El 27 de Junio de 2025 fuimos testigos de un acontecimiento histórico: el mismísimo George Lucas, la mente maestra detrás de la saga de ciencia ficción más influyente de todos los tiempos, pisó una San Diego Comic Con por primera vez en sus 81 años de edad.
La presentación de Queen Latifah para la ocasión no se limitó solo a él, porque lo acompañaban dos maestros: el director Guillermo del Toro, la mente detrás de El laberinto del Fauno (2006) y autor de reflexiones inmemoriales acerca de arte, la narrativa y la cultura pop; y el artista Doug Chiang, el diseñador y artista detrás de la parte visual del universo de Star Wars, y presidente y director creativo de LucasFilm. Estar en ese espacio y en ese tiempo, con esa compañía, fue como entrar en un templo a los mitos de todos los tiempos, un tributo al arte de contar historias.

Y la ocasión que los unía era justamente esa, la inauguración de uno de los proyectos más ambiciosos de Hollywood: un museo dedicado exclusivamente al arte narrativo. Se trata de la exhibición de una colección de historietas, pinturas, libros, posters y material de producción que Lucas y Del Toro fueron coleccionando durante más de cincuenta años.
En lugar de hacer como otros millonarios que se guardan sus excéntricas galerías hasta el día de su muerte, o que las venden para hacer aún más dinero, los dos creadores decidieron compartir su botín con el mundo y con la posteridad. Del Toro lo dejó claro:
“Yo no soy dueño de estas obras, solo las estoy guardando para que la próxima generación pueda protegerlas. Por eso el museo tiene la forma de una cinta de Moebius, en perpetuo movimiento.”

Esta idea se refleja en la forma material que tendrá este nuevo espacio, diseñado por el arquitecto Ma Yansong y su empresa MAD Architects. Un campus de casi 28.000 metros cuadrados compuestos por árboles, jardines y estructuras que albergarán galerías, cines, cafés, restaurantes y bibliotecas. Su estética utópica, en la que la naturaleza y la tecnología se mezclan para atesorar la cultura, parece extraída de la ciencia ficción de principios del siglo XX.
Con un inventario que va desde los primeros posters de Flash Gordon hasta la obra de Frida Kahlo, el museo no va a hacer ninguna distinción elitista entre arte popular o elevado: es simplemente una colección de historias que se sustentan en las imágenes para poder ser contadas. Como dijo Doug Chiang:
“En el arte narrativo, el diseño está llevado por la historia. Primero viene la historia, después lo visual.”

Por eso no importan los juicios de valor, la opinión de la crítica o el supuesto valor económico o estético de la obra. Los tres expositores se cansaron de decir que, si no te gusta una obra, podés pasar a la otra, porque lo importante es lo que genera en el espectador:
“Si algo te otorga una conexión emocional, es arte […] No importa lo que la gente piense. Este museo es un monumento al arte del pueblo.”
Por eso este lugar va a ser mucho más que el albergue de una serie de colecciones de arte: lo que busca Lucas con esta arriesgada empresa es dejar un registro de la memoria colectiva, de la realidad que se expresa a través de las historias, de los mitos que desde el origen de los tiempos fueron dado sentido a la humanidad. Como dijo el mismo George:
“La ciencia es tan real como las historias (…) siempre hay un sistema de creencias común que le da sustento a todas las historias. Por eso la ilustración es vital para entender como se ha construido sentido en la vida cotidiana a través de los tiempos.”

Por eso el amor al arte, por sobre todas las cosas, está primero. En una de las mejores frases del panel, que fue replicada hasta el hartazgo en las redes sociales, Del Toro hizo un alegato en contra de la inteligencia artificial:
“Lo siento, no se puede hacer arte con una app […] Cuando la gente dice eso, están diciendo que el arte no es tan importante. Pero lo es. Personalidad, conocimiento, y emoción: Esas tres cosas tienen que existir. Y lo siento, eso no viene en una maldita app.”
Con mucha inteligencia y didáctica, Del Toro distinguió entre el “Eye candy” y el “Eye protein”. Para el cineasta, una imagen es nutritiva, y no solo una golosina, cuando tiene una historia detrás, cuando apela a las emociones e interpela al espectador. La inteligencia artificial solo puede restringirse a lo primero.

Por eso, en estos momentos en los que la tecnología parece estar cada vez más cerca de desvanecer los pocos resquicios de humanidad que nos quedan, Lucas ha decidido dedicar su inmensa fortuna y los últimos años que le quedan a reivindicar nuestra característica más humana, la posibilidad de crear mitos que le den razón a nuestra realidad. Por eso es central en su discurso la diferencia entre mito y propaganda:
“El mito le pertenece a todos. La propaganda es controlada por un grupo relativamente pequeño de gente. El mito nos une, la propaganda nos divide”.

Cuando el panel de estos maestros finalizó, me di cuenta de que había sido testigo de otra historia que va a ser contada incansablemente para la posteridad: el surgimiento de otro espacio para proteger la cultura popular y sus múltiples encarnaciones.
Este templo a las historias que incluye más de 37000 piezas entre fotografía, escultura, ilustración, performance y video va a abrir en el 2026 y va a ser ubicado en el parque de exposiciones de la ciudad de Los Angeles. Y su anuncio es el testimonio vivo de que, aunque la era en la que vivimos está terminando, todavía las historias nos están dando razones para poder creer en el futuro.
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