Su madre Phoebe solía decirle tres palabras: “Everything Is Copy” (“Todo es una copia”). Así, Nora, la mayor de cuatro hermanas, creció sabiendo que sus problemas no diferían de los que padecían muchas otras personas, sino que era la perspectiva lo que les daba cierta identidad. Por lo tanto, cada vez que Nora llegaba a su casa del colegio y le compartía una situación que había vivido con sus compañeras o con un chico, Phoebe le repetía siempre lo mismo: “Todo es una copia”. Ese mantra le enseñó a la periodista, escritora, guionista, directora y dramaturga a no ubicarse en el rol de damisela en desgracia, una figura que no cuajaba con Ephron.
El mantra de Phoebe le enseñó a convertirse en la heroína de su propia historia.
“Si te tropezás con una cáscara de banana, te caés y todos se ríen de vos, sos la víctima de la situación; en cambio, si vos sos la que se ríe, sos la protagonista del relato”, le expresaba mamá Ephron, guionista consumada quien, junto a su marido Henry, escribió textos de famosas películas, desde The Jackpot (1950) con James Stewart hasta There’s No Business Like Show Business (1954) con Marilyn Monroe.
Nora creció viendo a sus padres tomar sus máquinas de escribir para tipear compulsivamente, por lo que su vocación de escritora no tardó en suscitarse. Sin embargo, Nora era muy diferente a su madre. Así como Phoebe mostraba distancia afectiva con sus hijas, Ephron sería lo opuesto con sus propios hijos, Jacob y Max. A ella le gustaba estar en control, estar presente, aunque eso significara ser dura, afilada, avasallante. Sus cualidades fueron trasladadas a sus inolvidables ensayos en los que se percibía una influencia de Dorothy Parker, como ella misma lo afirma en el texto homónimo:
De esta forma, Nora fue construyendo su voz pisando la fina línea entre sus influencias y la forma en la que se entretejían con su propia impronta. Y si hablamos de impronta, hablamos de cómo, allá por 1975, escribió el perfil sobre Dorothy Schiff, la empresaria dueña del New York Post, con una frase introductoria perfecta. “Me siento mal por lo que voy a hacer acá. Lo que voy a hacer acá es escribir algo sobre Dorothy Schiff, y la razón por la que me siento mal es porque, unos meses atrás, me las arreglé para amigarme con ella y ahora voy a arruinarlo”.
Un colega de Ephron la describió como una mujer cuya genialidad residía en esa forma mordaz y genuina que tenía para escribir, y que permitía que el lector se identificara inmediatamente con ella. En esa época, tanto en Newsweek como en el New York Post, la primera persona estaba reservada para unos pocos (hombres) y Nora se hizo paso con ese sello que la acompañaría hasta su último proyecto, la obra teatral Lucky Guy (2013), protagonizada por Tom Hanks en el rol del periodista Mike McAlary en quien ella se veía reflejada.
Para llegar a ese momento álgido de su carrera, primero tuvo que vivir. Vivir para escribir. Escribir para vivir. No importa qué infinitivo Ephron quisiera ubicar primero, había algo incontrastable en sus palabras: una autorreferencialidad bien dosificada, otro límite peligroso sobre el que caminaba mientras no cesaba de tipear.
“Todo es una copia”, le había dicho Phoebe, y se acordó (bastante) de eso cuando se separó de su segundo marido, el periodista de investigación Carl Bernstein.
En control de la historia
Cuando Ephron y Bernstein se conocieron, la admiración mutua se transformó en un amor que creció rápidamente. En ese momento de su vida, Ephron abandonó su amada Nueva York para mudarse a Washington (ciudad a la que rechazaba por considerarla vacía y carente de estímulos), y tanto ella como su marido lograron mantener sus tradicionales cenas con amigos como Guy Talese, Joan Didion y John Gregory Dunne. En 1979, Nora fue mamá de Jacob y al poco tiempo quedó embarazada de Max.
