Cuando el Mando apareció en nuestras pantallas hace ya más de tres años, no podíamos imaginar el impacto cultural que tendría en poco tiempo, el nivel de cariño que íbamos a sentir por estos personajes y mucho menos que se convertiría en uno de nuestros títulos favoritos del mundo de Star Wars, superando años y años de amor y fidelidad por la saga de George Lucas.

No hizo falta más que el final del primer episodio para darnos cuenta de que estábamos ante un nuevo clásico instantáneo, esa quimera que Disney venía persiguiendo en el cine: una historia que capturara el espíritu de la saga original, pero introduciendo nuevos personajes y elementos al inmenso y complejo lore de este universo.

A partir de ese momento, Dave Filoni -responsable de la serie animada de The Clones Wars (2008-2020), entre otras- se volvió el gurú infalible de este nuevo capítulo en la historia de Star Wars, un oráculo al cual consultar sobre absolutamente todos los pasos a seguir, adorado por ejecutivos y fans por igual.

Una nueva esperanza

El Mandoverse (o Filoniverse, como prefieran) creció hasta convertirse en tres series completas (F por la difunta Rangers of the New Republic) que expanden la historia del Mandaloriano y sus aliados hacia nuevos horizontes, conectando hacia distintas líneas argumentales que conforman este nuevo canon.

Entre ellas, tuvo luz verde la serie individual sobre el Mandaloriano original, el que durante mucho tiempo fue único en su especie (al menos en versión live action) hasta la aparición de Din Djarin y su credo: el mítico cazarrecompensas intergaláctico Boba Fett.

Aunque la primera temporada de The Mandalorian (2019-) evitó cuidadosamente cualquier mención a su nombre y se emancipó por completo de su presencia, la segunda conectó ambas historias planteando la aparición de su armadura y presentándolo como un aliado formidable para Mando, que eventualmente tuvo su propia escena post-créditos: la introducción a su serie The Book of Boba Fett (2022-).

Parecía un poco innecesario volver sobre sus pasos cuando el equipo detrás de The Mandalorian había hecho tan impresionante trabajo por salir de su sombra, pero si hay algo que Disney no puede dejar escapar es una IP (propiedad intelectual, por sus siglas en inglés) tan popular sin explotar.

El fin de una era

Así nació la serie spin-off que nadie necesitaba (por más que en algún momento hayamos creído lo contrario) y que se convirtió en una especie de evento crossover de varios episodios para The Mandalorian, luego de presentarnos una de las historias de origen más aburridas del mundo de Star Wars, para presentarnos a la versión reformada y (más) ATP de Boba Fett.

El encanto del cazarrecompensas más temido de la galaxia siempre fue -precisamente- el misterio detrás del personaje. Ni cuando conocimos su cara (la cara de su padre Jango Fett, el clon original) en Episodio II: El ataque de los clones (2002) ni cuando Temuera Morrison volvió a ser convocado para el papel y se convirtió en este nuevo jefe no-tan-criminal, se sintió como si el personaje hubiera crecido o fuera más interesante.

Develar un misterio tan grande es siempre un trampa, ya que la imaginación del público será -casi inevitablemente- más potente que cualquier historia que pueda justificar la pérdida de ese misterio. En especial uno alimentado durante casi medio siglo.

Los encargados de la tarea nunca comprendieron la magnitud del mito al que se enfrentaban y escribieron una historia de relleno para un personaje que nunca fue tan interesante, excepto por lo que no sabíamos -ni necesitábamos saber- de él.

La vecindad galáctica

En medio de esa historia, Din Djarin volvió a tomar una relevancia tan grande que opacó por completo al Mandaloriano original, dedicando prácticamente la segunda mitad de la primera temporada de El Libro de Boba Fett a su historia, con episodios en los que el protagonista del título desapareció casi por completo.

Esto no sería nada raro si la intención hubiera estado justificada, como con cualquier episodio embotellado o crossover. Pero la lógica de la narración en la serie se interrumpió por completo para meter dos episodios especiales de The Mandalorian, casi como si tuviera que salvar la serie de su compatriota.

Para colmo, el Mando no estaba solo. Como si la presencia avasalladora del personaje de Pedro Pascal no fuera suficiente, en esos dos episodios se le sumaron Ashoka Tano (Rosario Dawson), el pequeño Grogu, el legendario R2-D2 y el mismísimo Luke Skywalker (Mark Hamill, con un CGI mucho más digno que en su aparición anterior).

La historia de Din Djarin siguió su camino lineal, narrando cronológicamente las desventuras del Mandaloriano, su caída en desgracia con los líderes de su credo, la obtención de su nueva nave y su reencuentro con el pequeño aprendiz verde de Jedi, que también atravesó una importante transformación.

Todas las consecuencias de peso que tuvieron sobre la trama los últimos episodios de la temporada dos, se revelaron súbitamente en otra serie. No fueron episodios de relleno, sino varias subtramas cuidadosamente construídas que se interconectaban preparando el terreno para la temporada que estrena hoy en Disney+.

FANSERVICE A LA ORDEN

Mientras Mando enfrentó a sus superiores, buscando la redención de su credo, Grogu pasó dos años entrenando con Luke y Asohka. No solo eso, sino que además Mando consiguió su nueva nave y Grogu tomó la decisión más importante de su vida, al elegir la cota de malla mandaloriana por sobre el sable láser jedi. En definitiva, los dos personajes tuvieron más crecimiento en dos episodios que Boba Fett en toda su serie.

En lugar de tener dos años de incertidumbre luego de la épica y emotiva separación de Mando y Grogu, que nos hicieran desear cada segundo del reencuentro más esperado por toda la galaxia, el conflicto se resolvió en otra serie, restando todo peso emocional a estas revelaciones al comienzo de la tercera temporada y reduciéndolas a un simple recap sobre lo que pasó en otra serie.

Seguro, la estrategia funcionó y The Book of Boba Fett tuvo picos de rating (si se permite aplicar la lógica televisiva al streaming), además de preparar el terreno para la serie individual de Ahsoka (2023-) y hacer gala de los avances tecnológico de Lucasfilm en tan poco tiempo.

Pero si el contrato seriéfilo se rompe tan libremente, entonces se relativiza la importancia de cualquier historia, el peso de la aparición de personajes míticos y la lógica interna de las series, convirtiendo a todas las producciones en una potencial secuela o precuela que estamos obligados a ver para seguir el hilo de nuestros personajes preferidos.

Si nos tomamos algunas licencias, no es algo muy distinto a lo que está haciendo Marvel con su universo cinematográfico. Pero ese es un pacto que firmamos desde el principio, ya que se trata de historias expresamente interconectadas y dependientes las unas de las otras.

Además, el público de Star Wars es muy distinto al de Marvel y eso es algo que Disney parece estar perdiendo de vista en su afán de aumentar los números. Esta nueva temporada nos demostrará si las series de Obi-Wan Kenobi (2022) y Boba Fett fueron solo pasos en falso y podemos volver a esperar el estándar de calidad narrativa que nos prometieron en la primera temporada y que venían cumpliendo con creces hasta ahora.