En el booklet de su séptimo disco, Lover (2019), Taylor Swift asegura que “somos lo que amamos”, frase final con la que les daba la última estocada a las Taylor del pasado, a la que creía que el amor debía vivirse con pasión pero también con sufrimiento como en Red (2012), y a la que estaba reconstruyéndose tras una caída en Reputation (2017). Lover funcionaba como una respuesta armónica a los discos predecesores y, al mismo tiempo, marcaba el inicio de un nuevo capítulo en el que sus canciones ya le pertenecían y no tenía que rendirle cuentas a nadie. “‘Cause if I was a man, then I’d be the man”. La transformación de Swift va de lo micro (los anteojos en forma de corazón rojo de Red dan paso a los corazones de glitter rosa en Lover) a lo macro (el amor que se padece da lugar al amor que se disfruta), pero su leitmotiv es siempre el mismo: la exploración del romance.
“Decidí que en esta vida quiero ser definida por las cosas que amo y no por las cosas que odio o que temo, o que me persiguen en la mitad de la noche. Esas serán mis luchas, pero no son mi identidad”, remarca en ese prefacio (y en “Daylight”), esa antesala a “I Forgot That You Existed”, un opener que es un divertido guiño, pero también una alusión al no estancarse en el pasado.
Lover es parte del ADN de The Summer I Turned Pretty (2022-), la serie que estrenó su primera temporada el viernes en Amazon Prime Video, y lo es por varias razones. En primer lugar, porque su showrunner y autora de la novela en la que se basa, Jenny Han, es admiradora confesa de Swift, a quien incluso estuvo a punto de dedicarle uno de sus libros. En segundo lugar, porque la artista le cedió a la ficción cinco canciones propias (si no contamos “1 step forward, 3 steps back” de Olivia Rodrigo que samplea “New Year’s Day”), una rareza en esta era de los temas “Owned by Taylor Swift” en la que la compositora está cediendo, pero en pequeñas dosis.
Por último, la razón más importante por la que Lover es parte constitutiva de The Summer I Turned Pretty es porque existe un diálogo entre el disco y la serie, una hermandad conceptual que se propone subyugar a todo amante de las historias coming of age. Y que seguramente lo logre. Además, estamos ante dos producciones reminiscentes a etapas bisagra de la vida, y en esta serie hay un retrato encantador sobre esos pequeños momentos que ocasionan grandes cambios.
A ese chico del que me enamoré…
The Summer I Turned Pretty (2009) es la primera novela de la trilogía veraniega de Han, que continúa con It’s Not Summer Without You (2010) y We’ll Always Have Summer (2011). En el medio, la autora concibió la denominada “trilogía Burn” con Siobhan Vivian, para irrumpir nuevamente en la literatura young adult con otra trifecta infalible: la de To All the Boys I’ve Loved Before (2014). Dicha saga tuvo sus correspondientes adaptaciones en Netflix, con Lana Condor como Lara Jean Covey y Noah Centineo como el bad boy Peter Kavinsky que, claro, se metía a la audiencia en el bolsillo. Si bien las comparaciones son odiosas, Han creó su propio universo (como ya hemos visto, con otras temáticas y tonos, en el caso de Sally Rooney) y en The Summer I Turned Pretty notamos dónde nacieron ciertas ideas retomadas en To All the Boys I’ve Loved Before.
El verano en que me enamoré
La protagonista de esta historia es Isabel “Belly” Conklin (Lola Tung), una joven de ascendencia coreana -la representación de su cultura es fundamental para Han, como vimos con Lara Jean– que viaja todos los veranos con su hermano y su madre a la casa de verano de la mejor amiga de ésta. La tradición no solo es inquebrantable, sino que es el instante más esperado por Isabel, quien asocia grandes momentos de su vida a esa casa matriarcal donde puede ser ella misma.
Lo que sucede en esos dos meses donde el tiempo se suspende es lo que define el resto de su año. Pero a The Summer I Turned Pretty no le interesa cualquier año (si bien hay flashbacks para contextualizar la relación entre las familias, con los padres ausentes, dato no menor): le interesa el año del quiebre y nos lo dice en su primera escena. “Cruel Summer” de Taylor Swift suena de fondo mientras Belly se prepara para el ansiado viaje y su mejor amiga (llamada Taylor) le recuerda lo mucho que cambió. A punto de cumplir 16, Isabel se siente más segura de lo que quiere, y lo que quiere es estar con Conrad Fisher (Christopher Briney), el hijo mayor de esa familia amiga. Lo platónico quedó en el verano pasado y es tiempo de avanzar.
The Summer I Turned Pretty focaliza en la relación entre una adolescente y sus deseos, un tópico que aborda sin caer en lo didáctico. Si bien la voz en off de la protagonista no aporta demasiado, es tan solo un desajuste de una serie sólida, anclada en cómo el amor no tiene por qué ser idealizado sino también estar unido al anhelo físico. En este sentido, Han conoce a sus personajes y los adapta respetando esas necesidades, sin censurarlos. Por lo tanto, en The Summer I Turned Pretty hay drama y una sobredimensión de los conflictos porque los adolescentes a los que vemos están experimentando muchas cosas por primera vez.
Esa combinación de ingenuidad y seguridad sobre lo que se desea es encantadora, en especial cuando se empieza a gestar el triánguloso amoroso entre Belly, Conrad y el hermano menor de él, Jeremiah (Gavin Casalegno, un actor de carisma irresistible). Han contó que, al adaptar su novela, quiso hacer algunos cambios acordes a la juventud actual y su mirada sobre los vínculos. Uno de los cambios más grandes respecto al texto se percibe precisamente en Jeremiah, quien en la serie exprimenta relaciones con personas de ambos géneros, pero tampoco se pone etiquetas. Simplemente vive así. Lo mismo sucede con un escritor por quien la madre de Belly se siente atraída, quien es abiertamente bisexual, sin que esto revista un conflicto o una charla extensa, otro acierto de la ficción.
La adaptación de Han de su propia novela cae ocasionalmente en algunos estereotipos (la mejor amiga recelosa, la madre que no supera el divorcio, etc), pero aún así logra revertirlos sobre el final. The Summer I Turned Pretty es una historia sobre adolescentes, pero su audiencia es tan vasta como los intereses de quienes la consuman. En la historia convive la amistad de dos mujeres en sus cuarenta al mejor estilo Beaches (1988) con las de sus hijos. Si a esto le sumamos más canciones de Lover, pero también de Fearless (2008) y 1989 (2014), hits de Billie Eilish y Olivia Rodrigo, menciones obligadas a la cultura pop y un vínculo que se teje sin premura, The Summer I Turned Pretty forma un combo irresistible.
Quizás resulte difícil no contrastarla con otros exponentes del género, pero ahí está la cuestión: no es una serie que tema reiterar fórmulas, sino que abraza esa noción. La serie de Han llegó para aportar su óptica (y la de Taylor): efectivamente somos lo que amamos. Disfrutémoslo mientras dure.
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