Pasaron más de dos años de su estreno, pero la huella que dejó es eterna. Normal People (2020) nos entendió en un momento de nuestras vidas en el cual ni nosotros lo hacíamos. Nos hizo reflexionar, nos obligó a apreciar las pequeñas cosas que nos hacen humanos y a valorar nuestras relaciones. En vísperas de la llegada de la nueva serie de Sally Rooney: Conversations with Friends (2022-) a nuestro país, recordamos cómo Paul Mescal y Daisy Edgar-Jones cambiaron las reglas del juego. Hoy podemos verlos en festivales de cine, desfiles de grandes marcas y películas exitosas de la industria de Hollywood, pero para nosotros siempre van a ser Connell y Marianne, esos dos chicos que revolucionaron el amor con sus poderosos silencios.
El 2020 empezó como uno de los años con mayor potencial para la industria cinematográfica, pero en marzo llegó un virus que cambiaría nuestra vida para siempre. De a poco fuimos perdiendo nuestras libertades, tuvimos que encerrarnos en casa, los cines cerraron y los nuevos estrenos se estancaron sin fecha de vuelta. Las plataformas de streaming cobraron un nuevo valor, siendo las únicas que nos acompañaban con contenido nuevo todos los meses. En un momento gris y de poca esperanza apareció Normal People, una serie que nos llegó hasta lo más profundo del corazón con su simpleza. Nos muestra una relación tan pura que trasciende los parámetros de la historia romántica. Desde miradas fulminantes hasta diálogos complejos, Marianne y Connell logran entrelazar sus cicatrices a través de los años formando una comunión de almas que nos deja sin aire.
ENAMORÁNDONOS EN SILENCIO
Basada en la segunda novela de Sally Rooney– la escritora preferida de los millenials-, la serie producida por Element Pictures y distribuída por BBC Three y Hulu, nos cuenta la historia de encuentros y desencuentros de una pareja de jóvenes irlandeses. Marianne Sheridan y Connell Waldron son los protagonistas, dos chicos de realidades diferentes con mucho en común, ambos están rotos por dentro y necesitan sanar. Ella es distante y prepotente. Él es introvertido, popular gracias al deporte y sensible. Ella tiene todo menos la calidez de una familia, él necesita trabajar duro para sobrevivir. Estas diferencias no evitan que sus mundos choquen porque -como dice Robert Brault– “al final, las almas gemelas se encuentran porque tienen el mismo escondite”.
La particularidad del relato está en lo humano, realista y honesto que se nos presenta, casi como estar viendo la relación de dos personas en la vida real. Tanto el libro como la serie se caracterizan por “lo no dicho”, todas las emociones que nos guardamos dentro e imposibilitan la comunicación y entendimiento entre nosotros. Si en el papel descubrimos muchos monólogos internos de los protagonistas, en la pantalla chica veremos esto trasladado de forma maravillosa en las profundas miradas y silencios que existen entre los dos. Esos que dicen mil palabras.
Trasladar las emociones de dos adolescentes con cicatrices a la pantalla es todo un riesgo, pero el director Lenny Abrahamson -que antes dirigió la nominada al Oscar Room (2015)- lo hizo con creces. Tenemos que destacar la participación de la propia autora como guionista, ya que logró brindarle a los diálogos la misma fuerza e intensidad que en la novela. Si bien el éxito de esta serie se encuentra en cada una de las personas que trabajaron en ella, no cabe dudas que las estrellas de este universo son Paul Mescal (Connell) y Daisy Edgar-Jones (Marianne).
Los actores británicos le dieron vida y alma a los personajes, creando una atmósfera que se siente cercana y al mismo tiempo intensa. Logran que sintamos en primera persona cada una de sus tristezas, alegrías y miedos, se meten tan dentro de nuestra piel que ni siquiera en los momentos más íntimos nos sentimos intrusos. Pocas veces sentí tantas ganas de traspasar la pantalla para abrazarlos y decirles que todo va a estar bien, y de alguna manera decírmelo a mí misma. Esa es la conexión que se siente con ellos.
REDESCUBRIENDO LA INTIMIDAD
En tiempos en los que nos vemos inmersos en historias con dragones, zombies y superpoderes, Normal People nos recuerda lo mucho que necesitamos identificarnos con nuestra propia humanidad. Lo mucho que apreciamos las historias reales, aun cuando también nos entristecen. Sally Rooney no tuvo miedo de hablarnos de depresión y salud mental, en una escena que posiciona a Paul Mescal como una gran estrella en ascenso y le significó la nominación al Emmy. Ni de mostrarnos la realidad detrás del sexo, planteándonos problemas de control y maltrato, y creando un ambiente totalmente alejado del romance, donde Connell y Marianne tienen relaciones con un partido de fútbol de fondo.
La historia, que podría haber sido previsible, nos rompe los esquemas en cada una de las decisiones de sus protagonistas, quienes tienen tanto miedo de ser quienes son que terminan convirtiéndose en sus propios enemigos. El soundtrack elegido y los planos cerrados, centrados en los cuerpos y ojos de los actores, logran hacernos sentir el ahogo que transitan. También nos trasladan la ilusión de encontrar esa persona con la que te sentís libre, con la que podés ser vos mismo y crear tu propio universo. Su relación nos interpela y los intercambios entre ellos quedarán resonando en nuestra cabeza mucho tiempo después de haber llegado al final de su única temporada. “No es así con otras personas” le dice Marianne a Connell en un momento, y eso mismo vamos a sentir nosotros: no es así con otras historias.
Normal People se convirtió en una de las mejores series del último tiempo por tratar de una manera real algo tan simple y a la vez extraordinario como la conexión entre dos personas. En Argentina la podemos encontrar a través de la plataforma de streaming de STARZPLAY.
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