“Un día me van a crecer alas” canta Thom Yorke en “Let Down”, una de las mejores canciones de ese disco disruptivo que fue OK Computer (1997) de Radiohead. Antes de esa declaración de principios, el tema hace un registro del caos de las grandes ciudades, con esos medios de transporte que arrancan y luego se detienen, que despegan y luego aterrizan, mientras los usuarios están inmersos en un ecosistema de ansiedades, frustraciones, decepciones, aplastados “como bichos en el piso”.
Asimismo, “Let Down” es una canción ambivalente, cuyos sonidos parecen estar hablándonos de lo bucólico, cuando desde lo lírico está aludiendo al tópico que atraviesa todo ese álbum conceptual: el exilio autoimpuesto de ese mundo que uno tanto conoce, el sentir que pertenecemos a un microcosmos que -en simultáneo- intenta expulsarnos, como si nos rechazara.
El tema de la banda Oxford suena en una escena clave de The Bear (2022-) -la brillante serie de Christopher Storer disponible en Star+ y candidata a convertirse en una de las ficciones del año-, y la atmósfera que genera, ese in crescendo memorable de las guitarras de Jonny Greenwood, se vincula con la propuesta de Storer en el momento exacto en el que sus protagonistas se abstraen del caos y finalmente pueden respirar, sonreír, compartir. Un viñeta inolvidable.
Hermanados en un mundo de incertidumbre
La primera vez que vemos a Carmen “Carmy” Berzatto (el ex-Shameless Jeremy Allen White), Storer -director de cinco de los ocho episodios de la serie- sueña que está aproximándose a un oso. Su acercamiento paulatino, su cuidado, su mirada agitada, ese instante tenso, concluye con un despertar a la angustia. Carmy abre los ojos en una cocina y debe lidiar con el peso de lo heredado.
El joven, un prestigioso chef que trabajaba en un restaurante de alta cocina de Nueva York, regresa a su Chicago natal para hacerse cargo de The Original Beef of Chicagoland, una tienda de sandwiches que manejaba su hermano Mikey (Jon Bernthal, que aparece en flashbacks y se vuelve indeleble), quien se suicida y deja a ese lugar (y a Carmy) en un estado alterado, entre la confusión y la sensación de inevitabilidad por ese desenlace. Los primeros capítulos, aquellos que tienen un montaje más veloz, son el registro perfecto de cómo funciona The Original Beef, con planos de la cocina y sus minucias que se van superponiendo, y con un pantallazo de quienes han estado allí desde hace años, que también perdieron a su líder.
Carmy llega y se enfrenta a ese oso simbólico -la serie también dialoga con el film de Michael Ritchie, The Bad News Bears (1976)-, cuya connotación es bicéfala. Por un lado, está ese pasado y las preguntas inevitables que genera un suicidio en la familia. Por el otro, está el presente, esas cocinas, ese staff, ese escenario donde se desarrolla la mayor parte de la acción de The Bear. Para el futuro no hay tiempo. O sí: el tiempo es relativo y la concepción del futuro, en consecuencia, también. El futuro para esta ficción es la entrega de un plato, es el reloj del día a día que tantas veces vemos, uno que produce esa misma ansiedad que padece Carmy, pero que también recuerda el placer de estar viviendo, de que las agujas sigan corriendo. De nuevo, lo bicéfalo.
A medida que las presiones empiezan a bajar y que Carmy se empieza a adaptar a The Original Beef y a ponerle su impronta, impulsado por la llegada de la joven chef Sydney (Ayo Edebiri, de lo mejor de la serie), va haciendo el duelo in situ, rodeado de los cocineros, de sus ollas, de los papeles cuyas anotaciones no parecen tener sentido. Carmy va acercándose a ese oso, a ese hermano, sacándole ese halo de enigma y recordándolo como quien verdaderamente era: una persona normal que no pudo con sus luchas. Ese everyday man que entra todos los días a la tienda para hallar un lugar de pertenencia, otro aspecto clave de la ficción. En este punto, Jeremy Allen White brinda un monólogo devastador en una escena que Storer filmó en una sola toma y en la que The Bear respira como nunca antes, acompasando el estadio de su relato.
En The Bear no solo suena Radiohead, sino también una de las mejores bandas salidas de Illinois: Wilco. “Impossible Germany” ratifica la camaradería de Carmy con sus cocineros, con su hermana y con Richie (el mejor amigo de Mikey, interpretado por el gran Ebon Moss-Bachrach) cuando los pone a todos en el mismo plano, individuos peleando contra sus inseguridades, demonios y temores. Como expresa Jeff Tweedy: “Esto es lo es que el amor: estar fuera de lugar, hermosos y solos, cara a cara”.
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