En el documental apropiadamente titulado Everything Is Copy (2015), dirigido por su hijo mayor y disponible en HBO Max, una pareja de amigos recuerda cómo no advirtieron el comienzo del fin de ese matrimonio. “Cenamos con ellos un día y estaban de tan buen humor, se fueron y pensamos en lo mucho que se amaban y al mes siguiente se estaban separando”. La noticia, en efecto, fue abrupta. Bernstein le fue infiel a Ephron con una amiga en común, la periodista Margaret Jay, y aunque le rogó que lo perdonara, ella jamás lo hizo.
“El primer día no me resultó gracioso. No me pareció gracioso el tercer día tampoco, pero me las ingenié para hacer una pequeña broma al respecto”. Nora era tan brillante para abrir sus textos y ese comienzo de su primera novela, Heartburn (1983), no es más que una prueba de ello. En menos de 200 páginas retrataba la disolución de su matrimonio por la infidelidad de su esposo con ese humor que le había inculcado su madre.
Tres años después, Mike Nichols dirigió la adaptación de Heartburn (con guion de Ephron, que ya había trabajado con su querido amigo en el de Silkwood), con una dupla protagónica imbatible: Meryl Streep y Jack Nicholson. “Nora logró olvidarse más rápido del dolor que Carl, quien terminó quedando como un ‘viejo verde'”, cuenta un amigo de ambos en el documental. Las palabras de su madre, otra vez, surtieron efecto.
Si Nora se había patinado con la banana, ella iba a reírse primero. “La película es sobre una mujer atropellada por un colectivo, no sobre el colectivo”, remarcó Streep. Es decir, más allá del enojo que despertó en su ex-marido y padre de sus hijos, Heartburn era la historia de Nora y ella tenía derecho a decidir cómo contarla. Y contarla la ayudó a superar esa traición. Vivir para escribir. Escribir para vivir.
Educación sentimental
Un día, Ephron jugó a entrevistar al director Rob Reiner mientras pulía el guion de su comedia romántica, When Harry Met Sally (1986). El objetivo era que Rob pudiera contarle la mayor cantidad de anécdotas de sus citas para configurar al personaje de Harry (Billy Crystal). Nora, claro, era Sally. “Yo siempre fui optimista, así que era lógico que apostara por un balance entre ambos”. La película de Reiner se convirtió no solo en un clásico del género, sino en un exponente del mismo difícil de superar porque… ¿Cómo se consigue un guion tan perfecto como ese?
La facilidad de Nora para los intercambios ingeniosos y veloces, ese rat-tat-tat tan bien verbalizado por Crystal y Meg Ryan, también invadía su propia vida. “Cada vez que alguien conocía a Nora, buscaba la manera de impresionarla. Yo creo que la hice reír tres o cuatro veces en los 20 años que fuimos amigos, pero eso fue mejor que ganarme un Oscar”, reveló Steven Spielberg.
En 1992, Ephron dirigió su ópera prima basada en su infancia, This Is My Life, y luego realizó otros dos clásicos de la comedia romántica, Sleepless in Seattle (1993) y You’ve Got Mail (1998), con algunas producciones no tan logradas en el medio. Coincidentemente, Nora se había vuelto a casar (con el escritor Nicholas Pileggi), acontecimiento que la transformó. “Ya no estaba tan a la defensiva, se había vuelto más sensible”, concidieron sus amigos más cercanos.
No es casual que su última película, Julie & Julia (2009) sea una carta de amor a su esposo, con el personaje de Stanley Tucci funcionando como su álter ego. Se trata del largometraje más personal de Nora, una mujer que, cuando fue diagnosticada con leucemia, decidió atravesar el rodaje sin contárselo a nadie más que a sus hijos, su esposo y sus hermanas.
Cuando el 26 de junio de 2012 murió a los 71 años, muchos amigos se sorprendieron. “Así era Nora”, manifestó su hermana más cercana, Delia. “Siempre quería estar en control”.
Mi educación sentimental provino de Nora. Mi formación como escritora, también. Así cómo ella aspiraba a ser Dorothy Parker, yo también aspiraba a ser Nora Ephron. Hoy, me limito a homenajearla con este texto y a recordar que, cada vez que escribo, vivo, sufro, y gozo, tengo que ser la heroína de mi historia.
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