El desafío de parentar

Adolescente: La serie de Netflix que nos muestra la toxicidad de internet y da que hablar

Una ficción poderosa que rompe con todos los esquemas y trae a la luz preguntas que no queremos hacernos, que nos incomodan y tratamos de evitar.

por | Mar 28, 2025

¿Qué pasa si alguien que queremos es acusado de asesinato?

Adolescence (2025) va un paso más allá y redobla la apuesta a un grado aún peor: el acusado de asesinato es un joven, un nene de 13 años. Y a nosotros como espectadores nos toca ver por todo lo que pasa él, su familia y la gente a su alrededor que intenta comprender qué hay en su cabeza. La historia está tan bien contada y la actuación de Jamie (Owen Cooper) tan convincente que, a veces, es capaz de hacerte dudar si el nene es inocente o no… a pesar de que vemos con nuestros propios ojos el momento del asesinato en el final del primer episodio.

Pero en esta nota voy a dejar esos detalles de lado y no voy a repetir lo que venimos masticando desde que se estrenó. Ya está establecido que tiene cuatro episodios, cada uno de ellos muestra una situación distinta, y cada uno de ellos es un plano secuencia de una hora sin cortes. Buenísimos, pero me marearon un poco al ver casi todos de un tirón. También está establecido que las actuaciones de todos son muy buenas, que Stephen Graham ya hizo algo similar con Boiling Point (2021) y que, quizás, cada actor en esta serie se merece un premio Emmy, sobre todo Owen Cooper (Jamie).

Llamado de la realidad: ¿atender o rechazar?

Lo que no está tan dicho en voz alta es la crudeza de la realidad que muestra esta serie. Es posible pensar que está mostrando una situación fuera de lo normal y llevada a un extremo, pero la realidad es que no es así. Es algo que, hoy en día, es probable, que le puede pasar a cualquiera y que hay una faceta entera de nuestros niños a cargo que desconocemos por completo. Yo no soy madre, pero tuve la experiencia de criar dos niños desde temprana edad hasta la casi adolescencia en Estados Unidos, y el haber vivido eso hace que Adolescence me pegue desde otro lado.

Si bien esos nenes no eran mis hijos, las responsabilidades son casi las mismas. Siendo el adulto a cargo, la crianza de un chico implica tener mucho cuidado en cómo les mostrás el mundo porque, al principio, para ellos todo es palabra santa. También te toca hacerte responsable por los momentos buenos y por los malos: llenarte de orgullo cuando aprende a nadar o andar en bicicleta gracias a que le enseñaste, y de vergüenza cuando te enterás de que amenazó a alguien en el colegio, que se peleó, o cualquier otra cosa que se podía haber evitado si se hablaba un poco en casa o si se le daba más atención porque, de una manera o de otra, vos sos responsable. 

En Adolescence, quizás el asesinato se habría podido evitar si la brecha generacional de hoy en día no nos dividiera tanto. Si bien es cierto que los adolescentes siempre tuvieron sus códigos para diferenciarse de los adultos, hoy en día está en un nivel que nunca antes había estado. Nuestra generación también tenía internet, pero no tanto como ahora y las redes sociales no estaban tan metidas en la vida diaria como hoy en día. Nosotros los millennials teníamos que ir al cyber o dejar la casa entera sin teléfono para conectarnos un rato, pero hoy es 24/7 sin descanso, lo que significa que, si hay acoso, este es constante y no se le puede escapar.

Hay un mundo entero dentro del celular de los pibes que tenemos a cargo del que no sabemos nada y, para colmo, ellos llegan de la escuela y se encierran con sus computadoras o con sus celulares, y nosotros como adultos no tenemos mucha manera de ver qué es lo que están haciendo sin invadir su privacidad. Pero como los papás de Jamie, pensamos que están a salvo porque están tranquilos en su habitación. Y a veces no es así.

Adolescence nos explica un poco sobre este nuevo sistema de significados del que no tenemos idea. Lo que para nosotros – y para los policías millennials– es una simple combinación de emojis en un comentario en un posteo de Instagram, en realidad es una especie de cyberbullying de Katie, la víctima de esta historia, hacia Jamie. Quien en vez de arreglar las cosas de forma civilizada o hasta, quizas, acudir a un adulto, fue y le metió siete puñaladas a la nena que lo molestaba. ¿Era él la víctima en un principio? Sí. ¿Es correcta la forma en la que actuó? Claramente no. Y esa es otra arista que trata de explicar la serie, el por qué hizo lo que hizo.

Soy un pixel de internet

En un momento del episodio 3, cuando Jamie está con la psicóloga, se menciona que la víctima lo acusaba a él de INCEL y se da una pequeña explicación sobre el significado del término, que para ser honesta yo no conocía. Nunca le había prestado la debida atención y siempre pensé que incel era un juego de palabras entre internet y pixel, algo así como un pixel de internet por la jerga tuitera. Pero resulta que es una combinación de involuntary y celibacy; celibato involuntario en inglés. ¿Qué se quiere decir con esto? Que un incel es alguien que no tendrá relaciones sexuales pero no por elección propia, sino de su entorno. En otras palabras, Katie lo estaba “acusando” a Jamie de -en nuestra propia jerga- virgo. Y él la mató por eso.

Si bien el término nació en 1993 cuando una chica de Canadá se creó un blog con la palabra incel y publicó un artículo titulado “tengo 27 años y nunca tuve una cita”, lo que llevó a que muchos otros jóvenes compartan el sentimiento y medio se rían de sí mismos, el espacio fue mutando, según la creadora del blog, en un reservorio de odio mayoritariamente masculino. Todos los testimonios empezaban a tener como centro el odio hacia las mujeres – las culpables de que ellos no puedan tener una cita – y a los hombres que sí lograban intimar, los denominados Chads.

