siempre en que se anunciara un-proyecto-más.

Para no hablar de la vastedad de su obra, tanto cinematográfica como televisiva y pictórica, me voy a posar en una cinta particular como Lost Highway (1997), acaso una de las “tapadas” ante las célebres Twin Peaks, Blue Velvet (1986) y Mulholland Drive (2001). Esa fue la película con la que sentí que mi posición como espectador tenía que ser otra. En mi caso, me tocó verla en la etapa universitaria, para un trabajo práctico. Lo que produjo en mí como espectador inocente fue toda una revelación: ¿cómo que un cambio del protagonista en el medio de la película? ¿Un cambio de ser? ¿Qué significaba eso? Y peor aún: ¿había que seguir viéndola?

Sí. Había que seguir viéndola y había que profundizar en Lynch. El sentido oculto en aquella obra, ni siquiera un propósito concebido como tal, sino el espíritu, digamos, era justamente ese. No hay sentido. No hay nada que entender. El propio Lynch aludió a este tema varias veces:

“Si la vida no tiene sentido y tampoco podemos entenderla, ¿por qué las películas tienen que tenerlo?”.

Ese fue su aporte fundamental en la historia del cine. Lynch nos enseñó a mirar películas, y a acercarsnos al arte, de otra manera. Ampliar nuestras formas de interpretación, aceptar el desafío, comprometernos con ese caos. Si la vida es un caos, y efectivamente lo es, bailemos con él y, de paso, tratemos de divertirnos un poco en ese extravío. Quién dice, quizás encontremos algo en el torbellino. Y seguramente será algo mágico. Quizás encontremos a Lynch.

“El misterio es lo que más amo, es el magnetismo de la vida, y me resulta maravilloso saber que de la mayoría de las cosas no conocemos absolutamente nada”.

Esto había dicho el propio director, como si definiera de esa manera las estrellas que siempre persiguió en el firmamento de su arte. Ahora que cargamos con la noticia de su muerte a los 78 años parece profético, pero no por eso menos hermoso, que la despedida de Lynch en pantalla haya sido en The Fabelmans (2022), la maravillosa película de Steven Spielberg donde el factotum de Twin Peaks interpretó nada menos que a John Ford

¿Y qué dijo Lynch ahí, haciendo de Ford, portando el parche característico y el habano? ¿De qué habló con un joven aspirante a cineasta? Del horizonte. De todo lo que resulta aburrido si el horizonte no está bien ubicado. En la pantalla y en la vida. El horizonte como señal de una mirada amplia. En la máquina de sueños que es el cine, las últimas palabras de Lynch dentro una película fueron esas. Y ahí seguirán. Todavía seguimos soñando. 

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Nicolás Poggi

Licenciado en Comunicación Social de la Universidad de La Plata (UNLP). Trabajó en la agencia Diarios y Noticias (DyN), A24.com y en la Agencia Télam. Actualmente es jefe de Política en la agencia Noticias Argentinas.