La nueva película de Matthew Vaughn -la mente detrás de los cómics y las películas de la saga Kingsman– con guion de Jackson Fucks -autor de la primera Wonder Woman (2017)- estuvo en la boca de todos desde mucho tiempo antes de estrenar. Una de las primeras cosas que llamó la atención tuvo que ver con la idea de poner a Dua Lipa y a Henry Cavill como si fueran los protagonistas de la película, cuando en realidad los roles principales son de Bryce Dallas Howard y Sam Rockwell.
Otro de sus atractivos tuvo que ver con la novela en la que supuestamente se basa. La historia está “adaptada” de una obra que fue publicada un mes antes de su estreno. Si bien el libro existe, es dudosa la existencia de la escritora a la que se le acredita su autoría, ya que todos los perfiles y fotos que aparecen de ella en internet son recientes, confusos o poco claros.
Esto sumado a que en la película aparecen muchos elementos muy característicos de la iconografía de Taylor Swift -como los patrones textiles escoceses de rombos y diamantes o la inclusión de un gato de la raza favorita de la artista- dio lugar a un montón de teorías en internet acerca de que la novela podría haber sido escrita por la mismísima cantante bajo un seudónimo.
La cuenta oficial de la película en X (o Twitter, como prefieran) también se hizo eco de los rumores, publicando varias letras de canciones de la artista Sin embargo, la periodista Savannah Walsh de Vanity Fair confirmó, sin revelar ninguna fuente, que la ídolo pop no está involucrada en el libro. Otra periodista, Sophia Nguyen de The Washington Post, realizó una investigación para encontrar a la verdadera autora de la novela.
Su teoría (a esta altura ya casi confirmada por las redes sociales oficiales de la película) es que Argylle no es un libro real, sino un objeto promocional, al estilo de las memorias de Scott Lang que acompañaron la campaña de Marvel para Ant-Man and the Wasp: Quantumania. Según Nguyen, la ghost writer de la novela podría ser la escritora británica Tammy Cohen, autora de thrillers psicológicos y novelas históricas, aunque no hay ninguna confirmación al respecto.
Hoy ya está claro que la novela fue una movida de marketing y que los rumores de su vinculación con la cantante fueron el resultado de una serie de coincidencias, aprovechadas por la producción para captar la atención del público. Sin embargo, esa estrategia no funcionó, ya que Argylle (una inversión de Apple de doscientos millones de dólares) fue un fracaso de taquilla y de crítica.
¿Pero qué pasó?
Lo primero que hay que tomar en cuenta es que es una película que apela a la sensibilidad femenina. No solo por sus vinculaciones con Taylor, o por tener a Henry Cavill y a Dua Lipa como personajes importantes, sino también por estar protagonizada por una mujer, con una trama de romance en el centro.
En la película, Elly Conway (interpretada por Bryce Dallas Howard) es una escritora de novelas de espías sumamente exitosa y reconocida por la verosimilitud de sus tramas, lo que genera sospechas de que ella pueda haber sido una espía de verdad. Lejos de lo que se espera de una protagonista de una película de acción, ella es una chica tranquila que no quiere vivir grandes emociones, y solo le interesa quedarse en casa con su gato y escribir. Sin embargo, se ve involucrada en una trama propia de su novela más famosa, que lleva el nombre de la película y del agente protagonista.
La historia transcurre en dos planos: el de la novela, que es representado por Cavill, John Cena y Dua Lipa, y el de la realidad, con Sam Rockwell haciendo un papel equivalente al de Cavill, y la aparición de otros actores que se van presentando a medida que avanza la trama. De esta manera, la película es un relato enmarcado, una historia que está dentro de otra historia.
Eso no es particularmente original, pero sí el truco de que los límites entre la ficción y la realidad se rompen constantemente, sembrando la duda de si lo que pasa es parte de la novela o de la vida real de la protagonista. Argylle cae constantemente en ese recurso, en una parodia al género de espías llevada a tal extremo que se vuelve metaficcional.
Y ese aspecto, que es su fuerte, también se convierte en su debilidad, porque llega un punto en el que la enorme cantidad de giros en la trama llega a sentirse extenuante. Y aunque el relato se rompe una y otra vez, y la parodia al género es clara, no deja de ser una película que busca entretener mediante la historia que quiere contar. Por eso, después del quincuagésimo plot twist, el guion se desinfla y llega a volverse predecible y lineal por momentos.
Esta falencia hace que Argylle no llegue a estar al nivel de las películas de la saga de Kingsman, sobre todo la primera. Sin embargo, tiene excelentes actuaciones, con participaciones especiales de actores de primer nivel como Samuel Jackson, Catherine O’Hara y Brian Cranston, que llevan la trama a un ritmo vertiginoso que nunca se detiene. El punto más alto de la película es una secuencia que tiene lugar en el tramo final, en el que se luce al máximo la fotografía de George Richmond, uno de los maestros detrás de la estética característica de la saga que lo hizo famoso.
Todo lo que tiene que ver con el diseño de gadgets, vestuario y utilería es llamativo e interesante, desde el muñequito de Argylle que Elly pone en su escritorio para inspirarse, hasta la icónica mochila canil en la que ella lleva a su gato Alfie. Ese placer por el detalle, pero también por el exceso y las escenas de acción ingeniosas, que hacen que la película sea destacable pese a sus fallos.
La magia está ahí, y la película es genuinamente disfrutable y divertida, aunque pierda fuerza al no terminar de definirse entre una parodia al cine de espías o efectivamente una película de espías que, aunque no sea seria, se proponga cumplir con las expectativas de los espectadores del género. Pese a eso, Argylle es una película muy recomendable para quienes no tengan prejuicios con encontrarse con una vuelta femenina a una fórmula ya conocida de violencia, hombres musculosos y conspiraciones.
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