El original Peter Pan, personaje de James Matthew Barrie, no quería crecer. De hecho, estaba tan enfurecido por la idea como para vagar en una tierra inhóspita y lejana, tratando de evitar que la madurez y los años le alcanzaran.
Metáfora de la vida de su escritor, la figura que podía flotar a través de pensamientos felices, se convirtió en una representación casi involuntaria del rechazo a la vejez, el miedo a la fugacidad y el tiempo que transcurre. Todos temas de interés colectivo e histórico, resumidos en un relato infantil.
Peter Pan & Wendy (2023) de David Lowery intenta indagar en el impacto del relato original, integrando sus interpretaciones en un guion más oscuro, denso y adulto que otras tantas versiones. Pero el resultado, que tiene una impronta autoral evidente, no termina de ser del todo coherente.
A mitad de camino de una reinvención del mito, la historia también intenta psicoanalizar con poco éxito a sus personajes. Lo que termina por anunciar algo más complejo que lo que el argumento puede mostrar, quizás una visión desmedida de su director David Lowery (The Green Knight). Eso, a pesar de su cuidadoso punto de vista sobre sus protagonistas — en especial, el Capitán Hook interpretado por Jude Law — y la nueva perspectiva acerca de Wendy (Ever Anderson Jovovich).
En especial, esta última resulta uno de los elementos más asombrosos de la trama. Más fuerte, con un carácter más definido y un propósito concreto, está muy lejos de la versión animada maternal, amable y frágil.
La Wendy para el nuevo milenio está convencida que ser una niña no es un límite para sus sueños. Tampoco para sus aspiraciones, lo que incluye liberarse de su deber como hija y hermana mayor. Esto brinda a la película un primer tramo elocuente, dinámico y lleno de vivacidad.
Volar, pero no demasiado alto
No obstante, a medida que la cinta avanza (específicamente, luego de la aparición del Peter Pan de Alexander Molony), el guion parece no saber en qué punto enfocar sus energías y atención. Por un lado, el Nunca Jamás de Lowery es una tierra deslucida y carente de encanto, más dependiente de lo necesario de efectos digitales que la convierten en un territorio genérico.
Por el otro, la narración intenta abarcar, con esfuerzo, todos los puntos que abrió en su prometedor primer tramo. No obstante, no lo logra. Wendy termina por ser una líder natural y el grupo de niños perdidos se desvanecen a la sombra de Peter Pan.
Incluso el personaje central, que se profundiza desde una óptica casi siniestra, pierde fuelle y empuje en un intento por crear una historia sorprendente. Su repentina desaparición — innecesaria y predecible — convierte al largometraje en un acertijo sin resolver.
¿Es Peter una presencia que presiona y ejerce su poder a través de la manipulación? O, al contrario, ¿es un niño que, al final, es incapaz de controlar sus pequeños y grandes traumas, escondidos en la eterna imagen de un soñador? La película plantea la cuestión desde varias ópticas distintas, pero no se decide por ninguna ni tampoco, plantea una específica.
El personaje va de un lado a otro, convertido — ya sea su presencia física o su recuerdo — en elemento impulsor. Todo lo que ocurre en el guion de David Lowery y Toby Halbrooks está impulsado o lleva la carga de los dilemas de Peter o sus preocupaciones.
De modo que Wendy debe tomar su lugar en su ausencia y el Capitán Hook es el resultado de una singular historia de origen, que le convierte en reverso oscuro del héroe. Cada elemento de la trama se enlaza con Peter de manera indeleble, innecesaria y casi forzada.
Y un innecesario final feliz
Sin embargo, lo que más se lamenta de una cinta que pudo romper la simplicidad incómoda de la mayoría de los live action de Disney, es que abandone sus temas mayores — y desperdicie buena parte de su argumento — en favor de un final feliz. Uno tan tópico, sin sentido y poco congruente, que resulta el punto más endeble de una cinta que pudo ser algo más que un anuncio de situaciones más grandes, extraordinarias y extrañas que jamás llegan a ocurrir.
Al final, Peter y Wendy comparten protagonismo, pero la sensación es que el equilibrio entre ambos — tan necesaria para redimensionar una historia que depende tanto de uno como de otro para funcionar — se pierde. Para su último tramo, Wendy comprende el sentido de la felicidad y Peter Pan, el de su rara forma de heroísmo. Ninguna de las explicaciones resultan satisfactorias y mucho menos, coherentes. Tal vez, el mayor y más complicado problema de la película.
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