Hay que decirlo todo, las adaptaciones de videojuegos no tuvieron la mejor de las suertes cuando se trata de llevarlas al cine o televisión y es por eso que buena parte del público les tiene poca fe, llegando a decir que hay una maldición sobre estos proyectos. Es un desafío encontrar el balance de complacer a los fans, mientras se construye una historia que pueda dar la bienvenida al espectador casual. Arcane (2021-) lo hace en creces, convirtiendo a esta adaptación del ya mítico League of Legends tanto en una de las mejores transposiciones a este medio, como una de las animaciones más elevadas de estos tiempos.
Lo primero que llama la atención de esta serie es lo original de su estilo. Si bien el arte es digital, se asemeja más a la bidimensión que al 3D al que los grandes estudios ya tan acostumbrados nos tienen. Arcane no busca el realismo, sino que mas bien explota todo aquello que hace de este un medio único y con una libertad tan particular. Con un gesto muy propio, podemos notar cada pincelada sobre los personajes o fondos, lo que le da una cualidad casi artesanal al trabajo de los artistas. Uno podría poner pausa en momentos aleatorios y quedarse con una hermosa pintura.
Detalles como el humo o las explosiones aparecen representados sin texturas y como planos de color, recordándonos aún más su carácter pictórico. La arquitectura de su mundo también tiene una estilización muy marcada. Mientras las tierras más opulentas remiten al steampunk y tienen una clara influencia del Art Déco, al mejor estilo de The Great Gatsby (2013), las zonas más empobrecidas muestran vestigios de arte escondidos en un contexto industrial. Ahí entre las ruinas, aparecen tanto el graffiti como varias referencias a la obra de Alphonse Mucha, máximo exponente del Art Nouveau. La belleza puede surgir en los lugares más inesperados.
En tiempos donde se busca la mímesis en la animación, Arcane explota aquello que hace único a este medio. Ese algo que otra gran joya animada, Spider-Man: Into de Spider-Verse (2018), supo valorizar, en su interés por remitir el estilo de las viñetas y texturas del arte de un comic en el lenguaje cinematográfico. Y así como este nuevo clásico, el otro logro de Arcane, ademas de su arte magnífico, es que el guion está a la misma altura de la gran calidad visual de la serie.
El mundo que Arcane construye es uno reconocible, pero la manera en que la desarrolla es lo refrescante. Enfocado en un tiempo claramente basado en la revolución industrial y sus consecuencias, nos encontramos con una nación ahora dividida. Por un lado, la república de Piltover es un pueblo que brilla por su progresos tecnológicos y cultura, producto de la explotación de Zaun, un poblado en donde la pobreza y polución son el resultado de esta relación simbiótica. Piltover es regido por un consejo constituido por académicos y representantes de sus familias más poderosas, tomando decisiones sobre ambas partes de la nación, a pesar de que Zaun es prácticamente una tierra independiente en donde las mafias tienen el control de este distrito casi subterráneo.
La corrupción es palpable en ambos territorios y raros son los idealistas que buscan un futuro mejor, a veces a través de la supervivencia diaria, en otras con una visión llena de privilegio e ingenuidad. Pero como evidencia la serie, las consecuencias de estas políticas deshonestas siempre recaen sobre el pueblo mismo. Y es a través de los ojos del individuo donde encontramos los grises de la historia y las complejidades de su polarización política.
Este es un mundo en donde la violencia es moneda corriente y sus consecuencias algo palpable, con las tragedias personales convirtiéndose en un efecto dominó. Cada gota de sangre derramada tiene un peso, inclusive aquella de personajes que en otras ficciones podríamos considerar menos que secundarios. Nadie es descartable, cada muerte tiene importancia en la historia, inclusive la de los anónimos.
Para nuestras protagonistas es esta violencia lo que las moldea. Vi (Hailee Steinfeld), la mayor de dos hermanas huérfanas de la guerra, crece aprendiendo que son sus puños lo único que le brinda tanto protección como sustento, proteger a su familia ensamblada es su mayor interés. Powder (Mia Sinclair Jenness), inmersa en la inocencia de una nena que debería solo ocupar su cabeza con juegos, es la carga del grupo de amigos liderado por Vi, obligados a robar para poner pan en la mesa. La crueldad que rodea a Powder deja huellas. Mostrando atisbos de claros desequilibrios mentales, son las tragedias que enfrentan las hermanas lo que lleva a esta última a convertirse en Jinx (Ella Purnell) en su adultez.
Infantil y sádica, su carácter mucho tiene que compartir con la ya conocida Harley Quinn. Originalmente presentada en el juego como un personaje arquetípico, la serie la desarrolla de manera de que no solo da sentido a su personalidad tan caótica, sino que además aprovecha su particular estilo visual para que veamos a través de sus ojos, atisbando todo aquello que ella deforma en su mente y la atormenta. El de Jinx es un mero ejemplo de cómo estos personajes, meros avatares de un juego y construidos sobre estereotipos, ganan una profundidad que tranquilamente podríamos encontrar en cualquiera de los grandes dramas televisivos de hoy día.
No es raro que algunas voces suenen conocidas, ya que en el elenco estelar de la serie encontramos a actores como las ya mencionadas Steinfeld (Hawkeye) y Purnell (Yellowjackets), a Harry Lloyd (Game of Thrones), Katie Leung (Harry Potter) o a Kevin Alejandro (Arrow), entre otros. Además podremos ver algunos cameos de artistas musicales como el ídolo del J-Pop Miyavi o Imagine Dragons, estos últimos encargados del tema de la intro e inicio de un soundtrack muy a la altura de cada cuidado ángulo de la serie, en donde encontraremos hasta una canción nueva del mismísimo Sting.
Los seis años de desarrollo detrás de Arcane se hacen notar, ya que esto no es simplemente un producto más del montón, sino un claro trabajo de amor. Con varias nominaciones a los Annie Awards (los Oscar de la animación), solo queda esperar noticias de un merecido reconocimiento a la serie y, con suerte, el anuncio de una segunda temporada o la posibilidad de que en un futuro veamos alguna película basada en este universo. Porque probablemente, la única crítica que se le puede hacer, es que es casi criminal que no podamos apreciarla en la pantalla grande.
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