Desde los primeros minutos del quinto capítulo de Ahsoka (2023-), está claro que este es el homenaje más inspirado, personal y hermoso del director y guionista Dave Filoni a los fanáticos de Star Wars. No solo a los de la trilogía original — que por descontado lo es — si no para, en específico, los seguidores del mundo animado de la saga.
El episodio, que comienza exactamente dónde acabó el anterior, rinde tributo al malogrado Anakin Skywalker (Hayden Christensen). También a varias de las escenas más importantes de las últimas producciones animadas, directo a la fibra sensible de Star Wars. Más allá de cualquier señalamiento al argumento que pudiera hacerse, Ahsoka esta vez es un vehículo de amor hacia la franquicia. Más allá de eso, es un detallado puente que construye una intersección entre la trilogía principal y todas las historias que provienen de ella.
Lo es, en la medida que la primera parte del capítulo comienza por dejar claro que el Mundo entre Mundos es mucho más que un paso dimensional o una fractura de espacio/tiempo. En realidad, es un cruce de conciencia, el lugar en el que Ahsoka Tano (Rosario Dawson), tendrá que enfrentar su última gran batalla. Una que les llevará a los parajes oscuros y brillantes de su espíritu, de su aceptación del poder y de su relación con su perdido maestro.
El dolor, la belleza, la alegoría
Filoni, que conoce al dedillo la mitología Star Wars, construyó una cápsula de tiempo, que permitió explorar a Anakin y su relación con su Padawan, como nunca antes se había hecho. Cuidadosa, una revisión rápida, pero jamás apresurada, la mitad del episodio está dedicado a rememorar los puntos más resaltantes de un vínculo que se mantiene con el tiempo. Mucho, ese final del entrenamiento incompleto de Ahsoka que ahora, llega a su final.
La escena, que se abre en tres escenarios distintos y que incluye historias y líneas argumentales tanto de Star Wars: The Clone Wars (2018-2020) como de Star Wars: Rebels (2014-2018), asombra por su precisión y delicadeza. Las palabras nunca dichas entre maestro y aprendiz, llegan ahora para cerrar viejas heridas. Pero en específico, para enlazar el futuro y el presente de la antigua Jedi interpretada por Rosario Dawson, en algo más sustancioso. Star Wars es una línea de acontecimientos que se entrecruzan entre sí y crean su propio ecosistema.
De hecho, el capítulo estuvo lleno de guiños emocionales cada vez más poderosos y que encontraron, en su conclusión, uno de los momentos más hermosos del contenido de la franquicia de George Lucas en Disney+. Desde la mención explícita de la Senadora Leia Organa, hasta la sensibilidad de la fuerza de Jacen Syndulla (Evan Whitten). Cada fragmento del episodio estuvo concebido para conmover y lo logró.
Hermoso, aunque no perfecto
El más cinematográfico de todos los capítulos de la serie, concebido para la pantalla grande — desde los imponentes paisajes hasta el broche de oro con una manada de purrgils retozando en la inmensidad del cosmos — es, también, el que quizás, demuestra que la fórmula Star Wars debe cambiar. Ya sea estructurarse en diferentes formas o conformarse a estar destinada a quedarse con los buenos recuerdos.
Los diálogos explicativos, excesivos y algunos tan directos como para señalar de dónde provenía cuál escena, parecían endilgados a la fuerza en el argumento. También, el esperado enfrentamiento entre Anakin y Ahsoka tuvo algo de deslucido y artificial. Pero con todo, su escena final, que muestra a Ahsoka en la búsqueda de Sabine Wren (Natasha Liu Bordizzo) hacia otra galaxia, deja un mensaje claro. Todo ha quedado concluido. Una nueva historia comienza.
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