They Cloned Tyrone (2023) de Juel Taylor tiene el curioso honor de ser una de las películas mejor calificada por la crítica en Netflix. También, una de las pocas de ciencia ficción de la plataforma, que mezcla los subgéneros de blaxploitation y el afrofuturismo, en algo que un mero comentario social. De hecho, buena parte de la cinta está enfocada en una idea inquietante, ¿qué ocurre con el control social y cultural bajo la mirada compleja de la ética científica?
Por ese motivo, buena parte de los primeros minutos del argumento transcurren en cierto espacio anómalo, imposible de definir de inmediato, más allá que por ser corriente. Calles destartaladas y sucias. También, en una rutina urbana, violenta y decadente. Las trabajadoras sexuales van de un lado a otro, mientras los proxenetas pelean a gritos entre ellos. El cielo tiene un aspecto plomizo y el escenario, en general, un aire pesimista. En conjunto, una escena cotidiana en cualquier espacio urbano norteamericano en decadencia.
Solo que, no está claro ni tampoco es evidente, el momento o el lugar en que todo ocurre. Pareciera tratarse de Estados Unidos a mediados de la década de los ochenta y noventa del siglo XX. Pero la cinta tiene la suficiente astucia para no revelar demasiado, ni tampoco, ahondar en detalles temporales y geográficos. Su mayor interés es mostrar una rutina interminable, sofocante y dolorosa que no parece conducir a ningún lado.
Una que, además, se hace más claustrofóbica y singularmente idéntica a medida que transcurre la trama. Algo que el guion de Tony Rettenmaier logra con una atmósfera opresiva que recuerda a thrillers paranoicos más elaborados. No obstante, en realidad, todo apunta hacia un punto concreto. Hay un secreto. Uno peligroso y quizás, letal que se esconde en este escenario rutinario.
Algo escondido en las calles
Sin embargo, a la acción le lleva trabajo llegar a ese punto. En lugar de revelar qué se esconde en la estructura de una realidad forzada y artificial, dedica tiempo a sus personajes. En especial a Fontaine (John Boyega), un traficante de drogas que comienza a tener una percepción fracturada de la realidad.
Boyega logra construir un personaje que evoluciona de forma cuidadosa, pero también, que se convierte en un elemento para profundizar en la singularidad. ¿Qué ocurre que para Fontaine todo avanza hacia espacios desconocidos? La película utiliza el humor para enfatizar lo particular de un ambiente que en el que cada elemento parece controlado y vinculado a una fragmentación del tiempo y la sustancia de la realidad.
Pero Fontaine debe sobrevivir, por lo que se esfuerza en ignorar las pesadillas, imágenes oníricas y la leve disociación. Rana (Leon Lamar), es una especie de mentor amable de Fontaine, que, no obstante, comienza a resultar sospechoso. ¿Qué es lo que insinúa el anciano con sus frases sin sentido y cada vez más siniestras?
También, se encuentra Junebug (Trayce Malachi), el aprendiz del narcotraficante e hijo adoptivo informal. Uno y otro personaje están sostenidos por la percepción que son extremos de la misma cosa. ¿De qué? Fontaine no lo sabe y necesita descubrirlo. En medio de la cuidadosa puesta en escena de una realidad que se repite, se superpone y se muestra, como olas enlazadas hacia lugares integralmente equívocos.
La puesta en escena — con sus tonos sobresaturados y aire violento — se hace cada vez más irrespirable. Todo conduce a un descubrimiento, a un hecho mayor. No obstante, cuando Fontaine está muy cerca de rozar la superficie de lo que se esconde bajo la apariencia engañosa de la realidad, ocurre lo impensable. Resulta asesinado. Eso, frente a los ojos del proxeneta Slick Charles (Jamie Foxx) y de Yo-Yo (Teyonah Parris), una de las mujeres en su círculo. Es entonces, cuando la película parece tomar otro sentido y cambiar levemente la atmósfera, para transformarse en algo por completo distinto. Fontaine reaparece con vida. Todo, frente a los ojos horrorizados de los que lo vieron morir.
Un horror que nadie puede ocultar
They Cloned Tyrone (2023) es el tipo de trama que funciona mejor cuando descubre sus enigmas con lentitud. Por lo que el relato juega con el elemento de la inexplicable resurrección, para profundizar en sus puntos más interesantes. Pronto, la ciencia ficción pura se enlaza con la percepción macabra de un control social y cultural a una escala desconocida. Eso, mientras Fontaine, Slick Charles y Yo-Yo dedican esfuerzos en comprender qué ocurre.
Pero en lugar de descubrir una respuesta, solo logran descifrar un punto elemental. Lo que creen verídico y tangible es lo más cercano a una simulación. Una estructura a punto de caer al suelo y lo que es más preocupante, de desplomarse en mitad de un elemento impensable.
Con su aire rudo y humor sardónico, la cinta es un interesante intento de contar una historia en apariencia obvia, en un escenario inesperado. En especial, a través de personajes carismáticos y con una enorme química como elenco. Quizás, su punto más alto.
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