Sing Sing (2025) de Greg Kwedar es, en muchas maneras, un drama que contradice los tropos principales y más tradicionales del género. Antes de apelar únicamente a su capacidad para emocionar o solo enaltecer a sus personajes hasta idealizarlos, se concentra en personas imperfectas. La mayoría, irredimibles y otras, que no están destinadas a servir de ejemplo para nadie en ninguna forma.
De hecho, el guion de Clint Bentley y Greg Kwedar reflexiona con cuidado y sutileza, acerca de la idea de que cada una de las figuras de esta obra coral están en búsqueda de sí mismos. Un leve matiz a las habituales historias de crecimiento y que brinda a la cinta la capacidad de combinar con éxito el escenario improvisado de un teatro humilde, con un drama carcelario a toda regla.
Al otro lado, la cinta reflexiona sobre la necesidad de encontrar un impulso para sobrevivir a las peores circunstancias. Y en específico, en cómo el arte puede convertirse en un vehículo transformador, capaz de ensalzar lo mejor de la naturaleza humana. Pero eso, sin convertir a la creación artística en una panacea irreal.

Mucho del éxito de Sing Sing radica en explorar acerca de la humanidad de sus protagonistas en toda su extensión, mezclando sus puntos altos y bajos en una visión sensible sobre la necesidad de encontrar el sentido del propósito. Entre ambos escenarios, la cinta pertenece a toda una nueva ola de dramas, que no se limitan a indagar en lo emotivo, sino que reflexionan sobre la capacidad del ser humano para reconstruirse a partir del dolor. Desde The Last Showgirl (2024) de Gia Coppola hasta la compleja Juror #2 (2024) Clint Eastwood. Lo cierto es que el género avanza hacia una nueva mirada sobre sus grandes temas, mucho más elaborada y sensible.
En específico, Sing Sing profundiza en la experiencia del escritor John “Divine G” Whitfield (Colman Domingo en la ficción) y su esfuerzo por evitar que una condena carcelaria le destruya, evitando ser sermoneadora o un panfleto moral. En lugar de eso, la cinta recorre caminos complicados, al plantear ideas como la violencia, la culpa como motor para la necesidad de crear e incluso, lo artístico como herramienta escapista. Pero eso, sin volverse un cliché y permitiendo que su personaje comprenda su crecimiento a través de pequeños actos de bondad.

De lograr un menú más nutritivo, pasando por esforzarse porque los presidiarios tengan un trato humanitario a pesar de sus crímenes, hasta inspirar obras de teatros para sensibilizar en la idea de la empatía y el poder de crear. Sing Sing analiza la posibilidad del bien como una combinación de pequeños errores, dolores y al final, la capacidad de todo ser humano de aspirar a la belleza. Todos temas que la cinta conecta en una idea más amplia sobre la esperanza.
Un hombre extraordinario en un momento doloroso
Pero en esencia, la cinta también analiza de una manera por completo distinta el género carcelario. Eso, al evitar que el escenario de una prisión se convierta en una larga lista de miserias humanas, llevadas a la pantalla grande de una forma más o menos melodramática. Más cercana a The Shawshank Redemption (1994) e incluso, a la dura Brubaker (1980), Sing Sing compone un retrato realista en el que los presidiarios son seres humanos rotos. Pero que, a pesar de su a menudo, pasado turbulento y violento, todavía luchan por conservar algo de dignidad.

Buena parte de ese punto de vista, proviene de su protagonista y la influencia que tiene en el guion. Divine G, autor de obras como Money Grip (2013) y la sensible A Friend to All Mankind: Mrs. Annie Turnbo Malone and Poro College (2015), imprime a su obra una profunda visión sobre la diferencia. También, un mensaje universal sobre la tolerancia y la necesidad de encontrar el propio lugar en el mundo. Sing Sing toma todo lo anterior y lo traduce en un drama que lleva el punto de Divine G a todas partes.
Por lo que tópicos como la soledad, la injusticia, la resiliencia en medio de situaciones imposibles, se hacen más cercanos y sin duda, realistas. Mucho del espíritu subversivo de Divine G proviene de su capacidad para visibilizar las realidades del encarcelamiento, no solo desde una perspectiva personal. También como un reflejo del sistema que perpetúa desigualdades sociales y raciales. Su enfoque no busca romantizar el sufrimiento, antes de eso se esfuerza por crear un puente entre quienes han vivido esa experiencia y aquellos que no la comprenden, promoviendo empatía y conciencia social.

Sing Sing recoge esa perspectiva cruda pero esperanzadora de la vida carcelaria. Reconoce las dificultades y los traumas inherentes al sistema penitenciario. Pero también resalta las historias de resistencia y reconstrucción personal que emergen en medio de esas adversidades. Para Divine G, la vida carcelaria no define a una persona. Solo se convierte en un capítulo que puede transformar a quienes encuentran la fuerza para reescribir su narrativa.
Este enfoque le ha permitido conectar con audiencias tanto dentro como fuera de las prisiones. Al mismo tiempo, inspirar a otros a encontrar un propósito y trabajar hacia un futuro mejor. Su obra no solo es un testimonio de su propia lucha, sino también un llamado a repensar el sistema carcelario. Asimismo, reconocer la humanidad de quienes están atrapados en él.
Una obra para el recuerdo
Brillante, emotiva, revolucionaria, pero, sobre todo, con un enorme corazón, Sing Sing recuerda escena tras escena la idea de que cada ser humano puede construir el camino para encontrar la paz. Pero en lugar de conformarse solo con su percepción acerca del bien, también ofrece una acerca de la oscuridad psicológica y emocional de sus personajes. En especial, cuando entra en escena Divine Eye (Clarence Maclin), que termina por ser un contrapunto ideal para el radiante talento de Divine G.

Juntos, estos dos hombres talentosos equilibran cargas para humanizar la durísima vida que deben enfrentar. Pero mientras Divine G tiene toda la potencia de una vida dedicada a las artes, Divine Eye es mucho más un rehén de sus dolores y su incapacidad para lidiar con ellos. Ambas ópticas dotan al retrato acerca de la violencia y la degradación de la experiencia tras las rejas, de una dimensión profundamente rica y conmovedora. También, de una disertación, en segundo plano, acerca de la necesidad de que la reclusión sea algo más que una brutal venganza judicial contra criminales.
El concepto puede parecer político y hasta negligente, hasta que la cinta analiza la posibilidad que cada hombre pueda contener el secreto para hacerse perdonar. Ya sea por la sociedad, por quienes lo aman e incluso, por sí mismo. El mayor mensaje que Sing Sing deja a su paso y el que le lleva a un nuevo nivel de belleza.
0 comentarios