Los personajes de Sally Rooney habitan en los silencios. La escritora irlandesa detrás de la trifecta de best sellers Conversations with Friends (2017), Normal People (2018) y Beautiful World, Where Are You? (2021) se siente cómoda navegando en las inseguridades de jóvenes que no saben cómo manifestarse ante una pulsión externa. Por el contrario, todos ellos terminan implosionando, generando una catarata de daños, en ocasiones irreversibles. Rooney es compasiva con esos individuos que luchan por encontrar la palabra adecuada en el momento justo, aunque el momento frecuentemente les pasa de largo. Ese es precisamente el encanto de su prosa: ilustrar esos pasajes con diatribas sobre los miedos, las inseguridades y la indecisión. Si hay algo a lo que la escritora le huye es las elipsis. Para ella, lo más rico está en lo que late subrepticiamente, en la admisión susurrante del deseo.
En 2020 llegó a la plataforma de streaming STARZPLAY Normal People, la primera adaptación de las novelas de la autora de 31 años oriunda de Castlebar, aquella obra con la que estuvo cerca de obtener el prestigioso galardón literario Man Booker Prize. Para su trasposición, se formó un equipo infalible. Rooney colaboró como coguionista junto a los dramaturgos Alice Birch y Mark O’Rowe, y los episodios fueron dirigidos por Lenny Abrahamson, responsable de esa pequeña joyita indie llamada Frank (2014) y de la nominada al Oscar, Room (2015). El realizador trabajó apuntalado por la británica Hettie Macdonald, quien venía de filmar Howard’s End (2017), otra historia romántica acerca de las declaraciones que llegan a destiempo. Pero si la fórmula fue un éxito, no solo se debió a esa sensibilidad autoral, sino también a la pareja protagónica, dos actores entonces desconocidos: Paul Mescal y Daisy Edgar-Jones.
Al momento de su lanzamiento, Normal People fue recibida con las escenas de sexo como eje de debate, con el foco puesto en esos instantes filmados con naturalidad y sin premura. Si bien los encuentros íntimos entre Marianne (Edgar-Jones) y Connell (Mescal, nominado al Emmy) son una pieza clave a la hora de vincularse -la primera forma que encuentran para poder conectarse con el otro, como sucede en toda la obra de Rooney-, es la distancia la que los define. Ese pavor a exponerse ante sus compañeros en Sligo, esa pequeña ciudad irlandesa donde habitan, tiene un rebote en el futuro, cuando ambos protagonizan una serie de desencuentros, pero nunca dejan de amarse, de pensarse y de contactarse.
Así, se presenta una paradoja: el necesitarse es el motor para seguir viviendo en sus mundos antagónicos, aunque ambos signados por problemas de salud mental y de autodestrucción, una constante en las novelas de Rooney. Ese tinte nostálgico también se traslada a una banda sonora donde las guitarras de Nick Drake, Elliott Smith y Lisa Hannigan lloran a la par de Marianne y Connell, en una elocuente y bella forma de acompañar a los personajes.
Conversations with Friends y otro amor a destiempo
Este año se estrenó la flamante coproducción de la BBC Three y Hulu (todavía se aguarda fecha de estreno en nuestro país) basada en la primera novela de Rooney, Conversations with Friends. En esta segunda adaptación, se repitió el tándem que se había formado en Normal People, con excepción de Rooney, quien decidió no intervenir en los guiones. Las comparaciones entre ambos dramas son inevitables, especialmente cuando Abrahamson busca establecer una continuidad entre su primera miniserie y esta última, con la misma cantidad de episodios y una languidez omnipresente en esos doce capítulos. Podemos considerar a ambas producciones como un díptico, aunque Normal People, al estar circunscrita a la dinámica entre dos personajes, tiene una mayor contundencia.
De todos modos, Conversations with Friends (2022-) encuentra su lugar en el universo de adaptaciones de Rooney gracias a su complejo personaje protagónico: Frances, interpretada por Alison Oliver en su debut como actriz. En este caso, estamos ante una joven de 21 años a la que Abrahamson filma como ella misma transita su cotidianidad: con dilación, como si su tristeza empañara el lente de la cámara. Frances, aspirante a escritora, se separó de su novia Bobbi (Sasha Lane, tan vivaz aquí como en la película American Honey), con quien sigue manteniendo una amistad en la que prima la complicidad.
“Advertí que mi vida iba a estar llena de sufrimiento mundano, y que eso no tenía nada de especial. Sufrir no me iba a hacer especial y fingir no sufrir no me iba a hacer especial. Hablar sobre eso, o incluso escribir al respecto, no iría a transformar el sufrimiento en algo útil”, manifiesta Frances en la novela de Rooney y es así cómo la encontramos en la serie: con una tristeza disfrazada de timidez.
La irrupción de lo turtuoso se produce cuando una amiga ocasional que tiene en común con Bobbi, Melissa (Jemima Kirke de Girls y Sex Education), las invita a cenar y allí aparece su marido Nick (Joe Alwyn), un actor reservado que se retrotrae ante el despliegue de histrionismo de Bobbi y su esposa. En el encuentro, Frances y Nick hablan poco, o quizá lo suficiente para unirse de un modo mucho más profundo, incluso espiritual. A lo largo de los episodios veremos cómo ese vínculo, también propulsado originalmente por lo sexual, se va tornando cada vez más doloroso cuando el egoísmo y el temor a verbalizar ese fulgor atentan contra él.
En determinados tramos, la serie también esboza un escenario en el que las relaciones amorosas son revestidas por el acto de dinamitar las nomenclaturas. Esto lo notamos en el personaje de Bobbi, quien habla de cómo es posible amar a dos personas al mismo tiempo y convivir con ese sentimiento. Lo mismo sucede cuando Frances se niega a definirse a sí misma. Sabemos que es bisexual, pero la naturalización de su orientación sexual es lo que prevalece. Cuando Rooney escribió a esa joven que camina errante entre las canciones de Alexi Murdoch y Phoebe Bridgers (fanática confesa de Normal People y pareja de Mescal en este multiverso que gestó Rooney) lo hizo como quien no pide disculpas. Ese mismo espíritu lo migró a Nick, ya que ambos se lastiman mutuamente -y a los demás- en pos de no perder lo que construyeron, por más frágil que esto sea (si es que lo es).
Al igual que Connell en Normal People, en Conversations with Friends hay un abordaje certero de la depresión y el estigma que la circunda, así cómo también de la endometriosis, condición sobre la que no abundan demasiados exponentes en la ficción. En esos contextos adversos, minados por el dolor, las dudas y también por los impulsos, la nueva serie basada en la obra de Rooney no busca ser complaciente, sino permanecer fiel a esos personajes que viven en su cabeza y simplemente no pueden traducirle al otro ese bullicio.
“Acurrucada en la cama con los brazos rodeándome el cuerpo, pensé con amargura: Es él quien tiene todo el poder, yo no. No era del todo cierto, pero esa noche comprendí por primera vez lo mucho que había subestimado mi propia vulnerabilidad”, piensa Frances para sí misma, pero no llega a decirlo. Conversations with Friends explora con inteligencia eso que sucede mientras uno quiere dar el salto, pero se alarma ante el efecto de la caída.
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