¿Cómo olvidar cuando a mediados de 2019 la comunidad cinéfila se unió en un shock total al ver el primer tráiler de la adaptación de Cats de Tom Hooper? La estética de la película había horrorizado a la audiencia, pero al mismo tiempo alimentado aquello que las redes sociales hacen mejor: crear memes. Muchos fueron los que se preguntaron si el Sr. Sheffield había puesto una maldición sobre este musical, ya que la historia sobre los Gatos Jelico parece cargar con nada más que mala suerte cada vez que se intenta llevarla al cine. Es una tarea que ni siquiera uno de los mejores directores de todos los tiempos pudo lograr.
A principios de la década del ochenta, Andrew Lloyd Webber, un prolifero compositor que ya había conquistado al público con musicales como Jesus Christ Superstar (1972) o Evita (1976) se acercó a la viuda de T.S. Eliot con la propuesta de hacer una adaptación de Old Possum’s Book of Practical Cats (1939), una colección de poemas sobre unos peculiares felinos que el autor originalmente había escrito en cartas a sus ahijados y ahijadas.
La viuda le advirtió que años antes Walt Disney se había acercado a su esposo con la misma intención, pero que -no muy a gusto con la idea de que sus personajes fueran reinventados por la compañía de Mickey Mouse– el autor rechazó la oferta. Tras la promesa de que los Jellicles no serían convertidos en tiernos gatitos, sino que sus personajes se mantendrían complejos, que el show tendría elementos un poco picantes y temas definitivamente adultos, la viuda aceptó venderle los derechos.Así fue como el 11 de Mayo de 1981 en el West End de Londres, Cats llegó a los grandes escenarios en una producción más que ambiciosa, con un éxito instantáneo y arrollador. Nuevamente el cine sentía interés por apropiarse de la historia y, entre los muchos interesados, había un amigo personal de Lloyd Webber, un director que hacía años quería colaborar con él. Luego de producir éxitos como An American Tail (1986), The Land Before Time (1988) y Who Framed Roger Rabbit? (1988), Steven Spielberg se encontraba más que deseoso por continuar explorando el potencial de la animación, pero buscaba un proyecto que encantara tanto a niños como mayores por igual. Con el musical ahora recorriendo el mundo, ¿qué mejor marketing podía conseguir?
Todos quieren ser ya gatos jazz
Fue para 1989 cuando nace Amblimation, estudio que inmediatamente se diferenció de Disney y los otros grandes titanes de la animación occidental al asentarse fuera de los Estados Unidos en su búsqueda de nuevos talentos internacionales, haciendo base en Londres. Luego de presentar a la modesta An American Tail: Fievel Goes West (1991) como su primer estreno, fue durante la ardua producción de We’re Back! A Dinosaur’s Story (1993) cuando se anunció que Cats entraba en pre-producción.
Ambientada en la década del cuarenta y en la llamada época del Blitz, es decir, el tiempo cuando la Alemania nazi continuamente bombardeaba a Inglaterra, la película adquirió un tono lúgubre al hacer que aquellos basurales en donde los gatos convivían se convirtieran en una Londres parcialmente en ruinas. Para remarcar esto, se decidió que los escenarios de la película estarían diseñados con una clara estética basada en el expresionismo alemán, enfatizando los contrastes y las líneas rectas sobre el espacio. A manera de experimentación, los fondos serían en gran parte maquetas y los personajes serían animados sobre estas imágenes reales.
Bocetos de estos escenarios, diseños de personajes y storyboards ya estaban en proceso, pero había un problema evidente. Lo que sobre las tablas podía funcionar al ser un medio mucho más abstracto, definitivamente no lo haría en la narrativa más convencional que demanda el cine popular. La versión teatral es casi una transposición palabra por palabra del texto original, en donde varios de sus poemas funcionan como cortas introducciones de cada uno de los personajes. Casi audiciones, podría decirse. Para el estudio resultaba imposible contar la historia con esa estructura y que su ritmo convenciese a la audiencia tan amplia a la que apuntaban, por lo cual el guion pasó a reescribirse.
Memorias de lo que no fue
Seis meses pasaron desde entonces y el proyecto parecía dirigirse a un callejón sin salida. Con el rápido acercamiento a la fecha de estreno de Balto (1995), Amblimation decidió enfocar sus recursos en este filme, sin saber que sería su tercer y último largometraje. Spielberg se mantenía optimista con su sueño de llevar a la tribu de los Jellicles a la pantalla grande, por lo cual decidió hacer un cambio drástico. El equipo fue en gran parte trasladado hacia Los Angeles bajo la premia de hacer un reboot completo de lo que era hasta ese entonces Cats, insistiendo en que la película estaría completa para 1997.
Mientras tanto, en los estudios de Mickey Mouse, Jeffrey Katzenberg, quien había sido por los últimos diez años presidente de Walt Disney Animatios Studios, era despedido de la posición. Katzenberg, decidido a mantenerse en la cima del negocio, se acercó a Spielberg y David Geffen, este último un magnate productor de filmes como Bettlejuice (1988) y el encargado de traer a los Estados Unidos la versión teatral de Cats. No perdió un segundo antes de ofrecerles a ambos la oportunidad de crear un estudio en conjunto.
Para Octubre de 1994 Dreamworks SKG había sido concebido. Su primer proyecto, The Prince of Egypt (1998), prometía ser una película épica en todos sus sentidos. Casi metafóricamente siguiendo a Moisés, aproximadamente 122 de los animadores trabajando para Amblin Entertainment se mudaron a esta nueva compañía, mientras Cats pendía de un hilo. Al final, este fue cortado definitivamente, ya que Katzenberg -no convencido en lo más mínimo por los pocos avances de la producción- se negaba a continuar con todo intento por salvarla. Las siete vidas, tanto de Cats como de Amblimation, se consumieron por completo.
Pero no todo eran malas noticias, ya que DreamWorks Animation parecía finalmente estar cumpliendo con los anhelos de Spielberg. The Prince of Egypt fue una superproducción de carácter solemne que logró gran reconocimiento por parte tanto de la crítica como el público, ganando múltiples premios mientras se convertía en uno de los últimos grandes hitos de la animación tradicional en el cine.
Con menos fe, pero igual pasión, DreamWorks desarrollaba íntegramente por computadora una película que no imaginaban que se convertiría en su insignia y ganadora del primer Oscar en la categoría inaugurada exclusivamente para premiar a largometrajes de animación: Shrek (2001). Podría decirse que así como los gatos Jellicle compiten por la oportunidad de dejar este mundo para renacer, Amblimation cerró sus puertas para dar vida a un sueño.
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