Lo primero que destaca en No One Will Save You (2023) del director Brian Duffield, es la ausencia completa de diálogos. Lo otro, que ese silencio total, no es en absoluto forzado ni parece artificial. De hecho, el director logra explicar con una simplicidad y economía de recursos que sorprenden, lo que ocurre con apenas seis secuencias.
Brynn (Kaitlyn Dever) camina por el pueblo en que vive y es ignorada por todos. La adversión que despierta parece exagerada y dolorosa, pero en ninguna forma un recurso evidente. Más bien, en sus primeros minutos, la película se encarga de dejar claro que esta será una lucha por la supervivencia. No solo contra la invasión alienígena que de inmediato comenzará a suceder, sino contra la soledad y el completo aislamiento que Brynn sufre.
El director logra construir la poderosa sensación que su personaje central se encuentra en medio de una tragedia, tan grande y destructora, como para que su vida se haya detenido de una manera u otra. De su casa, solitaria y decorada con el gusto de una adolescente hasta su rutina de ermitaña. Es evidente que el personaje tomó distancia — de forma obligatoria o voluntaria — de todos lo que le rodean. Por lo que a continuación ocurrirá, está enfocado y vinculado a su capacidad de reacción.
El miedo está en todas partes
Uno de los puntos altos de Nadie podrá salvarte es hacer coherente y orgánico el comportamiento de su personaje con los peligros que vive. En especial, a medida que descubre que la situación que atraviesa es mucho más que una invasión doméstica. Luego de despertar en medio de la noche por ruidos inexplicables, la joven encontrará que debe lidiar con un poder que no comprende y es por completo impredecible. Y lo hará, con las mejores armas a su disposición y a través del instinto.
Brynn toma la resolución de vivir, pero la película no lo muestra desde lo épico, lo exagerado o lo sensiblero. Esta es una mujer en medio de una situación desesperada, que lucha y batalla contra una fuerza que la excede físicamente y que no conoce en absoluto. El director incorpora al argumento que también escribe, buena parte de las leyendas urbanas relacionadas con los alienígenas y también, con su forma de atacar. Por lo que el primer contacto de Brynn tiene mucha relación con la forma en que la cultura colectiva imagina un contacto extraterrestre.
Pero pronto, la película detalla cómo Brynn deberá luchar contra un tipo de fenómeno monstruoso y a gran escala, que no puede imaginar en su totalidad. De modo que buena parte de la efectividad del argumento tiene una relación directa con la percepción acerca de impredecible. Los alienígenas tienen un propósito y es evidente que lo llevarán a cabo. Pero ni las armas que usan, ni los métodos que aplican, se parecen entre sí o parecen inferir un patrón.
Desde lo desconocido
Duffield logra crear la sensación de que lo que se avecina está fuera del alcance de la comprensión humana. Aunque se basa, en su mayor parte, en la experiencia de las víctimas. Una contradicción que se completa con inteligencia hasta producir una amplia serie de eventos que quedan a la interpretación del espectador.
Una de las más extrañas características del largometraje es que no hay una explicación clara, directa o detallada a lo que ocurre. En lugar de eso, hay una exploración a la psiquis de Brynn, símbolo del horror que viven todos a su alrededor. En su pesimista y dolorosa escena final, la película deja claro que más allá que una exploración en la ciencia ficción, es una mirada al sufrimiento humano. A la vez, que podemos ser rehenes de él en más de una manera. Su mayor mensaje.
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