Una bruja, un jedi, un caudillo. El título del último capítulo de temporada de Ahsoka (2023) anunciaba varios sucesos, que, al final, no convergen entre sí. Esto, a pesar de los intentos del director Rick Famuyiwa por insinuarlo visualmente y del guion de Dave Filoni, por lograrlo.
Pero el cierre de la serie sobre la ex Jedi en la pantalla chica, tuvo el problema que acarrearon el resto de los títulos de Star Wars en manos de Disney. La incapacidad de la historia para profundizar en su propia mitología, más allá de docenas de easter eggs repartidos aquí y allá para emoción de los fanáticos acérrimos y confusión de los recién llegados.
Con todo, fue el final de temporada que tuvo más acción y momentos de verdadero interés. Finalmente, Sabine Wren (Natasha Liu Bordizzo) da un paso más para convertirse en la digna sucesora de Tarre Vizsla, como el segundo jedi mandaloriano en la historia de la belicosa cultura.
Por otro lado, Ahsoka (Rosario Dawson) pudo profundizar en sus propios cuestionamientos acerca de lo aprendido a lo largo de su travesía. Ezra (Eman Esfandi), por su parte, consiguió escapar de la galaxia en que se encontraba confinado, a un coste altísimo, dejando a la trama en el mismo punto del final de Star Wars: Rebels (2014–2018). De hecho, todo el argumento tuvo algo de repetición inconclusa, de caminos narrativos que no llevaban a ninguna parte y al final, una conclusión que no aporta otra cosa que más fuego a la nostalgia.
Preguntas sin responder
¿Qué sentido tuvo la transformación de Morgan (Diana Lee Inosanto), si murió casi de manera inmediata y sin mucha ceremonia? ¿Qué ocurre al final con Baylan Skoll (Ray Stevenson), que forzosamente deberá abandonar la trama? O, en última instancia, sufrir una transformación que convierta al personaje en algo más. ¿Cuál es el plan del Gran Almirante Thrawn (Lars Mikkelsen)? El temido villano que aparece de nuevo limitado a decir algunas frases duras y a mantenerse al frente de Quimera, sin hacer otra cosa que desplegar estrategias fuera de cámara.
A pesar de sus evidentes virtudes, en conjunto, Ahsoka carece de un espíritu lo suficientemente fuerte para superar sus problemas de ritmo y tono. El reencuentro entre Hera Syndulla (Mary Elizabeth Winstead)
y Ezra fue tan frío como carente de significado. Lo mismo podría decirse de las lentas conversaciones entre Sabine y su Maestra Jedi, en la que ambos personajes parecen tener todo el tiempo de la galaxia para entablar una discusión de la que, con toda probabilidad, dependan sus vidas.
Un capítulo que pudo ser mejor
La producción, que es un evidente y sentido homenaje a la saga central y también a las menospreciadas secuelas, tiene problemas para ensamblar todo lo que necesita decir. Mucho más, a medida que la acción se hace más compleja y los múltiples sacrificios, muertes, descubrimientos asombrosos, son callejones sin salida. Incluso los hechizos, que era algo por completo novedoso en este formato. El uso de la magia en Star Wars merecería un análisis aparte y sin duda, más atención de lo que le prestó Filoni.
Poco a poco, el guion se tomó el tiempo para mostrar el amplio conjunto de símbolos y alegorías que quería explotar. Solo que, al final no toco ninguno. Ni antes o después, hizo otra cosa que trasladar del animado al streaming, personajes añorados, queridos y bien escritos.
Una y otra vez Filoni, demostró su respeto por un público que celebró sus triunfos. Pero ¿a dónde va a parar toda la energía creativa que supuso reconstruir el camino de Ahsoka para volverla líder en medio de un ataque frontal de las cenizas del Imperio? ¿Por qué la serie no pudo tomar más riesgos que solo rendir tributo sin mayor profundidad a un público generacional?
Ahsoka pudo ser mucho más que un gesto cariñoso a una de las franquicias más amadas de la cultura pop. La gran esperanza es que su retorno — ya trascendió que Disney trabaja en la segunda temporada — sea sobre el filo de un nuevo impulso. ¿Lo logrará? Solo queda esperar.
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