En la primera secuencia de A League of Their Own (2022-) vemos cómo la joven Carson Shaw (Abbi Jacobson) corre apresurada con su valija, con otro bolso con su bate, mientras intenta acomodarse el sombrero y no perder la compostura ante la mirada de terceros. Carson no quiere perderse ese tren que la llevará desde su Idaho natal a Chicago, la ciudad a la que conocerá por primera vez impulsada por un deseo más fuerte que cualquier otro: competir para ser jugadora profesional de béisbol. Por la forma en la que corre, parece estar huyendo de algo. Sin embargo, como alguien le diría poco tiempo después, lo que hace Carson no es un acto de cobardía sino todo lo contrario. No se escapa de nada. Va hacia algo. Minutos antes de subir al tren que ya está en movimiento, es interrumpida por una pareja amiga, quien le pregunta por su marido y le recuerda que tiene que cocinar un pastel para un evento social.
Y así, con un gag como recurso inevitable, la serie de Jacobson (Broad City) y Will Graham (Mozart in the Jungle) nos recuerda el contexto: 1943, Segunda Guerra Mundial, sexismo, segregación racial, y la venta de un ideal de vida que no todas las mujeres querían para sí mismas. Por eso, Carson responde con evasivas, menciona que su esposo sigue en batalla, pero frena las formalidades con el mismo ímpetu con el que pide que ese tren se detenga por ella. Hay algo más grande por conquistar. Y ella está a punto de hacerlo.
O todas o ninguna
Basada en la película homónima de 1992 de Penny Marshall, A League of their Own tiene la impronta de Jacobson en sus ocho episodios, que están disponibles desde el 18 de agosto en Amazon Prime Video. La cocreadora de Broad City (2014–2019) se aleja de Nueva York y del desenfreno de Abbi e Ilana (Ilana Glazer, también showrunner de esa ficción que fue la semilla para Hacks), pero mantiene sus intereses intactos. Jacobson considera que la representación es clave y la premisa de la serie le permite cumplir con uno de sus objetivos como escritora: darles una voz contundente a las minorías.
Cuando Carson (el personaje que remite al de Geena Davis del film original) pisa Chicago con una enorme sonrisa, el caos la confunde, pero rápidamente se encuentra con Jo (Melanie Field) y Greta (D’Arcy Carden, excelente actriz y estrecha colaboradora de Jacobson), dos amigas que también están allí para competir, para ver si son lo suficientemente buenas como para integrar la liga profesional. La chispa entre Carson y Greta se enciende en ese mismo momento en que colisionan y, a través de ese vínculo romántico entre ambas, la protagonista va asumiéndose como mujer bisexual, aunque no tuviera esa palabra a mano.
El primer capítulo, “Batter Up”, nos muestra, con un divertido y ajustado montaje, el nacimiento de las Rockford Peaches, el frenesí embriagador de estar concretando un objetivo por el que todas debieron pelear, ya sea huyendo de sus padres, enfrentándose a las barreras idiomáticas y a la sensación de soledad, o lisa y llanamente a una sociedad que les pide comportarse como “señoritas”, sobre todo si quieren ganarse una audiencia. Nada de pantalones, nada de temperamento, nada queer, nada fuera de la norma. “Be Ladies”. There’s no crying in baseball!
Max Chapman, la verdadera heroína de la historia
Jacobson asevera que la representación importa, y es imposible no recordar sus palabras al ver el excelente personaje que creó junto a Graham, Maxine Chapman (Chanté Adams), una pitcher descomunal que es rechazada de las pruebas por ser afroamericana. Enojada, lanza la pelota y el alcance de la misma impresiona a Carson. “¿Quién era ella?”, se pregunta para sí misma. En ese momento, no tiene tiempo de indagar porque Max es retirada del lugar y debe retomar su rutina naturalizando ese episodio, uno de tantos que padece en su cotidianidad. A su lado está su mejor amiga, Clance (Gbemisola Ikumelo), una ilustradora que busca hacerse paso en otro mundo dominado por los hombres: el de las historietas, el del humor. La amistad entre ambas es uno de los mayores logros de la serie y la más reminiscente a los instantes sensibles de Broad City, cuando la incondicionalidad es a prueba de balas y cuando existe una complicidad intransferible, un código en común.
Carson: A veces desearía no haber sabido lo que se siente estar con ella, ¿sabés? Porque entonces no dolería así.
Max: Me harté de pensar en el final. Prefiero tener cinco minutos de cómo se siente esto ahora que toda una vida anterior.
Carson: Sí, tenés razón. Yo también.
Por otro lado, Max se hace preguntas sobre su identidad sexual pero debe mantener en las sombras sus deseos para no decepcionar a su madre, para quien trabaja en un salón de belleza, otro símbolo de ese duro contraste entre lo que se es y lo que se quiere ser. Si bien la historia de Max se desarrolla en paralelo a la de los juegos de las Peaches y su convivencia, A League of Their Own la fusiona armónicamente cuando ella se reencuentra con Carson y, a veces sin decir demasiado, las dos entienden que están descubriéndose con todo el temor y todo el placer del mundo.
El dolor de Max, en cambio, cala mucho más hondo cuando debe ver a la distancia cómo las Peaches compiten mientras ella es forzada a trabajar en una fábrica para poder integrar una liga masculina. En el excelente capítulo “Stealing Home”, en el que se emplea a The Wizard of Oz (1939) como subtexto, los personajes reciben un golpe a la realidad, pero también una certeza. Ese “there’s no place like home” que dice Dorothy se aplica a ellas. Todas, desde Esti (Priscilla Delgado), quien dejó Cuba sin saber hablar inglés, hasta Shirley (Kate Berlant), quien se enfrenta a su ansiedad partido tras partido, saben que no hay lugar como el hogar y lo eligen con convicción. Se eligen como compañeras en esa cruzada clave en un contexto ídem. Como esa corrida inicial de Carson, como las mujeres que la comandan, A League of Their Own es una serie sobre ser valiente.
Gracias, Milly, por acercar esta maravillosa serie a quienes quizás no conocen la historia original. A league se merece una chance del público porque es simplemente maravillosa!
Muchas gracias por leer Flor ♥ La verdad que sí, es una joyita que debió haber tenido mayor trascendencia