A sus 30 años, Dylan O’Brien sabe dónde está plantado. Por lo tanto, deja el cassette de lado y demuestra que un actor puede hablar desde la espontaneidad y no desde la impostación. También se volvió más selectivo y, al mismo tiempo, mucho más interesante. No busca rasgarse las vestiduras sobre la complejidad de los roles que interpreta o cómo fue su intensa preparación para personificarlos. Dylan no se toma demasiado en serio a sí mismo, como le manifestó a la revista Interview. En esa dirección va su carrera de un tiempo a esta parte: elegir sin premura, más bien por instinto. No tiene que ser una producción mainstream, su ambición no se mide en esos términos. Su ambición se mide según lo que le permita “estar en paz”.
El accidente que cambió su vida
“Quiero mantenerme paciente y además valoro mucho la vida, no necesito estar haciendo una película cada fucking mes. Si no tengo personas a mi alrededor que conozco y amo y con quienes puedo hablar fuera de un set todos los días, entonces no estoy creciendo ni aprendiendo nada”, declaró O’Brien, y de sus palabras se desprende el recuerdo de un episodio traumático.
Su necesidad de disfrutar de los placeres cotidianos, de apreciarlos cabalmente, tiene correlación con un momento bisagra de su vida: el accidente en el set de Maze Runner: The Death Cure (2018), la tercera entrega de la saga distópica que lo cimentó como una joven promesa, si bien su talento ya se había vislumbrado en la serie Teen Wolf (2011-2017). Mientras filmaba una secuencia arriba de un vehículo, fue embestido por otro y debió ser hospitalizado de urgencia. El actor sufrió graves lesiones, como rotura de huesos en su rostro, una concusión y trauma cerebral. Luego de someterse a múltiples cirugías, empezó a retomar su carrera, pero varios episodios de ansiedad le impidieron moverse a la velocidad a la que estaba acostumbrado.
Si uno contrasta lo que expresaba cuatro años atras con sus recientes apreciaciones sobre el trabajo, las diferencias están a la vista, fiel reflejo de ese período de transición que vivió en carne propia. “Estaba mal. No había dejado de trabajar nunca hasta el accidente, fue extraño porque gran parte de mi identidad es mi carrera, y después de que me sucediera eso, estaba convencido de que no iba a ser capaz de trabajar nunca más. No me imaginaba no estar en un set”, contaba por entonces en diálogo con Bustle. Sin embargo, algo cambió en Dylan. Quien supo ser un ídolo teen, la definición más precisa e incuestionable de heartthrob [“rompecorazones/galán”], estaba listo para barajar y dar de nuevo. Lo más atractivo de su camino de introspección fue cómo le enseñó a renegar de los absolutos. O’Brien dejó de pensar en los “nunca” y en los “siempre”, y así encontró la ansiada estabilidad.
La belleza de lo impredecible
Luego de concluir la saga basada en la novela de James Dashner y de ponerle la voz a Bumblebee/B-127 en el spin-off/precuela de Transformers, Bumblebee (2018), O’Brien se empezó a divertir más con su profesión. El actor protagonizó la película de aventuras, Love and Monsters (2019), colaboró con el realizador de Día de entrenamiento, Antoine Fuqua, en Infinite (2021), y fue convocado por la artista Taylor Swift para su primer cortometraje como realizadora: All Too Well: The Short Film (2021).
La cantante, compositora y directora editó en noviembre de ese año Red (Taylor’s Version), el esperado relanzamiento de su aclamado disco donde se halla la pequeña joya “All Too Well”, una de las mejores canciones de ruptura de todos los tiempos, presuntamente inspirada en su relación con Jake Gyllenhaal. Swift nunca lo confirmó, pero los paralelismos son ineludibles. El cortometraje acompañaba la versión de diez minutos de su tema en el que la talentosa Sadie Sink (Stranger Things) oficiaba de avatar de Swift. O’Brien, por su parte, personificaba a “Him” (“Él”, tal como se muestra en los créditos), un douchebag carismático que subyugaba a su joven novia para terminar la relación al poco tiempo. El corto tiene una secuencia de discusión en la que Sink y O’Brien se permitieron improvisar con el aval de Swift, gestando así un momento único dentro de un trabajo bellísimo y cargado de melancolía, como la canción misma.
En la presentación de este short film que es el corazón de la nueva era Red, O’Brien se mostraba feliz, como un swiftie más, manifestando su total admiración por una de las grandes estrellas de la música contemporánea. “Un día nos estábamos mensajeando y me dijo: ‘Perdón, te tengo que dejar, se me acaba de ocurrir una melodía’. Ella es así, no para un segundo”, le contó Dylan a Zoey Deutch, su compañera en The Outfit (2022) y en Not Okay (2022), película estrenada el 29 de julio en la plataforma Star+. Si bien la comedia negra de Quinn Shephard tiene a Deutch y a Mia Isaac como dupla central, O’Brien interpreta un personaje clave para la narrativa de un largometraje que expone con crudeza la falta de empatía en un mundo donde, en muchas ocasiones, nadie se anima a mostrarse genuino.
El actor es Colin, el interés romántico de la protagonista, un influencer que es pura cáscara, al que le falta identidad. “Me impacta cómo estos jóvenes como mi personaje van por el mundo apropiándose de otras culturas y generan fascinación, y yo quise llevarlo al extremo, con tatuajes, con el pelo teñido de [Justin] Bieber, quería burlarme de esta persona”, explicó el actor, quien puede ver el lado positivo de las redes sociales, pero que de todos modos sigue manteniendo la postura de quedarse en la periferia. Aunque no siempre. Como dijimos: O’Brien ya no piensa en absolutos. El actor abraza lo impredecible, como el thriller The Vanishings at Caddo Lake (2022) dirigido por Celine Held y Logan George, que filmó recientemente en Louisiana, bajo la producción de M. Night Shyamalan.
¿Cuál es el próximo paso en la carrera de Dylan O’Brien? No hay certezas, o quizá una: hay que acostumbrarse a verlo actuar de manera intermitente. “Me voy a tomar un año sabático definitivamente, me parece esencial hacerlo”. Esta postura de estar in and out de la industria le sienta bien y nos entrega a los espectadores más sorpresas. El renaissance de Dylan O’Brien está aquí y esa es una gran noticia.
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