Madison (Annabelle Wallis), una mujer apesadumbrada por fantasmas del pasado y victimizada por su marido, comienza a experimentar visiones que hacen que se cuestione su propia realidad. ¿Son los crímenes que presencia algo que verdaderamente está ocurriendo? ¿Hay una entidad sobrenatural persiguiéndola?
Dirigida por James Wan (El Juego del Miedo, El Conjuro) y escrita por Akela Cooper (American Horror Story), Maligno es la primera entrega de terror por la que Wan vuelve a sentarse en la silla de director para retornar al género que dio visibilidad a su nombre y gracias al cual ha cosechado un buen número de fanáticos.
Una de las primeras cosas a marcar respecto a Maligno (Malignant, 2021) es que sin dudas esta es una de esas películas que dividirán al público. No hay puntos medios, o se la abraza o se la detesta. Intento de carta de amor al cine giallo, Wan da protagonismo al misterio y asesinatos calculados y llenos de violencia. Las citas a diversos clásicos son evidentes. Los temas, colores desaturados o peculiares encuadres inmediatamente rememoran los trabajos de maestros como Dario Argento o Lucio Fulci.
Igualmente, todas aquellas muletillas a las que Wan nos tiene acostumbrados nunca faltan. Esos espacios amplios y con una neblina que auguran que algo está escondido entre las sombras, paletas que dan una palidez mórbida a sus personajes, hasta los tiempos que Wan estira para generar suspenso. Todo está ahí. Pero no necesariamente estos puntos están bien utilizados, ya que no es una película que destaque por los sustos que pueda robarle a su público.
Acercándose más al slasher por momentos, el gore hace su aparición de forma medida. Wan complace a su fiel audiencia con algunos planos estáticos que permiten ver claramente el trabajo de esta nueva y sádica criatura, que sin duda resalta entre su ya icónico abanico de villanos.
Los actores hacen lo que pueden con interpretaciones por momentos telenovelescas, con un guion donde, a medida que avanza la historia, los plot twist están más al servicio del entretenimiento que de un desarrollo orgánico. Las pistas que de a poco Wan va entregando plantean durante los dos primeros actos una historia predecible, para luego dar rienda suelta a un tramo final un tanto más alocado y completamente inconexo al dramatismo con el cual la historia coquetea constantemente.
Y ahí rigen tanto el error como el acierto que probablemente polarizarán las opiniones del público. Llegando a su final, Maligno toma elementos bizarros y los empuja hasta el completo sinsentido, una cuestión que sin duda hubiera beneficiado a la historia si se hubiese abrazado este concepto desde un comienzo.
Sin muchos sustos y por momentos edulcorada, Maligno puede llegar a provocar risas que no siempre son intencionales. Pero quizás aparezca una que otra sonrisa cómplice por el simple disfrute de una propuesta sin dudas diferente para aquellos que quieran reencontrarse con un terror propio de esos VHS que en su momento habitaron los rincones más oscuros del videoclub de barrio.
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