Quizás después de un año de espera y casi dos años sin un estreno de Marvel en cines, este 2021 se vive casi como una sobredosis marvelita, con lanzamientos de series y películas a un ritmo vertiginoso, que apenas nos dejan procesar cada título antes del siguiente estreno. Pero, al menos con Shang Chi y la Leyenda de los Diez Anillos, esa conexión entre todos los títulos del Universo Cinematográfico de Marvel se siente apenas como un guiño, dejando disfrutar la película independientemente de todo lo demás.
Esta libertad de movimiento juega muy a favor de la historia de Shang Chi, que se desarrolla en el mismo universo que el resto de los Avengers, pero por momentos parece responder a la lógica de un standalone, felizmente inconsciente de la existencia de este mundo de superhéroes. Por supuesto las referencias están a la orden del día: un afiche que muestra las consecuencias del chasquido de Thanos o un torneo clandestino donde aparecen personajes conocidos, pero sin robarle nunca el protagonismo absoluto al recién llegado personaje.
Gracias a esa independencia, Shang Chi logra el balance ideal entre una aventura épica al mejor estilo oriental y un relato familiar que problematiza los lazos de sangre, el legado y la lealtad, entre otros temas. Sin profundizar demasiado en ninguno, pero brindando la dosis justa de drama para empatizar con los protagonistas, sus motivaciones y el camino que deben recorrer para convertirse en la mejor versión de sí mismos.
Todo enmarcado en un género que homenajea al cine de artes marciales y le brinda a este universo una nueva dimensión fantástica, inspirada en las leyendas de la mitología china. Las secuencias de lucha son de las más largas, espectaculares y mejor coreografiadas del Universo Cinematográfico de Marvel. Con estilos tan distintos que van desde una pelea callejera en un ring clandestino o arriba de un colectivo en movimiento, hasta un enfrentamiento tan majestuoso que parece una danza (con clarísimas influencias de El tigre y el Dragón)
El veterano Tony Leung eleva el nivel de las actuaciones con un talento que no conoce límites y, junto a la recién llegada Fala Chen, encarnan a los legendarios seres que viven una historia tan romántica como trágica, heredando toda esa carga emocional a la generación siguiente, la de nuestros protagonistas. Simu Liu es una estrella instantánea en el rol titular, con movimientos que desafían la física y sin embargo se sienten más reales que cualquier superpoder generado por computadora. Pero la mayor parte de nuestra atención se la van a llevar los personajes femeninos, al igual que pasaba con el elenco de Black Panther (2018).
Como si esta nueva fase de Marvel se esforzara en compensar un poco (tarde) la falta de representación femenina en los protagónicos de este universo, las mujeres dan un paso al frente en esta película para interpretar a los personajes más interesantes de la historia. Por un lado, Meng’er Zhang es la gran revelación como Xialing, su primer rol en la pantalla, donde deja claro que nació para ser una estrella de acción. Mientras que Awkwafina hace lo que mejor sabe hacer en un papel a su medida, como la intrépida y divertidísima Katy, la mejor amiga de nuestro protagonista, con quien comparte una hermosa relación de amistad que desborda química en la pantalla.
El elenco se completa con la talentosa Michelle Yeoh, en un papel muy por debajo de sus capacidades, que sin embargo aporta a la leyenda familiar y a la representación en pantalla de una gran porción del público de Marvel muy ignorada por el mismo estudio. Y por el otro lado, el regreso de un personaje que supo despertar la ira de los fans y las críticas del público y la prensa, en un camino de redención que empezó en un one-shot de Marvel allá por el 2014, después de consagrarse como uno de los peores villanos del MCU. Ahora vuelve a incorporarse a este universo, pero desafiando todas las expectativas de los fans, al igual que el villano de turno, que tiene mucho más para ofrecer de lo que parece a primera vista.
Como en toda película de Marvel, no puede faltar la dosis de humor apto para toda la familia, y Shang Chi encuentra la manera de incorporarlo orgánicamente a la historia, sin diluir la solemnidad del drama familiar y la cualidad épica del cuento fantástico. Hay incluso guiños divertidísimos a la cultura pop, chistes idiomáticos y algunos otros recursos ingeniosos con los que el guion se permite jugar antes de adentrarse completamente en el conflicto principal. Son muy pocos los momentos en que hace agua y cuando sucede, estamos tan inmersos en la historia, que lo dejamos pasar.
Shang Chi tiene el gran mérito de construir un mundo que parece funcionar por fuera de la lógica del Universo Cinematográfico de Marvel y a la vez hacernos testigos y cómplices de las sutiles conexiones que establece con el resto de las veintitantas películas de este gran plan narrativo. Por supuesto, esas conexiones terminan de reforzarse en las escenas post-créditos, que construyen hacia adelante de dos formas muy distintas: una en relación a los personajes que ya conocemos, planteando un misterio de proporciones cósmicas, y otra como secuela directa de esta película. Ya saben, no hay que irse de la sala hasta que termina de correr el último crédito.
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