Anticlimático. Así podría describirse el sexto capítulo de Ahsoka (2023) en el que, finalmente, el esperado regreso del Gran Almirante Thrawn (Lars Mikkelsen) y el reencuentro entre Sabine Wren (Natasha Liu Bordizzo) y Ezra Bridger (Eman Esfandi), ocurrió. A pesar de las expectativas, hubo un toque frío y distante, que -aunque benefició la presentación del nuevo villano central de la saga intergaláctica- restó interés y belleza al primer abrazo entre los rebeldes, luego de años de separación.
Aunque el argumento construyó un lento y elegante camino de revelaciones interconectadas entre sí, el guion falló al lograr brindar emoción a momentos que debieron ser, en esencia, conmovedores. Eso, a pesar de que el episodio 6 de Ahsoka es el más Star Wars de todos los estrenados en la serie de Dave Filoni hasta ahora. Con un despliegue de recursos visuales impresionante — la aparición de El Quimera, la nave insignia del Gran Almirante Thrawn, fue tan contundente como para crear su propio hito dentro de la saga — la producción sigue errando en lo básico.
Los personajes, concebidos para el formato de dibujo animado, hacen su transición hacia el live action sin perder la rigidez de un entorno y contexto en que la gestualidad y la expresión humana no son imprescindibles. La serie depende en buena parte de la capacidad de su premisa -heredera directa de Star Wars: Rebels– para conectar con los fanáticos antiguos y nuevos, sin embargo parece incapaz de superar la barrera del medio.
Desde la desconcertante torpeza del personaje titular para expresar su miedo, dolor o preocupación, hasta la caricaturización de eventos que necesitan ser más cercanos a la humanidad de sus figuras centrales. La serie se traslada con dificultad a través de un espacio complicado para construir una idea que no abarca del todo. El viaje a una galaxia nueva — y, por tanto, un límite que jamás se cruzó antes en Star Wars — resultó una transición simple. Con personajes adorables y un entorno austero que no sorprendió, el paso hacia una dimensión por completo nueva de la franquicia, decepcionó.
Un villano legendario en carne y hueso
Entre largos debates éticos y morales que tuvieron cierto aire innecesario, el Gran Almirante Thrawn hizo su esperada aparición. Pero ya sea porque la directora Jennifer Getzinger fue incapaz de lograr la tensión necesaria o porque, de origen, el guion no es capaz de sostener una entrada majestuosa, se trató de un momento neutro y poco épico. Lars Mikkelsen, que ahora encarna al personaje al que dio voz por casi cinco años, es una figura hierática, que parece incómodo en la piel azul vivo y ojos rojos del malvado favorito de los animados de Star Wars.
La figura, que jamás mostró algo más que una severa quietud, no llegó a despegar las manos de la espalda y pareció más fingir una estoica dureza que no tiene la menor explicación, más allá de su contexto animado. El Thrawn de carne y hueso tiene dificultades para expresar la ferocidad agresiva y silenciosa de su par en dibujos animados. Mucho más, cuando planea sobre el trayecto un plan que le permitirá eliminar a cuatro potenciales enemigos en un único movimiento.
Pero lo peor en su aparición es que su pasividad está vinculada a una trágica bidimensionalidad. Probablemente se trate del poco tiempo en pantalla, pero Thrawn, tenebroso y sigiloso, no llegó a mostrar todo su poder concentrado y definido por la voraz sed de poder. En lugar de eso, rodeado de Troopers en diferentes estados de deterioro, pareció una caricatura de sí mismo.
El abrazo entre dos hermanos
Mucho más lamentable es que el esperado encuentro entre Ezra y Sabine, fuera poco menos que una conversación absurda. Sin la menor pizca de alegría y más confusa de lo que cabría suponer entre dos personajes que se conocen íntimamente. Luego de una tenaz búsqueda y del sacrificio de la Padawan para ir a su encuentro, el momento perdió fuerza en un silencio innecesario y un abrazo incómodo.
¿Qué ocurrió con la larga historia entre ambos? ¿Con el análisis necesario y bien construido sobre todo lo que une y separa a los personajes? El guion perdió el tiempo en mostrar criaturas deliciosas, al mejor estilo de la primera trilogía de Star Wars, pero sin lograr que ese guiño se diluyera en el gran panorama. La historia central se alargó de forma innecesaria, poco elegante y, al final, solo funcionó como un gran preludio hacia algo más. El peor problema que viene teniendo la serie hasta ahora.
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