Podríamos decir que las risas no faltaron, hasta que nos damos cuenta que en 2018 Los Ángeles Times publicó que los incels se habían quedado con el título de la mayor cibercomunidad de hombres del mundo. Es entendible que sufran en carne propia el no estar a la altura de los estándares de belleza masculinos y con los patrones de lo que significa ser un hombre; el problema empieza cuando estos muchachos son incapaces de manejar su libido desviada, se obsesionan con todo lo que es el sexo y desparraman odio irracional hacia la mujer, despreciándola y degradándola. Y encima son la cibercomunidad masculina más grande del mundo.

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El problema con los incel, entonces, es algo que se ve reflejado en el último episodio cuando Eddie (Stephen Graham), el padre de Jamie, va a comprar pintura. Todo da a entender que el empleado del local es parte de esta comunidad de internet y, si bien aparece solo unos segundos, su personaje está tan bien construido que asusta.

Tal y como lo haría un incel real, el empleado le dice a Eddie que vio las fotos del cuerpo de Katie y que hay hueso en las heridas, que son de mentira, que “si van a mentir al menos lo hagan anatómicamente correcto”, cuando todos vimos el video de Jamie cometiendo el asesinato en el primer episodio.

Para los incel, se puede convencer a internet de cualquier cosa si se insiste lo suficiente y se difunde con la gente correcta. Antes de retirarse, el empleado le dice al padre que se tendría que buscar un abogado para que lo saque a Jamie porque es inocente, que si necesita juntar plata él aporta, que “muchos de nosotros aportaríamos”, validando una comunidad que no se nombra pero sabemos que existe.

También lo entendemos un poco cuando Adam (Amari Bacchus) le explica a su padre, el policía, el tema de los emojis. Habla del emoji de la dinamita explotando, que es un llamado a la acción de la “machósfera”, en donde se explica la “regla del 80/20”. Según Adam, los incel sostienen que el 80% de las mujeres solo se siente atraída por el 20% de los hombres. Por eso ellos, o sea el resto, se ven obligados a engañarlas para poder obtenerlas, porque esa es la única forma. Esta explicación se retoma en el tercer episodio entre Jamie y la psicóloga, donde él se lo describe medio sobrando y admite que está de acuerdo con la “regla del 80/20” . Y que por eso invitó a salir a Katie justo después de que toda la escuela la cancelara por mandar una nude; en su peor momento, que es cuando él creyó que tendría una oportunidad.

POV: la serie de Netflix te rompe la realidad

No sé qué provoca esta serie en los demás, pero yo la miro desde la perspectiva de cómo se podría haber evitado. No tengo una respuesta concreta, pero al unir los recuerdos de Jamie en el episodio tres con los del padre en el episodio cuatro, pienso en la parte en la que Jamie cuenta cómo se equivocó grave en un partido de fútbol y su padre miró para otro lado. El padre no quería que el chico se sienta presionado, por eso no lo miró. El chico asumió que el padre estaba avergonzado de él y por eso no lo miraba. 

Cada cosa, por más insignificante que nos parezca, cada reacción, cada palabra, impactan en el cerebro de los chicos y queda grabado a fuego, porque hasta cuando parece que no están escuchando, están prestando atención. Entonces, al no tener toda la información sobre la situación, su cerebro todavía infantil rellena los espacios vacíos y los convence de cosas que no son, como pasó con el ejemplo de Jamie, el padre y el fútbol. Si bien en el último episodio vemos cómo Eddie cuenta que se prometió nunca pegarle a sus hijos como le hicieron a él para protegerlos y enseñarles de una forma diferente, la crianza respetada no fue suficiente.

Los chicos están creciendo ahora, no mañana. Podemos pensar que están alejados de todo peligro porque los tenemos encerrados en nuestras casas, pero como le pasó a los papás de Jamie, que estén en la habitación no significa que estén seguros si tienen con ellos acceso a internet. La solución no es prohibirlo, sino hablarlo y darle el espacio a ellos para hablar también. A veces me pasaba que el nene que cuidaba me venía a contar su vida en los momentos más random que puedas imaginar y, si bien es difícil frenar y prestar atención, tenemos que pensar que quizás estamos evitando un desastre. 

Un mundo feliz

Al fin y al cabo, los chicos y los adolescentes están recién descubriendo el mundo que les creamos nosotros y es nuestro deber ayudarlos a navegarlo. Si Jamie hubiera hablado las cosas con sus padres, si ellos hubieran sido más presentes en su vida, el chico sabría que ningún nene de 13 debería tener relaciones sexuales, que no todo lo que le dicen sus pares es cierto, que el rechazo existe y que es parte de la vida. Si Jamie hubiera hablado las cosas, quizás habría podido manejar el rechazo de otra manera. Hoy en día casi ni dejamos que los chicos se frustren: pensamos que los estamos ayudando al querer resolver todo por ellos cuando en realidad los perjudicamos, porque al hacer eso no les damos ninguna herramienta para resolverlo por sí solos. 

Es difícil guiar a alguien nuevo en un mundo en el que todavía nosotros estamos a los ponchazos; si fuera fácil, todos lo haríamos excelente y no habría problemas en la humanidad. Pero como la vida no es una tira de Cris Morena o una peli de Disney. Tenemos que aceptar que a veces nos va a tocar festejar el gol ganador de un torneo interescolar y llenarnos de orgullo porque nuestra nena fue quien lo hizo y, a veces, nos va a tocar pedirles perdón por no haberles dado mejores herramientas para resolver los problemas, encogerse de hombros y probar de nuevo. Queda en nosotros hacer lo mejor para que, en el segundo caso, no repliquemos la escena final de Adolescense, que todavía la estoy digiriendo.

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