Ellie (Bella Ramsey) nunca ha sido una víctima. A pesar de todo el sufrimiento, del confinamiento en la zona de cuarentena y los rigores de FEDRA, siempre luchó y se enfrentó al sufrimiento. Después a los monstruos de un mundo devastado. Por último, a la posibilidad de morir infectada. Pero en realidad, las verdaderas bestias depredadoras del mundo apocalíptico de la serie, llevan rostro humano.
Hasta ahora, The Last of Us (2022-) mostró la desolación del día después de la caída de la civilización. A través de Joel (Pedro Pascal) y su traumática experiencia la noche del estallido. También, de las calles convulsas y hostiles de Kansas City o las cuidadas y amigables de Jackson. No obstante, para su penúltimo episodio, profundiza en las regiones temibles de los sobrevivientes. Los que se amparan bajo una fe deformada para sostener una esperanza corrompida.
El guion de Craig Mazin elabora una idea compleja acerca de la responsabilidad moral. Lo hace, a través de todos los riesgos que atraviesa Ellie mientras Joel lucha por su vida, todavía con heridas de las que le lleva esfuerzo recuperarse. La niña, a su cuidado, se enfrenta al mundo en soledad. Con la autosuficiencia de los huérfanos del cataclismo que devastó cada parte de la civilización, pero que dejó a su paso la desolada convicción que el ser humano puede convertirse en una criatura más pérfida, violenta y cruel de la que podría llegar a ser un infectado.
Los horrores que se esconden en las creencias
La cámara del director Ali Abbasi empequeñece la figura de la Ellie de Bella Ramsey hasta hacerla desaparecer en un paisaje nevado. Poco a poco, la colección de imágenes, muestran la idea de su fragilidad. Pero en especial, del desamparo del personaje. Aunque logró evitar que Joel — por ahora — muera, todavía está sola, enfrentándose a un mundo inhóspito y descarnado. La serie no disimula el miedo y la percepción de la propia vulnerabilidad que el argumento de Mazin compone con cuidado. Antes bien, lo elabora como una construcción acerca de escalas: la niña perdida, enmarcada en un espacio atemporal, obligada de nuevo a sobrevivir.
Es entonces, cuando tropezará con un grupo de extraños. Las palabras de María Miller (Ashley Scott) se convertirán de advertencia a profecía autocumplida. “Solo pueden traicionarte las personas en las que confías”, dijo la esposa de Tommy (Gabriel Luna), en una advertencia que ahora resuena dolorosa y cercana. Ellie termina por aceptar la amabilidad de los desconocidos y quizás, atravesar la situación más crítica de su vida.
Ya no se trata de luchar contra criaturas, nacidas de un contagio, incontrolables en su voracidad. Son hombres los que acechan, los que violentan, los que convertirán a Ellie en lo que nunca ha sido. Una víctima que deberá luchar por protegerse de la deshumanización, de la peor agresión, del horror de la violencia inaudita.
En un guiño para fanáticos, Troy Baker, que brindó su voz a Joel en la experiencia para videoconsolas, forma parte del elenco del capítulo. Su papel es pequeño, pero es también simbólico. Un observador del horror, un hombre que sabe lo que espera puertas afueras de una cabaña arrasada. De los terrores convertidos en fuego, gritos y muerte que deberán enfrentar sin posibilidades de redención.
Al final, el tiempo de la expiación llega
Cuando finalmente Joel llega por Ellie, ella llora entre sus brazos. Ya no es ni será la niña que conoció. Indemne, pero arrasada por el terror de los verdaderos monstruos que acechan en la oscuridad, se aferra Joel, suplica por su protección sin palabras ni otro gesto que el llanto desesperado. Y el hombre comprende. La enormidad de esa incapacidad para traducir el terror en palabras.
El trayecto continúa, el tiempo sigue siendo un acompañante silencioso. Pero para Joel y Ellie solo queda una última parada. La que podría brindar a este mundo en escombros, llenos de aristas brutales, una segunda y quizás inmerecida oportunidad.
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